Libros Históricos

Maquinaciones de los adversarios

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Maquinaciones de los adversarios (16:6:1 - 16:6:19)

Sucedió que habiendo oído Sanbalat, Tobías, Gesem el árabe y los demás enemigos nuestros que yo había reedificado la muralla y que no quedaban más brechas en ella (aunque hasta aquel tiempo no había colocado las hojas de las puertas),

Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: “Ven y reunámonos en alguna de las aldeas, en el valle de Ono.” Pero ellos habían pensado hacerme daño.

Entonces les envié mensajeros diciendo: “Estoy realizando una gran obra. No puedo ir, porque cesaría el trabajo si yo lo abandonase para ir a vosotros.”

Cuatro veces me enviaron mensajeros con respecto al mismo asunto, y yo les respondí de la misma manera.

Entonces Sanbalat envió a su criado para decirme lo mismo por quinta vez, trayendo en su mano una carta abierta

en la cual estaba escrito: Se ha oído entre los pueblos, y Gesem lo dice, que tú y los judíos pensáis rebelaros, y que por eso tú reedificas la muralla. Según estos rumores, tú has llegado a ser su rey,

y has puesto profetas que te proclamen en Jerusalén diciendo: “¡Hay rey en Judá!” Ahora bien, tales palabras han de ser oídas por el rey. Ven, por tanto, y tomemos consejo juntos.

Entonces envié a decirle: “No han sucedido esas cosas que tú dices, sino que tú las inventas en tu corazón.”

Porque todos ellos nos intimidaban pensando: “Se debilitarán sus manos en la obra, y no será llevada a cabo.” ¡Pero, oh Dios, fortalece mis manos!

Después fui a la casa de Semaías hijo de Delaías, hijo de Mehetabel, porque él estaba encerrado allí. Y me dijo: —Reunámonos en la casa de Dios, dentro del templo, y cerremos las puertas del templo, porque vendrán para matarte. ¡Sí, a la noche vendrán para matarte!

Entonces respondí: —¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Quién siendo como yo entraría en el templo para salvar su vida? ¡No entraré!

Así entendí que Dios no lo había enviado, sino que decía aquella profecía contra mí porque Tobías y Sanbalat le habían contratado.

El fue contratado para que yo fuera intimidado e hiciese eso, y así pecara, de modo que les sirviese de mal nombre para desacreditarme.

¡Acuérdate, oh Dios mío, de Tobías y de Sanbalat, conforme a estas obras suyas, y también de la profetisa Noadía y de los otros profetas que trataban de intimidarme!

La muralla fue terminada el 25 del mes de Elul, en cincuenta y dos días.

Y sucedió que cuando nuestros enemigos oyeron esto, y lo vieron todos los pueblos de nuestros alrededores, se sintieron muy humillados ante sus propios ojos y se dieron cuenta de que esta obra había sido llevada a cabo por nuestro Dios.

Asimismo, en aquellos días iban muchas cartas de los principales de Judá a Tobías, y las de Tobías venían a ellos.

Porque muchos en Judá estaban asociados con él, ya que era yerno de Secanías hijo de Ara, y su hijo Johanán había tomado por mujer a la hija de Mesulam, hijo de Berequías.

Ellos contaban delante de mí las buenas obras de él, y le referían mis palabras. Y Tobías enviaba cartas para intimidarme.

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Nehemías designa dirigentes

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Nehemías designa dirigentes (16:7:1 - 16:7:4)

Sucedió que después que la muralla fue reedificada, coloqué las puertas, y fueron asignados porteros, cantores y levitas.

Luego puse a cargo de Jerusalén a mi hermano Hanani y a Ananías, jefe de la fortaleza, por ser éste un hombre de verdad y temeroso de Dios más que muchos.

Les dije: “No sean abiertas las puertas de Jerusalén sino hasta que caliente el sol. Y mientras los porteros estén en sus puestos, cerrad las puertas y atrancadlas. Colocad los guardias de los habitantes de Jerusalén, unos en su puesto de guardia, y otros frente a su casa.”

La ciudad era espaciosa y grande, pero había poca gente dentro de ella, y las casas no estaban reconstruidas.

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Los que volvieron con Zorobabel

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Los que volvieron con Zorobabel (16:7:5 - 16:7:73)

Entonces mi Dios puso en mi corazón que reuniese a los principales, a los magistrados y al pueblo, para que fuesen registrados según su linaje. Así hallé el libro del registro de los que habían subido la primera vez, y encontré escrito en él lo siguiente:

“Estos son los hombres de la provincia que regresaron de la cautividad, a quienes Nabucodonosor, rey de Babilonia, había llevado cautivos. Ellos volvieron a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad.

Vinieron con Zorobabel, Jesúa, Nehemías, Azarías, Raamías, Najamani, Mardoqueo, Bilsán, Misperet, Bigvai, Nejum y Baaná. “Lista de los hombres del pueblo de Israel:

Los hijos de Paros eran 2.172.

Los hijos de Sefatías, 372.

Los hijos de Pajat-moab, por el lado de los hijos de Jesúa y Joab, 2.818.

Los hijos de Elam, 1.254.

Los hijos de Zatu, 845.

Los hijos de Zacai, 760.

Los hijos de Binúi, 648.

Los hijos de Bebai, 628.

Los hijos de Azgad, 2.322.

Los hijos de Adonicam, 667.

Los hijos de Bigvai, 2.067.

Los hijos de Ater, por el lado de Ezequías, 98.

Los hijos de Hasum, 328.

Los hijos de Bezai, 324.

Los hijos de Harif, 112.

“Los hijos de Gabaón, 95.

Los hombres de Belén y de Netofa, 188.

Los hombres de Anatot, 128.

Los hombres de Bet-azmávet, 42.

Los hombres de Quiriat-jearim, de Cafira y de Beerot, 743.

Los hombres de Micmas, 122.

Los hombres de Betel y de Hai, 123.

Los hombres del otro Nebo, 52.

Los hijos del otro Elam, 1.254.

Los hijos de Harim, 320.

Los hijos de Jericó, 345.

Los hijos de Lod, de Hadid y de Ono, 721.

Los hijos de Senaa, 3.930.

“Los sacerdotes: Los hijos de Jedaías, de la casa de Jesúa, 973.

Los hijos de Pasjur, 1.247.

Los hijos de Harim, 1.017.

“Los levitas: Los hijos de Jesúa, por el lado de Cadmiel, de los hijos de Hodavías, 74.

Los cantores, hijos de Asaf, 148.

Los porteros: Los hijos de Salum, los hijos de Ater, los hijos de Talmón, los hijos de Acub, los hijos de Hatita y los hijos de Sobai, 138.

“Los servidores del templo: Los hijos de Zija, los hijos de Hasufa, los hijos de Tabaot,

los hijos de Queros, los hijos de Siaha, los hijos de Padón,

los hijos de Lebana, los hijos de Hagaba, los hijos de Salmai,

los hijos de Hanán, los hijos de Gidel, los hijos de Gajar,

los hijos de Gazam, los hijos de Uza, los hijos de Paséaj,

los hijos de Besai, los hijos de Meunim, los hijos de Nefusim,

los hijos de Bacbuc, los hijos de Hacufa, los hijos de Harjur,

los hijos de Bazlit, los hijos de Mejida, los hijos de Harsa,

los hijos de Barcos, los hijos de Sísara, los hijos de Tema,

los hijos de Nezíaj, los hijos de Hatifa.

“Los hijos de los siervos de Salomón: Los hijos de Sotai, los hijos de Soféret, los hijos de Perida,

los hijos de Jaala, los hijos de Darcón, los hijos de Gidel,

los hijos de Sefatías, los hijos de Hatil, los hijos de Poquéret-hazebaim, los hijos de Amón.

“Todos los servidores del templo y los hijos de los siervos de Salomón eran 392.

“Estos son los que regresaron de Tel-mélaj, de Tel-jarsa, de Querub, de Adón y de Imer, los cuales no pudieron demostrar su casa paterna ni su linaje, si eran de Israel:

Los hijos de Delaías, los hijos de Tobías y los hijos de Necoda, 642.

“De los sacerdotes: Los hijos de Habaías, los hijos de Cos y los hijos de Barzilai, quien había tomado por mujer a una de las hijas de Barzilai el galadita, y fue llamado según el nombre de ellas.

Estos buscaron sus documentos genealógicos, pero no los hallaron; y fueron excluidos del sacerdocio.

El gobernador les dijo que no comiesen de las cosas más sagradas hasta que hubiese sacerdote para usar el Urim y Tumim.

“Toda la congregación en conjunto era de 42.360,

sin contar sus siervos y sus siervas, que eran 7.337. Ellos tenían 245 cantores, hombres y mujeres.

Sus caballos eran 736, sus mulos 245,

sus camellos 435 y sus asnos 6.720.

“Algunos de los jefes de las casas paternas dieron para la obra. El gobernador dio para el fondo 1.000 dracmas de oro, 50 tazones y 530 vestiduras sacerdotales.

Los jefes de las casas paternas dieron para el fondo de la obra 20.000 dracmas de oro y 2.200 minas de plata.

Lo que dio el resto del pueblo fue 20.000 dracmas de oro, 2.000 minas de plata y 67 túnicas sacerdotales.

“Los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, algunos del pueblo, los servidores del templo y todo Israel habitaron en sus ciudades.” Cuando llegó el mes séptimo, los hijos de Israel ya estaban en sus ciudades.

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Esdras lee la ley al pueblo

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Esdras lee la ley al pueblo (16:8:1 - 16:8:18)

Entonces todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que está frente a la puerta de las Aguas. Y dijeron al escriba Esdras que trajese el libro de la Ley de Moisés, que Jehovah había dado a Israel.

El primer día del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo la Ley ante la congregación de hombres y mujeres, y de todo el que era apto para entender lo que oía.

Y leyó el libro desde el alba hasta el medio día, frente a la plaza que está ante la puerta de las Aguas, en presencia de hombres, de mujeres y de cuantos podían entender. Y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la Ley.

El escriba Esdras estaba sobre una plataforma de madera que habían hecho para ello. Junto a él, a su derecha, estaban Matatías, Sema, Anías, Urías, Hilquías y Maasías; y a su izquierda estaban Pedaías, Misael, Malquías, Hasum, Hasbadana, Zacarías y Mesulam.

Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo, porque él estaba más alto que todo el pueblo. Y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie.

Entonces Esdras bendijo a Jehovah, el gran Dios; y todo el pueblo, alzando las manos, respondió: —¡Amén! ¡Amén! Luego se inclinaron y adoraron a Jehovah con el rostro a tierra.

Entonces los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Quelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaías explicaban la Ley al pueblo, mientras el pueblo permanecía de pie en su lugar.

Ellos leían en el libro de la Ley de Dios, explicando y aclarando el sentido, de modo que entendiesen la lectura.

Nehemías, que era el gobernador, el sacerdote y escriba Esdras y los levitas que enseñaban al pueblo decían a todo el pueblo: —¡Este es un día santo para Jehovah vuestro Dios! No os entristezcáis ni lloréis. Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley.

Luego les dijo: —Id, comed ricos manjares, bebed bebidas dulces y enviad porciones a los que no tienen nada preparado, porque éste es un día santo para nuestro Señor. No os entristezcáis, porque el gozo de Jehovah es vuestra fortaleza.

Los levitas hacían que todo el pueblo guardara silencio, y decían: —Callad, porque el día es santo; no os entristezcáis.

Así todo el pueblo se fue a comer y a beber, a enviar porciones y a regocijarse con gran alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado.

El segundo día se reunieron con el escriba Esdras los jefes de las casas paternas de todo el pueblo, los sacerdotes y los levitas, para profundizar las palabras de la Ley.

Y hallaron escrito en la Ley, que Jehovah había mandado por medio de Moisés, que los hijos de Israel debían habitar en cabañas en la fiesta del mes séptimo.

Entonces informaron y mandaron pregonar en todas sus ciudades y en Jerusalén, diciendo: —¡Salid al monte y traed ramas de olivo, ramas de olivo silvestre, ramas de mirto, ramas de palmeras y ramas de árboles frondosos, para hacer cabañas, como está escrito!

Entonces el pueblo salió y las trajo. Cada persona hizo cabañas para sí sobre su azotea, en sus patios, en los atrios de la casa de Dios, en la plaza de la puerta de las Aguas y en la plaza de la puerta de Efraín.

Toda la congregación que había vuelto de la cautividad hizo cabañas y habitó en ellas, porque desde los días de Josué hijo de Nun hasta aquel día, los hijos de Israel no habían hecho tal cosa. Había una alegría muy grande.

Esdras leía día tras día en el libro de la Ley de Dios, desde el primero hasta el último día. Durante siete días celebraron la fiesta, y al octavo día hubo una asamblea festiva, conforme a lo establecido.

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Esdras confiesa los pecados de Israel

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Esdras confiesa los pecados de Israel (16:9:1 - 16:9:37)

El día 24 del mismo mes se reunieron los hijos de Israel en ayuno, vestidos de cilicio y polvo sobre ellos.

Los del linaje de Israel ya se habían apartado de todos los extranjeros; y estando de pie, confesaban sus pecados y la iniquidad de sus padres.

Puestos de pie en su lugar, leyeron en el libro de la Ley de Jehovah su Dios durante una cuarta parte del día. Durante otra cuarta parte del día confesaron sus pecados y adoraron a Jehovah su Dios.

Entonces, sobre la plataforma de los levitas se pusieron de pie Jesúa, Bani, Cadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Bani y Quenani, e invocaron en voz alta a Jehovah su Dios.

Los levitas Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías dijeron: “¡Levantaos, bendecid a Jehovah vuestro Dios, desde la eternidad hasta la eternidad!” “Bendigan tu nombre glorioso, y sea exaltado más que toda bendición y alabanza.

“Tú eres Jehovah; tú hiciste los cielos, los cielos de los cielos y todo su ejército, la tierra y todo lo que hay en ella, los mares y todo lo que en ellos hay. Tú sostienes con vida a todos; los ejércitos de los cielos te adoran.

“Tú eres, oh Jehovah, el Dios que escogiste a Abram. Lo sacaste de Ur de los caldeos y le pusiste por nombre Abraham.

Hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste un pacto con él para darle la tierra de los cananeos, de los heteos, de los amorreos, de los ferezeos, de los jebuseos y de los gergeseos, a fin de darla a su descendencia. Y cumpliste tu palabra, porque tú eres justo.

“Miraste la aflicción de nuestros padres en Egipto, y escuchaste su clamor junto al mar Rojo.

Hiciste señales y prodigios contra el faraón, contra todos sus servidores y contra todo el pueblo de su tierra. Porque sabías que contra ellos habían actuado con soberbia, y te hiciste un gran nombre, como en el día de hoy.

“Dividiste ante ellos el mar, de modo que pasaron en seco por medio de él. Pero a sus perseguidores echaste en las profundidades, como una piedra en las poderosas aguas.

Los guiaste de día con una columna de nube, y de noche con una columna de fuego, para alumbrarles el camino por donde habían de ir.

“Descendiste sobre el monte Sinaí y les hablaste desde el cielo. Les diste decretos rectos, instrucciones fieles, leyes y mandamientos buenos.

Les hiciste conocer tu santo sábado y les prescribiste mandamientos, leyes e instrucciones por medio de tu siervo Moisés.

“Cuando tuvieron hambre, les diste pan del cielo; y cuando tuvieron sed, les sacaste agua de la peña. Les prometiste que entrarían para tomar posesión de la tierra por la cual alzaste tu mano jurando que les darías.

Pero ellos y nuestros padres actuaron con soberbia; endurecieron su cerviz y no escucharon tus mandamientos.

No quisieron escuchar, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho entre ellos. Más bien, endurecieron su cerviz y designaron un jefe para regresar a su esclavitud en Egipto. Pero tú que eres un Dios perdonador, clemente y compasivo, tardo para la ira y grande en misericordia, no los abandonaste.

“Aun cuando se hicieron un becerro de fundición, cuando dijeron: Este es tu dios que te hizo subir de Egipto, y cometieron grandes abominaciones,

tú por tu gran misericordia no los abandonaste en el desierto. La columna de nube no se apartó de ellos de día, para guiarlos por el camino; ni la columna de fuego de noche, para alumbrarles el camino por el cual habían de ir.

Diste tu buen Espíritu para enseñarles. No retiraste de su boca tu maná, y les diste agua para su sed.

Los sustentaste durante cuarenta años en el desierto; nada les faltó. Sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies.

“Les entregaste reinos y pueblos, y se los distribuiste por fronteras. Así llegaron a tomar posesión de la tierra de Sejón, es decir, la tierra del rey de Hesbón, y de la tierra de Og, rey de Basán.

Multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo, y los llevaste a la tierra que habías prometido a sus padres que entrarían para tomarla en posesión.

Sus hijos entraron y tomaron posesión de la tierra. Delante de ellos sometiste a los cananeos, los habitantes de dicha tierra, y los entregaste en su mano, con sus reyes y los pueblos de la tierra, para que hiciesen con ellos según su voluntad.

Tomaron ciudades fortificadas y una tierra fértil. Heredaron casas llenas de todo bien, cisternas cavadas, viñas, olivares y muchísimos árboles de fruto comestible. Comieron y se saciaron; engordaron y se deleitaron en tu gran bondad.

“Pero fueron desobedientes y se rebelaron contra ti; echaron tu ley a sus espaldas. Mataron a tus profetas que testificaban contra ellos para hacerlos volver a ti, y cometieron grandes abominaciones.

Los entregaste en mano de sus enemigos, los cuales los afligieron. Pero clamaron a ti en el tiempo de su tribulación, y tú los escuchaste desde los cielos. Por tu gran misericordia les diste libertadores que los librasen de mano de sus enemigos.

Pero apenas obtenían comodidad, volvían a hacer lo malo delante de ti, por lo cual los abandonabas en mano de sus enemigos, que se enseñoreaban de ellos. Pero volvieron a clamar a ti, y tú les escuchaste desde los cielos y los libraste muchas veces por tu misericordia.

Les amonestaste para hacerlos volver a tu ley, pero ellos actuaron con soberbia y no escucharon tus mandamientos. Pecaron contra tus decretos, los cuales, el hombre que los cumpla, por ellos vivirá. Dieron las espaldas en rebeldía, endurecieron su cerviz y no escucharon.

“Por muchos años te mostraste paciente y les amonestaste con tu Espíritu por medio de tus profetas, pero no escucharon. Por eso les entregaste en mano de los pueblos de la tierra.

Pero por tu gran misericordia no los consumiste ni los abandonaste, porque tú eres un Dios clemente y misericordioso.

“Ahora pues, oh Dios nuestro, Dios grande, fuerte y temible, que guardas el pacto y la misericordia, no sea tenida como poca cosa delante de ti toda la angustia que nos ha alcanzado: a nuestros reyes, a nuestros magistrados, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros padres y a todo tu pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta el día de hoy.

Sin embargo, tú eres justo en todo lo que nos ha sobrevenido. Porque has actuado con verdad, pero nosotros hemos hecho lo malo.

Nuestros reyes, nuestros magistrados, nuestros sacerdotes y nuestros padres no pusieron por obra tu ley. No atendieron a tus mandamientos ni a tus advertencias con que les advertiste.

Ellos, en su reino, en la abundancia que les diste y en la tierra extensa y fértil que entregaste ante ellos, no te sirvieron ni se volvieron de sus malas obras.

“He aquí que hoy nosotros somos esclavos. En cuanto a la tierra que diste a nuestros padres para que comiesen de su fruto y de su bien, he aquí que en ella somos esclavos.

El fruto de ella se multiplica para los reyes que a causa de nuestros pecados nos has impuesto. Ellos se enseñorean de nuestros cuerpos y de nuestros ganados, conforme a su voluntad; y estamos en gran angustia.”

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