Nehemías

Esdras confiesa los pecados de Israel

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Esdras confiesa los pecados de Israel (16:9:1 - 16:9:37)

El día 24 del mismo mes se reunieron los hijos de Israel en ayuno, vestidos de cilicio y polvo sobre ellos.

Los del linaje de Israel ya se habían apartado de todos los extranjeros; y estando de pie, confesaban sus pecados y la iniquidad de sus padres.

Puestos de pie en su lugar, leyeron en el libro de la Ley de Jehovah su Dios durante una cuarta parte del día. Durante otra cuarta parte del día confesaron sus pecados y adoraron a Jehovah su Dios.

Entonces, sobre la plataforma de los levitas se pusieron de pie Jesúa, Bani, Cadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Bani y Quenani, e invocaron en voz alta a Jehovah su Dios.

Los levitas Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías dijeron: “¡Levantaos, bendecid a Jehovah vuestro Dios, desde la eternidad hasta la eternidad!” “Bendigan tu nombre glorioso, y sea exaltado más que toda bendición y alabanza.

“Tú eres Jehovah; tú hiciste los cielos, los cielos de los cielos y todo su ejército, la tierra y todo lo que hay en ella, los mares y todo lo que en ellos hay. Tú sostienes con vida a todos; los ejércitos de los cielos te adoran.

“Tú eres, oh Jehovah, el Dios que escogiste a Abram. Lo sacaste de Ur de los caldeos y le pusiste por nombre Abraham.

Hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste un pacto con él para darle la tierra de los cananeos, de los heteos, de los amorreos, de los ferezeos, de los jebuseos y de los gergeseos, a fin de darla a su descendencia. Y cumpliste tu palabra, porque tú eres justo.

“Miraste la aflicción de nuestros padres en Egipto, y escuchaste su clamor junto al mar Rojo.

Hiciste señales y prodigios contra el faraón, contra todos sus servidores y contra todo el pueblo de su tierra. Porque sabías que contra ellos habían actuado con soberbia, y te hiciste un gran nombre, como en el día de hoy.

“Dividiste ante ellos el mar, de modo que pasaron en seco por medio de él. Pero a sus perseguidores echaste en las profundidades, como una piedra en las poderosas aguas.

Los guiaste de día con una columna de nube, y de noche con una columna de fuego, para alumbrarles el camino por donde habían de ir.

“Descendiste sobre el monte Sinaí y les hablaste desde el cielo. Les diste decretos rectos, instrucciones fieles, leyes y mandamientos buenos.

Les hiciste conocer tu santo sábado y les prescribiste mandamientos, leyes e instrucciones por medio de tu siervo Moisés.

“Cuando tuvieron hambre, les diste pan del cielo; y cuando tuvieron sed, les sacaste agua de la peña. Les prometiste que entrarían para tomar posesión de la tierra por la cual alzaste tu mano jurando que les darías.

Pero ellos y nuestros padres actuaron con soberbia; endurecieron su cerviz y no escucharon tus mandamientos.

No quisieron escuchar, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho entre ellos. Más bien, endurecieron su cerviz y designaron un jefe para regresar a su esclavitud en Egipto. Pero tú que eres un Dios perdonador, clemente y compasivo, tardo para la ira y grande en misericordia, no los abandonaste.

“Aun cuando se hicieron un becerro de fundición, cuando dijeron: Este es tu dios que te hizo subir de Egipto, y cometieron grandes abominaciones,

tú por tu gran misericordia no los abandonaste en el desierto. La columna de nube no se apartó de ellos de día, para guiarlos por el camino; ni la columna de fuego de noche, para alumbrarles el camino por el cual habían de ir.

Diste tu buen Espíritu para enseñarles. No retiraste de su boca tu maná, y les diste agua para su sed.

Los sustentaste durante cuarenta años en el desierto; nada les faltó. Sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies.

“Les entregaste reinos y pueblos, y se los distribuiste por fronteras. Así llegaron a tomar posesión de la tierra de Sejón, es decir, la tierra del rey de Hesbón, y de la tierra de Og, rey de Basán.

Multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo, y los llevaste a la tierra que habías prometido a sus padres que entrarían para tomarla en posesión.

Sus hijos entraron y tomaron posesión de la tierra. Delante de ellos sometiste a los cananeos, los habitantes de dicha tierra, y los entregaste en su mano, con sus reyes y los pueblos de la tierra, para que hiciesen con ellos según su voluntad.

Tomaron ciudades fortificadas y una tierra fértil. Heredaron casas llenas de todo bien, cisternas cavadas, viñas, olivares y muchísimos árboles de fruto comestible. Comieron y se saciaron; engordaron y se deleitaron en tu gran bondad.

“Pero fueron desobedientes y se rebelaron contra ti; echaron tu ley a sus espaldas. Mataron a tus profetas que testificaban contra ellos para hacerlos volver a ti, y cometieron grandes abominaciones.

Los entregaste en mano de sus enemigos, los cuales los afligieron. Pero clamaron a ti en el tiempo de su tribulación, y tú los escuchaste desde los cielos. Por tu gran misericordia les diste libertadores que los librasen de mano de sus enemigos.

Pero apenas obtenían comodidad, volvían a hacer lo malo delante de ti, por lo cual los abandonabas en mano de sus enemigos, que se enseñoreaban de ellos. Pero volvieron a clamar a ti, y tú les escuchaste desde los cielos y los libraste muchas veces por tu misericordia.

Les amonestaste para hacerlos volver a tu ley, pero ellos actuaron con soberbia y no escucharon tus mandamientos. Pecaron contra tus decretos, los cuales, el hombre que los cumpla, por ellos vivirá. Dieron las espaldas en rebeldía, endurecieron su cerviz y no escucharon.

“Por muchos años te mostraste paciente y les amonestaste con tu Espíritu por medio de tus profetas, pero no escucharon. Por eso les entregaste en mano de los pueblos de la tierra.

Pero por tu gran misericordia no los consumiste ni los abandonaste, porque tú eres un Dios clemente y misericordioso.

“Ahora pues, oh Dios nuestro, Dios grande, fuerte y temible, que guardas el pacto y la misericordia, no sea tenida como poca cosa delante de ti toda la angustia que nos ha alcanzado: a nuestros reyes, a nuestros magistrados, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros padres y a todo tu pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta el día de hoy.

Sin embargo, tú eres justo en todo lo que nos ha sobrevenido. Porque has actuado con verdad, pero nosotros hemos hecho lo malo.

Nuestros reyes, nuestros magistrados, nuestros sacerdotes y nuestros padres no pusieron por obra tu ley. No atendieron a tus mandamientos ni a tus advertencias con que les advertiste.

Ellos, en su reino, en la abundancia que les diste y en la tierra extensa y fértil que entregaste ante ellos, no te sirvieron ni se volvieron de sus malas obras.

“He aquí que hoy nosotros somos esclavos. En cuanto a la tierra que diste a nuestros padres para que comiesen de su fruto y de su bien, he aquí que en ella somos esclavos.

El fruto de ella se multiplica para los reyes que a causa de nuestros pecados nos has impuesto. Ellos se enseñorean de nuestros cuerpos y de nuestros ganados, conforme a su voluntad; y estamos en gran angustia.”

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Pacto del pueblo, de guardar la ley

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Pacto del pueblo, de guardar la ley (16:9:38 - 16:10:39)

A causa de todo esto, nosotros hemos hecho un firme compromiso, y lo escribimos. Y fue firmado por nuestros magistrados, por nuestros levitas y por nuestros sacerdotes.

Los que lo firmaron fueron: el gobernador Nehemías hijo de Hacalías, Sedequías,

Seraías, Azarías, Jeremías,

Pasjur, Amarías, Malquías,

Hatús, Sebanías, Maluc,

Harim, Meremot, Abdías,

Daniel, Ginetón, Baruc,

Mesulam, Abías, Mijamín,

Maazías, Bilgai y Semaías. Estos eran los sacerdotes.

Los levitas: Jesúa hijo de Azanías, Binúi de los hijos de Henadad, Cadmiel

y sus hermanos Sebanías, Hovías, Quelita, Pelaías, Hanán,

Micaías, Rejob, Hasabías,

Zacur, Serebías, Sebanías,

Hodías, Bani y Beninu.

Los jefes del pueblo: Paros, Pajat-moab, Elam, Zatu, Bani,

Buni, Azgad, Bebai,

Adonías, Bigvai, Adín,

Ater, Ezequías, Azur,

Hodías, Hasum, Bezai,

Harif, Anatot, Nebai,

Magpías, Mesulam, Hezir,

Mesezabeel, Sadoc, Jadúa,

Pelatías, Hanán, Anaías,

Oseas, Ananías, Hasub,

Halojes, Pilja, Sobec,

Rejum, Hasabna, Maasías;

también Ajías, Hanán, Anán,

Maluc, Harim y Baaná.

El resto del pueblo, los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, los servidores del templo y todos los que se habían apartado de los gentiles y se habían adherido a la ley de Dios, con sus mujeres, sus hijos y sus hijas—todos los que podían comprender y discernir—,

se adhirieron a sus hermanos, sus dirigentes, y se comprometieron bajo imprecación y juramento: A andar en la ley de Dios, la cual fue dada por medio de Moisés, siervo de Dios. A guardar y cumplir todos los mandamientos de Jehovah nuestro Señor, sus decretos y sus leyes.

A no dar nuestras hijas a los gentiles, ni a tomar sus hijas para nuestros hijos.

A que si los pueblos de la tierra trajesen a vender mercancías y comestibles en día de sábado, nada tomaríamos de ellos en sábado ni en día santo. A dejar de cultivar nuestra tierra en el séptimo año y a perdonar toda deuda.

Nos impusimos la obligación de contribuir con la tercera parte de un siclo al año para la obra de la casa de nuestro Dios:

para el pan de la presentación y la ofrenda vegetal continua; para el holocausto continuo y el de los sábados, lunas nuevas y fiestas solemnes; para las ofrendas santas y los sacrificios por el pecado, a fin de hacer expiación por Israel y por toda la obra de la casa de nuestro Dios.

También hicimos un sorteo entre los sacerdotes, los levitas y el pueblo, con respecto a la ofrenda de leña, para traerla a la casa de nuestro Dios, según nuestras casas paternas, en los tiempos determinados cada año, para hacerla arder sobre el altar de Jehovah nuestro Dios, como está escrito en la ley.

Nos comprometimos a traer cada año a la casa de Jehovah las primicias de nuestra tierra y las primicias del fruto de todo árbol,

así como los primogénitos de nuestros hijos y de nuestros ganados, como está escrito en la ley; y a traer a la casa de nuestro Dios, a los sacerdotes que allí sirven, los primerizos de nuestras vacas y de nuestras ovejas.

Llevaremos a los sacerdotes, a las cámaras de la casa de nuestro Dios, las primicias de nuestras masas, de nuestras ofrendas, del fruto de todo árbol, del vino y del aceite. Llevaremos el diezmo de nuestra tierra a los levitas, porque ellos, los levitas, reciben el diezmo de nuestras labores en todas las ciudades.

Un sacerdote hijo de Aarón estará con los levitas cuando éstos reciban el diezmo, y los levitas llevarán la décima parte del diezmo a la casa de nuestro Dios, a las cámaras del tesoro.

A esas cámaras llevarán los hijos de Israel y los hijos de Leví la ofrenda del grano, del vino nuevo y del aceite. Allí estarán los utensilios del santuario, los sacerdotes que sirven, los porteros y los cantores. Nos comprometimos a no abandonar la casa de nuestro Dios.

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Los habitantes de Jerusalén

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Los habitantes de Jerusalén (16:11:1 - 16:11:24)

Los principales del pueblo se establecieron en Jerusalén. Pero el resto del pueblo hizo un sorteo para que uno de cada diez habitase en Jerusalén, la ciudad santa, y los nueve restantes en las otras ciudades.

El pueblo bendijo a todas las personas que se ofrecieron voluntariamente para habitar en Jerusalén.

Estos eran los jefes de la provincia que habitaron en Jerusalén (en las ciudades de Judá habitaba cada uno en su propiedad, en sus ciudades, tanto los israelitas como los sacerdotes, los levitas, los servidores del templo y los hijos de los siervos de Salomón;

algunos de los hijos de Judá y de los hijos de Benjamín habitaban en Jerusalén): De los hijos de Judá: Ataías hijo de Uzías, hijo de Zacarías, hijo de Amarías, hijo de Sefatías, hijo de Mahalaleel, de los hijos de Fares;

y Maasías hijo de Baruc, hijo de Coljoze, hijo de Hazaías, hijo de Adaías, hijo de Joyarib, hijo de Zacarías, hijo de Siloni.

Todos los hijos de Fares que habitaban en Jerusalén eran 468 hombres valerosos.

Y éstos eran los hijos de Benjamín: Salú hijo de Mesulam, hijo de Joed, hijo de Pedaías, hijo de Colaías, hijo de Maasías, hijo de Itiel, hijo de Jesaías;

y después de él, Gabai y Salai: 928.

Joel hijo de Zicri era supervisor de ellos, y Judá hijo de Hasenúa era el segundo en el mando en la ciudad.

De los sacerdotes: Jedaías hijo de Joyarib, Jaquín,

Seraías hijo de Hilquías, hijo de Mesulam, hijo de Sadoc, hijo de Merayot, hijo de Ajitob, principal de la casa de Dios,

y sus hermanos que hacían la obra del templo: 822. Adaías hijo de Jerojam, hijo de Pelalías, hijo de Amsi, hijo de Zacarías, hijo de Pasjur, hijo de Malquías,

y sus hermanos, jefes de casas paternas: 242. Amasai hijo de Azareel, hijo de Ajzai, hijo de Mesilemot, hijo de Imer,

y sus hermanos, guerreros valientes, eran 128, de los cuales era supervisor Zabdiel hijo de Gedolim.

De los levitas: Semaías hijo de Hasub, hijo de Azricam, hijo de Hasabías, hijo de Buni;

Sabetai, Jozabad, de los jefes de los levitas, encargados de la obra exterior de la casa de Dios;

Matanías hijo de Micaías, hijo de Zabdi, hijo de Asaf, el director que empezaba la acción de gracias al tiempo de la oración; Bacbuquías, el segundo de sus hermanos, y Abda hijo de Samúa, hijo de Galal, hijo de Jedutún.

Todos los levitas en la ciudad santa eran 284.

Los porteros: Acub, Talmón y sus hermanos, los que hacían guardia en las puertas: 172.

El resto de Israel, de los sacerdotes y de los levitas estaban en todas las ciudades de Judá, cada uno en su propiedad.

Pero los servidores del templo habitaban en el Ofel, bajo el mando de Zija y de Guspa.

El supervisor de los levitas en Jerusalén era Uzi hijo de Bani, hijo de Hasabías, hijo de Matanías, hijo de Micaías, de los hijos de Asaf, cantores que estaban al frente de la obra de la casa de Dios.

Porque había un mandato del rey acerca de ellos y un reglamento acerca de los cantores, determinando las cosas para cada día.

Petanías hijo de Mesezabel, de los hijos de Zéraj hijo de Judá, estaba al servicio del rey para todos los asuntos del pueblo.

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Lugares habitados fuera de Jerusalén

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Lugares habitados fuera de Jerusalén (16:11:25 - 16:11:36)

En cuanto a las aldeas con sus campos, algunos de los hijos de Judá habitaron en Quiriat-arba y sus aldeas, en Dibón y sus aldeas, en Cabseel y sus aldeas,

en Jesúa, en Molada, en Bet-pélet,

en Hazar-sual, en Beerseba y sus aldeas,

en Siclag, en Mecona y sus aldeas,

en En-rimón, en Zora, en Jarmut,

en Zanóaj y en Adulam y sus aldeas, en Laquis y sus campos, en Azeca y sus aldeas. Ellos habitaron desde Beerseba hasta el valle de Hinom.

Los hijos de Benjamín habitaron desde Geba, en Micmas, Haía, Betel y sus aldeas,

Anatot, Nob, Ananías,

Hazor, Ramá, Gitaim,

Hadid, Seboím, Nebalat,

Lod y Ono, en el valle de Jarasim.

Algunos grupos de los levitas habitaron en Judá y en Benjamín.

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Sacerdotes y levitas

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Sacerdotes y levitas (16:12:1 - 16:12:26)

Estos son los sacerdotes y los levitas que volvieron con Zorobabel hijo de Salatiel y con Jesúa: Seraías, Jeremías, Esdras,

Amarías, Maluc, Hatús,

Secanías, Rejum, Meremot,

Ido, Ginetón, Abías,

Mijamín, Maadías, Bilga,

Semaías, Joyarib, Jedaías,

Salú, Amoc, Hilquías y Jedaías. Estos eran los jefes de los sacerdotes y sus hermanos en los días de Jesúa.

Los levitas: Jesúa, Binúi, Cadmiel, Serebías, Judá y Matanías, quien juntamente con sus hermanos estaba a cargo de los salmos de acción de gracias.

Bacbuquías y Uni, sus hermanos, estaban frente a ellos en el servicio.

Jesúa engendró a Joyaquim; Joyaquim engendró a Eliasib; Eliasib engrendró a Joyada;

Joyada engendró a Jonatán, y Jonatán engendró a Jadúa.

En los días de Joyaquim, los sacerdotes jefes de casas paternas fueron: Meraías, de la casa paterna de Seraías; Ananías, de la de Jeremías;

Mesulam, de la de Esdras; Johanán, de la de Amarías;

Jonatán, de la de Melicú; José, de la de Sebanías;

Adna, de la de Harim; Helcai, de la de Merayot;

Zacarías, de la de Ido; Mesulam, de la de Ginetón;

Zicri, de la de Abías; de la de Miniamín; Piltai, de la de Moadías;

Samúa, de la de Bilga; Jonatán, de la de Semaías;

Matenai, de la de Joyarib; Uzi, de la de Jedaías;

Calai, de la de Salai; Heber, de la de Amoc,

Hasabías, de la de Hilquías; y Natanael, de la de Jedaías.

Los jefes de las casas paternas de los levitas y de los sacerdotes, en los días de Eliasib, de Joyada, de Johanán y de Jadúa, fueron inscritos hasta el reinado de Darío el persa.

Los hijos de Leví, jefes de casas paternas, también fueron inscritos en el libro de las crónicas, hasta los días de Johanán hijo de Eliasib.

Los jefes de los levitas eran Hasabías, Serebías y Jesúa hijo de Cadmiel, y sus hermanos que se colocaban frente a ellos, un grupo frente a otro, para la alabanza y la acción de gracias, conforme al mandato de David, hombre de Dios.

Matanías, Bacbuquías, Obadías, Mesulam, Talmón y Acub eran los porteros que montaban guardia en los almacenes junto a las puertas.

Ellos sirvieron en los días de Joyacim hijo de Jesúa, hijo de Josadac, y en los días del gobernador Nehemías y del sacerdote y escriba Esdras.

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