Nehemías

Oración de Nehemías sobre Jerusalén

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Oración de Nehemías sobre Jerusalén (16:1:1 - 16:1:11)

Las palabras de Nehemías hijo de Hacalías: Sucedió en el mes de Quislev del año 20, estando yo en Susa la capital,

que Hanani, uno de mis hermanos, llegó de Judá, con algunos hombres. Les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén.

Ellos me dijeron: “El remanente, los que han quedado de la cautividad allí en la provincia, está en gran dificultad y afrenta. La muralla de Jerusalén está derribada, y sus puertas quemadas a fuego.”

Cuando escuché estas palabras, me senté, lloré e hice duelo por algunos días. Ayuné y oré delante del Dios de los cielos,

y dije: “Oh Jehovah, Dios de los cielos, Dios grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia para con los que le aman y guardan sus mandamientos:

Por favor, estén atentos tus oídos y abiertos tus ojos para escuchar la oración de tu siervo, que yo hago ahora delante de ti, de día y de noche, por los hijos de Israel, tus siervos. Confieso los pecados que los hijos de Israel hemos cometido contra ti. Sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado.

Hemos actuado muy inicuamente contra ti y no hemos guardado los mandamientos, las leyes y los decretos que mandaste a tu siervo Moisés.

Acuérdate, por favor, de la palabra que mandaste a tu siervo Moisés, diciendo: Si sois infieles, yo os esparciré entre los pueblos.

Pero si os volvéis a mí, guardáis mis mandamientos y los ponéis por obra, aunque vuestros desterrados estén en el extremo de los cielos, de allí los reuniré y los traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre.

Ellos son tus siervos y tu pueblo, a quienes redimiste con tu gran poder y con tu poderosa mano.

Oh Jehovah, por favor, esté atento tu oído a la oración de tu siervo y a la oración de tus siervos que quieren reverenciar tu nombre. Prospera, por favor, a tu siervo hoy, y concédele gracia ante aquel hombre.” Entonces yo servía de copero al rey.

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Artajerjes envía a Nehemías a Jerusalén

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Artajerjes envía a Nehemías a Jerusalén (16:2:1 - 16:2:10)

Sucedió en el mes de Nisán, en el año 20 del rey Artajerjes, que estando ya el vino delante de él, tomé el vino y se lo di al rey. Y como yo no había estado antes triste en su presencia,

el rey me preguntó: —¿Por qué está triste tu rostro, ya que tú no estás enfermo? Esto no es otra cosa que quebranto de corazón. Entonces tuve muchísimo temor.

Y respondí al rey: —Viva el rey para siempre. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad donde están los sepulcros de mis padres está destruida, y sus puertas están consumidas por el fuego?

El rey me preguntó: —¿Qué es lo que pides? Entonces oré al Dios de los cielos

y respondí al rey: —Si le agrada al rey y si tu servidor es acepto delante de ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, para que yo la reedifique.

Entonces el rey (y la reina estaba sentada junto a él) me preguntó: —¿Hasta cuándo durará tu viaje, y cuándo volverás? Le agradó al rey enviarme, y le señalé un plazo.

Además dije al rey: —Si al rey le agrada, séanme dadas cartas para los gobernadores de la región de Más Allá del Río, para que me dejen pasar hasta que yo llegue a Judá;

y otra carta para Asaf, guarda de los bosques del rey, para que me dé madera para poner vigas a las puertas de la ciudadela del templo, para la muralla de la ciudad y para la casa donde yo estaré. El rey me lo concedió, pues la bondadosa mano de Dios estaba conmigo.

Entonces fui a los gobernadores de Más Allá del Río, y les entregué las cartas del rey. El rey había enviado conmigo jefes del ejército y jinetes.

Pero cuando lo oyeron Sanbalat el horonita y Tobías el siervo amonita, se disgustaron en extremo de que alguien viniese para procurar el bien de los hijos de Israel.

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Nehemías anima al pueblo a reedificar los muros

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Nehemías anima al pueblo a reedificar los muros (16:2:11 - 16:2:20)

Llegué, pues, a Jerusalén; y después de estar allí tres días,

me levanté de noche, yo y unos cuantos hombres conmigo, sin declarar a nadie lo que mi Dios había puesto en mi corazón que hiciese por Jerusalén. No llevé conmigo animales, excepto aquel en que yo cabalgaba.

Salí de noche por la puerta del Valle hacia el manantial del Dragón y la puerta del Muladar, y examiné los muros de Jerusalén, que estaban derribados, y sus puertas, que estaban consumidas por el fuego.

Luego pasé hacia la puerta de la Fuente y el estanque del Rey, pero no había lugar por donde pasase el animal en que cabalgaba.

Subí de noche por el arroyo y examiné la muralla. Y de nuevo entré por la puerta del Valle, y regresé.

Los oficiales no sabían a dónde me había ido, ni qué había hecho, pues hasta entonces yo no lo había declarado a los judíos, ni a los sacerdotes, ni a los nobles, ni a los oficiales, ni a los demás que habían de hacer la obra.

Luego les dije: —Vosotros veis el mal estado en que nos encontramos: Jerusalén está destruida, y sus puertas están consumidas por el fuego. ¡Venid, reedifiquemos la muralla de Jerusalén, y no seamos más una afrenta!

Les declaré cómo la mano de mi Dios estaba conmigo para bien, y también las palabras que el rey me había dicho. Y ellos dijeron: —¡Levantémonos y edifiquemos! Entonces esforzaron sus manos para bien.

Pero cuando lo oyeron Sanbalat el horonita, Tobías el siervo amonita y Gesem el árabe, se burlaron de nosotros y nos menospreciaron. Preguntaron: —¿Qué es esto que estáis haciendo? ¿Os rebeláis contra el rey?

Les respondí diciendo: —El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y reedificaremos. Pero vosotros no tenéis ni parte, ni derecho, ni memoria en Jerusalén.

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Reparto del trabajo de reedificación

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Reparto del trabajo de reedificación (16:3:1 - 16:3:32)

Se levantó el sumo sacerdote Eliasib con sus hermanos los sacerdotes, y edificaron la puerta de las Ovejas. Ellos la dedicaron y colocaron sus puertas. Dedicaron la muralla hasta la torre de la Centena y hasta la torre de Hananeel.

A su lado edificaron los hombres de Jericó, y a su lado edificó Zacur hijo de Imri.

Los hijos de Senaa edificaron la puerta del Pescado. Le pusieron sus vigas y colocaron sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos.

A su lado restauró Meremot hijo de Urías, hijo de Cos. A su lado restauró Mesulam hijo de Berequías, hijo de Mesezabeel. A su lado restauró Sadoc hijo de Baaná.

A su lado restauraron los de Tecoa, aunque sus hombres importantes no se presentaron para participar en el servicio de su Señor.

La puerta Antigua fue restaurada por Joyada hijo de Paséaj y Mesulam hijo de Besodías. Ellos le pusieron sus vigas y colocaron sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos.

A su lado restauraron Melatías de Gabaón y Jadón de Meronot, con los hombres de Gabaón y de Mizpa, que estaban bajo el dominio del gobernador de Más Allá del Río.

A su lado restauró Uziel hijo de Harhaías, de los plateros. A su lado restauró Ananías, uno de los perfumistas, y dejaron restaurada Jerusalén hasta el muro ancho.

A su lado restauró Refaías hijo de Hur, jefe de la mitad del distrito de Jerusalén.

A su lado restauró Jedaías hijo de Harumaf, delante de su casa. A su lado restauró Hatús hijo de Hasabnías.

Malquías hijo de Harim y Hasub hijo de Pajat-moab restauraron otro tramo, y también la torre de los Hornos.

A su lado restauró Salum hijo de Halojes, jefe de la mitad del distrito de Jerusalén, acompañado de sus hijas.

La puerta del Valle la restauró Hanún, con los habitantes de Zanóaj. Ellos la reedificaron y colocaron sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos, y 1.000 codos de la muralla, hasta la puerta del Muladar.

La puerta del Muladar la restauró Malquías hijo de Recab, jefe del distrito de Bet-haquérem. El reedificó y colocó sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos.

La puerta del Manantial la restauró Salum hijo de Coljoze, jefe del distrito de Mizpa. El la reedificó, la proveyó de cubierta y colocó sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos; también el muro del estanque de Siloé, hacia el jardín del Rey y hasta las escalinatas que descienden de la Ciudad de David.

Después de él restauró Nehemías hijo de Azbuc, jefe de la mitad del distrito de Betsur, hasta frente a los sepulcros de David, hasta el estanque artificial y hasta la casa de los Valientes.

Después de él restauraron los levitas: Rejum hijo de Bani. A su lado restauró Asabías, jefe de la mitad del distrito de Queila, a nombre de su distrito.

Después de él restauraron sus hermanos: Bavai hijo de Henadad, jefe de la mitad del distrito de Queila.

A su lado Ezer hijo de Jesúa, jefe de Mizpa, restauró otro tramo frente a la cuesta de la armería de la esquina.

Después de él Baruc hijo de Zacai restauró con gran entusiasmo otro tramo, desde la esquina hasta la puerta de la casa del sumo sacerdote Eliasib.

Después de él Meremot hijo de Urías, hijo de Cos, restauró otro tramo, desde la entrada de la casa de Eliasib hasta el extremo de la casa de Eliasib.

Después de él restauraron los sacerdotes procedentes de la llanura.

Después de ellos restauraron Benjamín y Hasub, frente a su casa. Después de ellos restauró Azarías hijo de Maasías, hijo de Ananías, cerca de su casa.

Después de él Binúi hijo de Henadad restauró otro tramo, desde la casa de Azarías hasta el ángulo y hasta la esquina.

Después de él Palal hijo de Uzai restauró frente a la esquina y la torre alta que sobresale de la casa del rey y que está junto al patio de la guardia. Después de él restauró Pedaías hijo de Paros,

con los servidores del templo que vivían en el Ofel, hasta el frente de la puerta de las Aguas, al oriente, y hasta la torre que sobresalía.

Después de él los de Tecoa restauraron otro tramo, frente a la torre grande que sobresale, hasta el muro del Ofel.

Desde la puerta de los Caballos los sacerdotes restauraron, cada uno frente a su casa.

Después de ellos restauró Sadoc hijo de Imer frente a su casa. Después de él restauró Semaías hijo de Secanías, guardia de la puerta oriental.

Después de él restauraron otro tramo Ananías hijo de Selemías y Hanún, el sexto hijo de Salaf. Después de ellos Mesulam hijo de Berequías restauró frente a su almacén.

Después de él Malquías, uno de los plateros, restauró hasta la casa de los servidores del templo y de los comerciantes, frente a la puerta de la Inspección y hasta la sala alta de la esquina.

Y los fundidores y los comerciantes restauraron entre la sala alta de la esquina y la puerta de las Ovejas.

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Precauciones contra los enemigos

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Precauciones contra los enemigos (16:4:1 - 16:4:23)

Sucedió que cuando Sanbalat oyó que nosotros edificábamos la muralla, se enfureció y se encolerizó muchísimo, e hizo burla de los judíos.

Entonces habló delante de sus hermanos y del ejército de Samaria, y dijo: —¿Qué hacen estos miserables judíos? ¿La han de dejar restaurada para sí? ¿Han de volver a ofrecer sacrificios? ¿Han de acabar en un día? ¿Han de hacer revivir las piedras de entre los montones de escombros, estando éstas quemadas?

Junto a él estaba Tobías el amonita, quien dijo: —Lo que ellos edifican, si sube una zorra, derribará su muro de piedra.

¡Escucha, oh Dios nuestro, porque somos objeto de desprecio! Devuelve su afrenta sobre sus cabezas, y entrégalos como presa en una tierra de cautividad.

No cubras su iniquidad, ni su pecado sea borrado de delante de ti, porque provocaron a los que edificaban.

Así reedificamos la muralla, y fueron unidos todos los tramos de la muralla hasta la mitad de su altura; porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar.

Pero sucedió que cuando Sanbalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los de Asdod oyeron que proseguía la reconstrucción de los muros de Jerusalén y que las brechas habían comenzado a ser cerradas, se encolerizaron mucho.

Conspiraron todos juntos para venir a combatir contra Jerusalén y causarle daño.

Entonces oramos a nuestro Dios, y a causa de ellos pusimos guardia contra ellos de día y de noche.

Pero los de Judá dijeron: —Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado, y los escombros son muchos. Nosotros no podremos reedificar la muralla.

Y nuestros enemigos dijeron: —Que no sepan, ni vean, hasta que entremos en medio de ellos y los matemos, y hagamos cesar la obra.

Pero sucedió que cuando vinieron los judíos que habitaban cerca de ellos, nos dijeron diez veces: “De todos los lugares a donde os volváis, vendrán contra nosotros.”

Entonces distribuí al pueblo por familias, detrás de la muralla en sus partes más bajas y en sus partes desprotegidas, con sus espadas, sus lanzas y sus arcos.

Después que inspeccioné, me levanté y dije a los principales, a los oficiales y al resto del pueblo: —¡No temáis delante de ellos! Acordaos del Señor grande y temible, y combatid por vuestros hermanos, por vuestros hijos, por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas.

Sucedió que cuando nuestros enemigos oyeron que nos habíamos enterado y que Dios había desbaratado su plan, volvimos todos al muro, cada uno a su trabajo.

Pero desde aquel día la mitad de mis hombres trabajaba en la obra, y la otra mitad empuñaba las lanzas, los escudos, los arcos y las corazas. Y los oficiales estaban detrás de toda la casa de Judá.

Tanto los que reedificaban el muro como los que llevaban cargas estaban armados; con una mano trabajaban en la obra y con la otra empuñaban la jabalina.

Los que edificaban llevaban cada uno su espada ceñida al cinto; así edificaban. Y el que tocaba la trompeta estaba junto a mí.

Entonces dije a los principales, a los oficiales y al resto del pueblo: —La obra es grande y amplia, y nosotros estamos distanciados en la muralla, lejos los unos de los otros.

En el lugar donde oigáis el sonido de la corneta, allí reuníos con nosotros. Y nuestro Dios combatirá por nosotros.

Así trabajábamos nosotros en la obra, y la mitad de ellos empuñaban las lanzas, desde la aurora hasta la aparición de las estrellas.

En aquel tiempo también dije al pueblo: —Cada uno quédese con su criado a pasar la noche dentro de Jerusalén, de modo que nos sirvan de noche como centinelas, y de día como obreros.

Ni yo, ni mis compañeros, ni mis hombres, ni la guardia que me acompañaba, ninguno de nosotros nos quitamos nuestra ropa; y cada uno tenía su jabalina a su derecha.

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