Primer Libro de Samuel

Amistad de David y Jonatán

Imagen Amistad de David y Jonatán 1
Enviado por Joshua

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Amistad de David y Jonatán (9:20:1 - 9:20:42)

David huyó de Nayot, en Ramá. Después acudió a Jonatán y le dijo: —¿Qué he hecho yo? ¿Cuál es mi maldad, o cuál es mi pecado contra tu padre, para que él trate de quitarme la vida?

El le respondió: —¡De ninguna manera! No morirás. He aquí que mi padre no hace cosa grande ni pequeña que no me la revele. ¿Por qué, pues, me ha de encubrir mi padre este asunto? ¡No será así!

Pero David volvió a jurar diciendo: —Tu padre sabe claramente que yo he hallado gracia ante tus ojos y pensará: “Que Jonatán no sepa esto, no sea que se entristezca.” Ciertamente, ¡vive Jehovah y vive tu alma, que apenas hay un paso entre mí y la muerte!

Entonces Jonatán dijo a David: —Haré por ti lo que tú digas.

Y David respondió a Jonatán: —He aquí que mañana es luna nueva, y yo debo sentarme con el rey para comer. Pero tú dejarás que me vaya y me esconda en el campo hasta el atardecer del tercer día.

Si tu padre me echa de menos, dirás: “David me pidió encarecidamente que lo dejase ir de inmediato a Belén, su ciudad, porque todos los de su familia tienen allá el sacrificio anual.”

Imagen Amistad de David y Jonatán 2
Enviado por Joshua

Si él dice: “Está bien,” entonces tu siervo tendrá paz. Pero si se enoja, sabrás que el mal está determinado de parte de él.

Tendrás, pues, misericordia de tu siervo, ya que has hecho entrar a tu siervo en un pacto de Jehovah contigo. Si hay maldad en mí, mátame tú. ¿Para qué llevarme hasta tu padre?

Y Jonatán respondió: —¡Nunca te suceda tal cosa! Antes bien, si llego a saber que está determinado de parte de mi padre que el mal venga contra ti, ¿no te lo avisaré yo?

Entonces David preguntó a Jonatán: —¿Quién me avisará, si tu padre te responde con aspereza?

Jonatán dijo a David: —Ven, salgamos al campo. Salieron ambos al campo,

y Jonatán dijo a David: —Vive Jehovah Dios de Israel, que cuando yo haya sondeado a mi padre mañana como a esta hora, la tercera hora, he aquí que si él muestra buen ánimo para con David, ¿no enviaré yo para hacértelo saber?

Pero si mi padre quiere hacerte daño, ¡así haga Jehovah a Jonatán y aun le añada, si no te lo hago saber! Así te despediré, y te marcharás en paz; y que Jehovah esté contigo, como estuvo con mi padre.

Y si quedo vivo, muéstrame la misericordia de Jehovah, para que yo no muera.

Cuando Jehovah destruya de la tierra uno por uno a los enemigos de David, no elimines para siempre tu misericordia de mi casa.

Así Jonatán hizo un pacto con la casa de David, y dijo: —¡Jehovah lo demande de mano de los enemigos de David!

Jonatán hizo jurar de nuevo a David, a causa de su amor por él; porque le amaba con toda su alma.

Luego le dijo Jonatán: —Mañana es luna nueva, y tú serás echado de menos, porque tu asiento quedará vacío.

Al tercer día descenderás rápidamente y vendrás al lugar donde estabas escondido cuando empezó este problema. Esperarás junto a aquella piedra.

Yo tiraré tres flechas en esa dirección, simulando tirar al blanco.

Y he aquí que enviaré al muchacho diciéndole: “¡Vé y busca las flechas!” Si digo al muchacho: “¡He aquí, las flechas están más acá de ti; tómalas!,” tú vendrás; porque hay paz y no hay peligro. ¡Vive Jehovah!

Pero si yo digo al muchacho: “¡He allí, las flechas están más allá de ti!,” vete; porque Jehovah te manda.

Y en cuanto a las palabras que tú y yo hemos hablado, he aquí que Jehovah es testigo entre tú y yo para siempre.

David se escondió en el campo. Y cuando llegó la luna nueva, el rey se sentó a la mesa para comer.

Como solía, el rey se sentó en su silla, la silla junto a la pared. Jonatán se levantó, y Abner se sentó al lado de Saúl; pero el lugar de David quedó vacío.

Aquel día Saúl no dijo nada, pues pensó: “Algo le habrá acontecido, y no está purificado. Seguramente no está purificado.”

Pero sucedió que al día siguiente, el segundo día después de la luna nueva, el asiento de David quedó vacío, por lo que Saúl preguntó a su hijo Jonatán: —¿Por qué no ha venido a comer el hijo de Isaí, ni ayer ni hoy?

Jonatán respondió a Saúl: —David me pidió encarecidamente que le dejase ir a Belén.

El me dijo: “Por favor, déjame ir, porque los de mi familia tenemos un sacrificio en la ciudad, y mi hermano me lo ha ordenado. Por eso, si he hallado gracia ante tus ojos, permite que me vaya y visite a mis hermanos.” Por eso no ha venido a la mesa del rey.

Entonces Saúl se enfureció contra Jonatán y le dijo: —¡Hijo de la corrompida y rebelde! ¿Acaso no sé que tú has elegido al hijo de Isaí, para vergüenza tuya y para vergüenza de la desnudez de tu madre?

Todo el tiempo que el hijo de Isaí viva sobre la tierra, ni tú estarás firme, ni tu reino. Manda, pues, a traérmelo, porque ha de morir.

Jonatán respondió a su padre Saúl y le dijo: —¿Por qué tiene que morir? ¿Qué ha hecho?

Entonces Saúl le arrojó una lanza para herirlo, por lo que Jonatán entendió que estaba decidido de parte de su padre el dar muerte a David.

Jonatán se levantó de la mesa ardiendo en ira, y no comió el segundo día después de la luna nueva, pues estaba triste por causa de David; porque su padre le había afrentado.

Sucedió que a la mañana siguiente Jonatán salió al campo, según lo convenido con David; y un muchacho pequeño estaba con él.

Entonces dijo al muchacho: —¡Por favor, corre y busca las flechas que yo tire! Cuando el muchacho iba corriendo, él tiraba la flecha de modo que pasara más allá de él.

Cuando el muchacho llegó a donde estaba la flecha que Jonatán había tirado, éste gritó al muchacho diciendo: —¿No está la flecha más allá de ti?

Y Jonatán volvió a gritar tras el muchacho: —¡Date prisa, apresúrate, no te detengas! El muchacho de Jonatán recogió las flechas y volvió a su señor.

Pero el muchacho no entendió nada; solamente Jonatán y David entendían el asunto.

Después Jonatán entregó sus armas al muchacho y le dijo: —Vé y llévalas a la ciudad.

Cuando el muchacho se fue, David se levantó del lado del sur y se inclinó tres veces postrándose en tierra. Luego, besándose el uno al otro, lloraron juntos; aunque David lloró más.

Entonces Jonatán dijo a David: —Vete en paz, porque ambos hemos jurado en el nombre de Jehovah, diciendo: “Jehovah sea testigo entre tú y yo, y entre mis descendientes y tus descendientes, para siempre.” David se levantó y se fue, y Jonatán regresó a la ciudad.

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David huye de Saúl

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > David huye de Saúl (9:21:1 - 9:22:5)

Entonces David fue a Nob, al sacerdote Ajimelec. Este se sorprendió al encontrar a David y le preguntó: —¿Por qué estás tú solo, sin que haya nadie contigo?

David respondió al sacerdote Ajimelec: —El rey me ha encomendado un asunto y me ha dicho: “Nadie sepa nada de este asunto al cual te envío y que te encomiendo.” Y en cuanto a los jóvenes, acordamos reunirnos en cierto lugar.

Ahora pues, ¿qué tienes a mano? Dame cinco panes, o lo que haya.

El sacerdote respondió a David y dijo: —No tengo a mano pan común. Solamente tengo pan sagrado, si es que los jóvenes se han abstenido, al menos, de mujeres.

David respondió al sacerdote y le dijo: —A la verdad, las mujeres nos han sido vedadas como antes, al salir; y los cuerpos de los jóvenes están purificados, aun cuando el camino es profano. Con mayor razón hoy, ellos tienen sus cuerpos purificados.

Así el sacerdote le dio el pan sagrado, porque allí no había más pan que los panes de la Presencia, los cuales habían sido retirados de la presencia de Jehovah y reemplazados por panes calientes el día en que fueron quitados.

Aquel día estaba presente allí, detenido delante de Jehovah, uno de los servidores de Saúl, cuyo nombre era Doeg el edomita, el principal de los pastores de Saúl.

David preguntó a Ajimelec: —¿No tienes aquí a mano una lanza o una espada? Como las órdenes del rey eran apremiantes, no tomé en mi mano ni mi espada ni mis otras armas.

El sacerdote respondió: —La espada de Goliat el filisteo, a quien tú venciste en el valle de Ela, está aquí envuelta en un lienzo, detrás del efod. Si quieres tomarla, tómala, porque aquí no hay otra sino ésa. Y David dijo: —¡Ninguna hay como ésa! ¡Dámela!

Aquel día David se levantó y huyó de la presencia de Saúl, y se fue a Aquis, rey de Gat.

Los servidores de Aquis le dijeron: —¿No es éste David, el rey de la tierra? ¿No es éste aquel a quien cantaban con danzas, diciendo: “Saúl derrotó a sus miles, y David a sus diez miles”?

David tomó a pecho estas palabras y tuvo gran temor de Aquis, rey de Gat.

Así que cambió su conducta delante de ellos, fingiéndose loco cuando estaba con ellos. Hacía marcas en las puertas de la ciudad y dejaba caer su saliva sobre su barba.

Entonces Aquis dijo a sus servidores: —¡He aquí, veis que éste es un hombre demente! ¿Por qué me lo habéis traído?

¿Acaso me faltan locos a mí, para que me traigan a éste, a fin de que haga locuras en mi presencia? ¿Había éste de entrar en mi casa?

De allí se fue David y huyó a la cueva de Adulam. Cuando sus hermanos y toda la casa de su padre oyeron esto, fueron allá a él.

También se juntaron con él todos los oprimidos, todos los endeudados y todos los amargados de espíritu. David fue hecho jefe de ellos, y tenía consigo unos 400 hombres.

De allí David fue a Mizpa, en Moab, y dijo al rey de Moab: —Permite que mi padre y mi madre habiten con vosotros hasta que yo sepa lo que Dios hará de mí.

Los dejó, pues, con el rey de Moab, y vivieron allí todo el tiempo que David estuvo en la fortaleza.

Entonces el profeta Gad dijo a David: —No te quedes en la fortaleza. Vé y entra en la tierra de Judá. Y David partió y se fue al bosque de Haret.

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Saúl mata a los sacerdotes de Nob

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Saúl mata a los sacerdotes de Nob (9:22:6 - 9:22:23)

Saúl se enteró de que habían sido hallados David y los que estaban con él. Saúl estaba en Gabaa, en el lugar alto, debajo de un tamarisco, y tenía su lanza en su mano. Todos sus servidores estaban de pie alrededor de él.

Y Saúl dijo a sus servidores que estaban de pie alrededor de él: —Escuchad, por favor, vosotros, los de Benjamín: ¿También os ha de dar el hijo de Isaí tierras y viñas a todos vosotros? ¿Os hará a todos jefes de millares y de centenas,

para que todos vosotros hayáis conspirado contra mí? No hay quien me revele cuando mi hijo hace un pacto con el hijo de Isaí, ni hay entre vosotros quien se conduela de mí y me revele que mi hijo ha levantado contra mí a un servidor mío, para que me aseche, como lo hace en este día.

Entonces Doeg el edomita, que estaba a cargo de los siervos de Saúl, respondió: —Yo vi al hijo de Isaí, que fue a Nob, a Ajimelec hijo de Ajitob.

Este consultó por él a Jehovah, le dio provisiones y también le entregó la espada de Goliat el filisteo.

El rey mandó llamar al sacerdote Ajimelec hijo de Ajitob y a toda su casa paterna, los sacerdotes que estaban en Nob. Y todos ellos vinieron al rey.

Saúl dijo: —Escucha, pues, hijo de Ajitob. Y él dijo: —Heme aquí, señor mío.

Saúl le preguntó: —¿Por qué conspirasteis contra mí, tú y el hijo de Isaí, cuando tú le diste pan y espada, y consultaste por él a Dios, para que se levantase contra mí y me asechase, como lo hace en este día?

Ajimelec respondió al rey diciendo: —¿Quién entre todos tus servidores es tan fiel como David, que además es yerno del rey, jefe de tu guardia personal e ilustre en tu casa?

¿Acaso fue aquel día la primera vez que consulté por él a Dios? ¡De ninguna manera! No culpe el rey de cosa alguna a su siervo ni a toda mi casa paterna, pues tu siervo no ha sabido ninguna cosa de este asunto, ni grande ni pequeña.

Y el rey dijo: —¡Morirás irremisiblemente, Ajimelec, tú y toda tu casa paterna!

Entonces el rey dijo a los de su escolta que estaban apostados alrededor de él: —¡Volveos y matad a los sacerdotes de Jehovah! Porque la mano de ellos también está con David, y porque sabiendo que él huía, no me lo hicieron saber. Pero los servidores del rey no quisieron extender su mano para matar a los sacerdotes de Jehovah.

Entonces el rey dijo a Doeg: —¡Vuélvete tú y arremete contra los sacerdotes! Doeg el edomita se volvió y arremetió contra los sacerdotes y mató aquel día a ochenta y cinco hombres que vestían efod de lino.

Y a Nob, la ciudad de los sacerdotes, hirió a filo de espada: hombres y mujeres, niños y lactantes; bueyes, asnos y ovejas; a todos los hirió a filo de espada.

Pero un hijo de Ajimelec hijo de Ajitob, que se llamaba Abiatar, escapó y huyó tras David.

Abiatar contó a David cómo Saúl había hecho matar a los sacerdotes de Jehovah.

Y David dijo a Abiatar: —Yo sabía aquel día que estando allí Doeg el edomita, él sin falta se lo iba a contar a Saúl. Yo he sido la causa de la muerte de todas las personas de tu casa paterna.

Pero tú, quédate conmigo; no temas. Quien atente contra mi vida también atentará contra la tuya, pero conmigo estarás seguro.

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David en el desierto

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > David en el desierto (9:23:1 - 9:23:29)

Dieron aviso a David diciendo: “He aquí que los filisteos combaten contra Queila y saquean las eras.”

Entonces David consultó a Jehovah diciendo: —¿Iré a atacar a esos filisteos? Y Jehovah respondió a David: —Vé, ataca a los filisteos y libra a Queila.

Pero los hombres de David le dijeron: —He aquí que nosotros tenemos miedo aquí en Judá; ¡cuánto más si vamos a Queila contra las tropas de los filisteos!

David volvió a consultar a Jehovah, y Jehovah le respondió y dijo: —Levántate, desciende a Queila, porque yo entregaré en tu mano a los filisteos.

David partió con sus hombres a Queila, combatió contra los filisteos, se llevó sus ganados y les ocasionó una gran derrota. Así libró David a los habitantes de Queila.

Aconteció que cuando Abiatar hijo de Ajimelec huyó a donde estaba David, a Queila, llevó consigo el efod.

Y cuando le fue dicho a Saúl que David había ido a Queila, Saúl pensó: “Dios lo ha entregado en mi mano, pues él se ha encerrado a sí mismo al entrar en una ciudad con puertas y cerrojos.”

Entonces Saúl convocó a todo el pueblo para la batalla, para descender a Queila y sitiar a David y a sus hombres.

Pero entendiendo David que Saúl planeaba el mal contra él, dijo al sacerdote Abiatar: —Trae el efod.

Entonces David dijo: —Oh Jehovah Dios de Israel: Tu siervo tiene entendido que Saúl trata de venir a Queila para destruir la ciudad por causa mía.

¿Me entregarán los señores de Queila en su mano? ¿Descenderá Saúl, como tu siervo ha oído? Oh Jehovah Dios de Israel, revélalo, por favor, a tu siervo. Y Jehovah respondió: —Sí, descenderá.

Luego preguntó David: —¿Me entregarán los señores de Queila, a mí y a mis hombres, en mano de Saúl? Y Jehovah respondió: —Sí, te entregarán.

Entonces David se levantó con sus hombres, que eran unos 600, salieron de Queila y deambularon sin rumbo fijo. Y llegó a Saúl la noticia de que David se había escapado de Queila, por lo cual desistió de salir.

David se quedó en el desierto, en los lugares de difícil acceso; se quedó en las montañas del desierto de Zif. Saúl lo buscaba todos los días, pero Dios no lo entregó en su mano.

Y David, al ver que Saúl había salido en asecho de su vida, se quedó en Hores, en el desierto de Zif.

Entonces Jonatán hijo de Saúl se levantó y fue a David en Hores, y le fortaleció en Dios.

Le dijo: —No temas, porque la mano de mi padre Saúl no te encontrará. Tú reinarás sobre Israel, y yo seré segundo después de ti. Aun Saúl mi padre lo sabe.

Ambos hicieron un pacto ante Jehovah. Después David se quedó en Hores, y Jonatán se volvió a su casa.

Los de Zif subieron a decir a Saúl, en Gabaa: —¿No está David escondido entre nosotros, en los lugares de difícil acceso de Hores, en la colina de Haquila, que está al sur de Jesimón?

Ahora, oh rey, desciende pronto, conforme a todo el deseo de tu alma, y nosotros lo entregaremos en mano del rey.

Y Saúl dijo: —Jehovah os bendiga, porque habéis tenido compasión de mí.

Por favor, id y aseguraos bien. Averiguad y ved el lugar por donde anda y quién lo ha visto allí, porque me han dicho que él es sumamente astuto.

Mirad y reconoced todos los escondrijos en donde se oculta. Luego volved a mí con información exacta, y yo iré con vosotros. Si él está en la zona, yo le buscaré entre todos los millares de Judá.

Ellos se levantaron y se fueron a Zif, antes que Saúl. Pero David y sus hombres ya estaban en el desierto de Maón, en el Arabá, al sur de Jesimón.

Saúl partió con sus hombres para buscar a David. Pero avisaron a David, quien bajó de la peña y permaneció en el desierto de Maón. Cuando Saúl lo oyó, persiguió a David en el desierto de Maón.

Saúl iba por un lado del monte, y David con sus hombres iba por el otro lado del monte. David se daba prisa para escapar de Saúl, porque Saúl y sus hombres estaban rodeando a David y a sus hombres, a fin de capturarlos.

Entonces llegó a Saúl un mensajero, diciendo: —Date prisa y ven, porque los filisteos han hecho una incursión en el territorio.

Por tanto, Saúl desistió de perseguir a David y partió contra los filisteos. Por esta razón pusieron por nombre a aquel lugar Sela-hamajlecot.

De allí David subió y habitó en los lugares de difícil acceso de En-guedi.

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David perdona la vida a Saúl en En-gadi

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > David perdona la vida a Saúl en En-gadi (9:24:1 - 9:24:22)

Sucedió que cuando Saúl volvió de atacar a los filisteos, le avisaron diciendo: “He aquí que David está en el desierto de En-guedi.”

Entonces Saúl tomó a 3.000 hombres escogidos de todo Israel y fue en busca de David y de sus hombres, por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses.

En el camino, Saúl llegó a un redil de ovejas donde había una cueva, y entró allí para hacer sus necesidades. David y sus hombres estaban sentados en la parte más recóndita de la cueva.

Y sus hombres dijeron a David: —Este es el día del cual te dijo Jehovah: “He aquí, yo entregaré a tu enemigo en tu mano, y harás con él lo que te parezca bien.” Entonces David se levantó y cortó el borde del manto de Saúl, sin ser notado.

Sucedió después de esto que el corazón de David le golpeaba, por haber cortado el borde del manto de Saúl.

Y David dijo a sus hombres: —Jehovah me libre de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehovah: que yo extienda mi mano contra él, porque él es el ungido de Jehovah.

Entonces David reprimió a sus hombres con palabras y no les permitió que atacasen a Saúl. Luego Saúl salió de la cueva y continuó su camino.

Después David se levantó, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl diciendo: —¡Mi señor el rey! Cuando Saúl miró atrás, David inclinó su rostro a tierra y se postró.

Entonces David preguntó a Saúl: —¿Por qué escuchas las palabras de los hombres que dicen: “He aquí que David busca tu mal”?

He aquí, tus ojos han visto en este día cómo Jehovah te ha puesto hoy en mi mano en la cueva. Me dijeron que te matara, pero yo tuve compasión de ti y dije: “No extenderé mi mano contra mi señor, porque él es el ungido de Jehovah.”

¡Mira, padre mío! Mira el borde de tu manto en mi mano. Yo corté el borde de tu manto, pero no te maté. Mira, pues, y reconoce que no hay maldad ni rebelión en mí. Yo no he pecado contra ti, pero tú andas a la caza de mi vida, para quitármela.

Que Jehovah juzgue entre tú y yo, y que Jehovah me vengue de ti; pero mi mano no será contra ti.

Como dice el proverbio de los antiguos: “De los impíos saldrá la impiedad.” Pero mi mano no será contra ti.

¿Tras quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A una pulga?

Que Jehovah sea el juez y juzgue entre tú y yo. Que él vea y contienda por mi causa, y me defienda de tu mano.

Y sucedió que cuando David acabó de decir a Saúl estas palabras, Saúl preguntó: —¿No es ésa tu voz, David, hijo mío? Entonces Saúl alzó su voz y lloró.

Luego dijo a David: —Tú eres más justo que yo, porque tú me has tratado bien, cuando yo te he tratado mal.

Tú has demostrado hoy que me has hecho bien, porque Jehovah me entregó en tu mano, y tú no me mataste.

Cuando un hombre halla a su enemigo, ¿lo deja ir sano y salvo? ¡Jehovah te recompense con bien por lo que has hecho conmigo este día!

Ahora, he aquí yo sé que tú ciertamente has de reinar y que el reino de Israel ha de ser estable en tu mano.

Ahora pues, júrame por Jehovah que no eliminarás a mis descendientes después de mí, ni borrarás mi nombre de mi casa paterna.

David se lo juró a Saúl, y Saúl regresó a su casa. Entonces David y sus hombres subieron a la fortaleza.

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