Libros Proféticos

Jeremías es amenazado de muerte

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Jeremías > Jeremías es amenazado de muerte (24:26:1 - 24:26:24)

En el principio del reinado de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, vino esta palabra de Jehovah, diciendo:

“Así ha dicho Jehovah: Ponte de pie en el atrio de la casa de Jehovah y habla todas las palabras que te he mandado que hables, a todos los de las ciudades de Judá que vienen para adorar en la casa de Jehovah. No omitas ni una sola palabra;

quizás oigan y se vuelvan, cada uno de su mal camino, y yo desista del mal que he pensado hacerles por causa de la maldad de sus obras.

Les dirás que así ha dicho Jehovah: Si no me escucháis para andar en mi ley, la cual he puesto delante de vosotros,

ni escucháis las palabras de mis siervos los profetas que persistentemente os he enviado (a los cuales no habéis escuchado),

entonces haré a este templo como hice al de Silo y expondré esta ciudad como una maldición ante todas las naciones de la tierra.”

Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías hablar estas palabras en la casa de Jehovah.

Pero sucedió que cuando Jeremías terminó de decir todo lo que Jehovah le había mandado que hablase a todo el pueblo, lo apresaron los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, diciendo: “Irremisiblemente morirás.

¿Por qué has profetizado en nombre de Jehovah, diciendo: Este templo será como Silo, y esta ciudad será destruida hasta no quedar habitante en ella?” Y todo el pueblo se congregó contra Jeremías en la casa de Jehovah.

Cuando los magistrados de Judá oyeron estas cosas, subieron de la casa del rey a la casa de Jehovah y se sentaron a la entrada de la puerta Nueva de la casa de Jehovah.

Entonces los sacerdotes y los profetas hablaron a los magistrados y a todo el pueblo, diciendo: —¡Este hombre merece la pena de muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como vosotros lo habéis oído con vuestros propios oídos!

Entonces Jeremías habló a todos los magistrados y a todo el pueblo, diciendo: —Jehovah me ha enviado para profetizar contra este templo y contra esta ciudad todas las palabras que habéis oído.

Ahora pues, corregid vuestros caminos y vuestras obras, y escuchad la voz de Jehovah vuestro Dios, y Jehovah desistirá del mal que ha hablado contra vosotros.

Y en lo que a mí respecta, he aquí estoy en vuestras manos: Haced de mí como mejor y más recto os parezca.

Pero sabed con certeza que si me matáis, echaréis sangre inocente sobre vosotros, sobre esta ciudad y sobre sus habitantes. Porque en verdad Jehovah me ha enviado para decir todas estas palabras en vuestros oídos.

Entonces los magistrados y todo el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: —Este hombre no merece la pena de muerte, porque ha hablado en nombre de Jehovah, nuestro Dios.

Luego se levantaron algunos hombres de los ancianos del país y hablaron a toda la asamblea del pueblo, diciendo:

—Miqueas de Moréset profetizaba en tiempos de Ezequías, rey de Judá. El habló a todo el pueblo de Judá, diciendo: “Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: Sion será arada como campo. Jerusalén será convertida en un montón de ruinas; y el monte del templo, en cumbres boscosas.”

¿Acaso Ezequías, rey de Judá, y todo Judá lo mataron? ¿Acaso no temió a Jehovah e imploró el favor de Jehovah, y Jehovah desistió del mal que había hablado contra ellos? Nosotros estamos haciendo un mal grande contra nosotros mismos.

Hubo también un hombre que profetizaba en nombre de Jehovah: Urías hijo de Semaías, de Quiriat-jearim, el cual profetizó contra esta ciudad y contra esta tierra, conforme a todas las palabras de Jeremías.

El rey Joacim, todos sus valientes y todos sus magistrados oyeron sus palabras, y el rey procuró matarlo. Pero Urías se enteró, tuvo miedo y huyó, y se fue a Egipto.

El rey Joacim envió a Egipto unos hombres: a Elnatán hijo de Acbor y a otros hombres con él.

Ellos sacaron a Urías de Egipto y lo llevaron al rey Joacim, quien lo mató a espada y echó su cadáver en los sepulcros de la gente del pueblo.

Pero la mano de Ajicam hijo de Safán estaba con Jeremías, para que no lo entregasen en mano del pueblo para matarlo.

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La señal de los yugos

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Jeremías > La señal de los yugos (24:27:1 - 24:27:22)

En el principio del reinado de Sedequías hijo de Josías, rey de Judá, vino esta palabra de Jehovah a Jeremías.

Jehovah me dijo así: “Haz coyundas y yugos, y ponlos sobre tu cuello.

Luego los enviarás al rey de Edom, al rey de Moab, al rey de los hijos de Amón, al rey de Tiro y al rey de Sidón, por medio de los mensajeros que vienen a Jerusalén a Sedequías, rey de Judá.

Y les mandarás que digan a sus señores que así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: Así habéis de decir a vuestros señores:

Con mi gran poder y mi brazo extendido hice la tierra, al hombre y a los animales que están sobre la faz de la tierra, y la he dado a quien me place.

Ahora yo he entregado todas estas tierras en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo. Le he dado aun los animales del campo, para que le sirvan.

Todas las naciones le servirán a él, como a su hijo y al hijo de su hijo, hasta que también le llegue su tiempo a su propia tierra; luego se servirán de él muchas naciones y grandes reyes.

“Y sucederá que a la nación o al reino que no sirva a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que no ponga su cuello bajo el yugo del rey de Babilonia, yo castigaré a tal nación con espada, hambre y peste, hasta que los acabe por medio de su mano, dice Jehovah.

“Vosotros, pues, no escuchéis a vuestros profetas, ni a vuestros encantadores, ni a vuestros soñadores, ni a vuestros espiritistas ni a vuestros hechiceros que os hablan diciendo: No serviréis al rey de Babilonia.

Porque ellos os profetizan mentira, de modo que seáis alejados de vuestra tierra y que yo os expulse y perezcáis.

Pero a la nación que someta su cuello al yugo del rey de Babilonia y le sirva, haré que la dejen en su tierra, y habitará en ella,” dice Jehovah.

Y hablé a Sedequías, rey de Judá, conforme a todas estas palabras, diciendo: “Someted vuestros cuellos al yugo del rey de Babilonia. Servidle a él y a su pueblo, y viviréis.

¿Por qué habréis de morir tú y tu pueblo por la espada, el hambre y la peste, como ha dicho Jehovah acerca de la nación que no sirva al rey de Babilonia?

No escuchéis las palabras de los profetas quienes os hablan diciendo: No serviréis al rey de Babilonia, pues os profetizan mentira.

Porque Jehovah dice: Yo no los envié; no obstante, ellos profetizan falsamente en mi nombre, de modo que yo os expulse y perezcáis vosotros y los profetas que os profetizan.”

También a los sacerdotes y a todo este pueblo hablé diciendo: “No escuchéis las palabras de vuestros profetas, quienes os profetizan diciendo: He aquí que los utensilios de la casa de Jehovah serán traídos pronto de Babilonia, porque os profetizan mentira.

No los escuchéis; servid al rey de Babilonia y vivid. ¿Por qué ha de ser desolada esta ciudad?

Si ellos son profetas y si está con ellos la palabra de Jehovah, que intercedan ante Jehovah de los Ejércitos, para que no vayan a Babilonia los utensilios que han quedado en la casa de Jehovah, en la casa del rey de Judá y en Jerusalén.

Porque así ha dicho Jehovah de los Ejércitos acerca de aquellas columnas, de la fuente, de las bases de las pilas móviles y del resto de los objetos que quedan en esta ciudad,

y que no llevó Nabucodonosor rey de Babilonia, cuando llevó cautivos a Babilonia a Joaquín hijo de Joacim, rey de Judá, y a todos los nobles de Judá y de Jerusalén.

Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel, acerca de los objetos que han quedado en la casa de Jehovah y en la casa del rey de Judá y en Jerusalén:

Serán llevados a Babilonia y allí estarán hasta el día en que yo los visite con mi favor, dice Jehovah. Después los haré volver, y los restituiré a este lugar.”

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Falsa profecía de Hananías

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Jeremías > Falsa profecía de Hananías (24:28:1 - 24:28:17)

Aconteció en el mismo año, en el principio del reinado de Sedequías rey de Judá, en el mes quinto del cuarto año, que Ananías hijo de Azur, que era el profeta de Gabaón, me habló en la casa de Jehovah, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo, diciendo:

—Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel, diciendo: “He roto el yugo del rey de Babilonia.

Dentro de dos años haré volver a este lugar todos los utensilios de la casa de Jehovah que Nabucodonosor rey de Babilonia tomó de este lugar y los llevó a Babilonia.

También haré volver a este lugar a Joaquín hijo de Joacim, rey de Judá, y a todos los de Judá que fueron llevados cautivos a Babilonia, porque romperé el yugo del rey de Babilonia,” dice Jehovah.

Entonces el profeta Jeremías respondió al profeta Ananías, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo que estaba de pie en la casa de Jehovah.

Y el profeta Jeremías dijo: —¡Así sea! Así lo haga Jehovah. Confirme Jehovah las palabras que has profetizado, para hacer volver de Babilonia a este lugar los utensilios de la casa de Jehovah y a todos los que fueron llevados cautivos.

Sin embargo, escucha esta palabra que yo hablo a tus oídos y a oídos de todo el pueblo:

Los profetas que vinieron antes de ti y antes de mi, desde tiempos antiguos, profetizaron de guerras, de desastres y de pestes contra muchas tierras y contra grandes reinos.

En cuanto al profeta que profetiza paz, cuando su palabra se cumpla, se reconocerá que a tal profeta verdaderamente le ha enviado Jehovah.

Entonces el profeta Ananías quitó el yugo del cuello del profeta Jeremías y lo rompió.

Y Ananías habló en presencia de todo el pueblo, diciendo: —Así ha dicho Jehovah: “De esta manera romperé el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia, del cuello de todas las naciones, dentro de dos años.” Y Jeremías se fue por su camino.

Después que el profeta Ananías rompió el yugo del cuello del profeta Jeremías, vino la palabra de Jehovah a Jeremías, diciendo:

—Vé, habla a Ananías y dile que así ha dicho Jehovah: “Tú has roto yugos de madera, pero en lugar de ellos harás yugos de hierro.”

Porque así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: “He puesto un yugo de hierro sobre el cuello de todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y le servirán. Le he dado a él aun los animales del campo.”

Entonces el profeta Jeremías dijo al profeta Ananías: —Escucha, Ananías: Jehovah no te ha enviado, y tú has hecho que este pueblo confíe en la mentira.

Por tanto, así ha dicho Jehovah: “He aquí, yo te quito de sobre la faz de la tierra. Morirás en este mismo año, porque incitaste a la rebelión contra Jehovah.”

En el mismo año, en el mes séptimo, murió Ananías.

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Carta de Jeremías a los cautivos

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Jeremías > Carta de Jeremías a los cautivos (24:29:1 - 24:29:32)

Estas son las palabras de la carta que el profeta Jeremías envió de Jerusalén al resto de los ancianos de la cautividad, a los sacerdotes, a los profetas y a todo el pueblo, que Nabucodonosor había llevado cautivo de Jerusalén a Babilonia.

Esto sucedió después de haber salido de Jerusalén el rey Joaquín y la reina madre, los funcionarios, los magistrados de Judá y de Jerusalén, los artesanos y los herreros.

La carta fue enviada por medio de Elasa hijo de Safán y de Gemarías hijo de Hilquías, a quienes Sedequías rey de Judá envió a Babilonia, a Nabucodonosor rey de Babilonia. Y decía:

Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: “A todos los que están en la cautividad, a quienes hice llevar cautivos de Jerusalén a Babilonia:

Edificad casas y habitadlas. Plantad huertos y comed del fruto de ellos.

Contraed matrimonio y engendrad hijos e hijas. Tomad mujeres para vuestros hijos y dad vuestras hijas en matrimonio, para que den a luz hijos e hijas. Multiplicaos allí, y no disminuyáis.

Procurad el bienestar de la ciudad a la cual os hice llevar cautivos. Rogad por ella a Jehovah, porque en su bienestar tendréis vosotros bienestar.”

Porque así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: “No os engañen vuestros profetas que están entre vosotros, ni vuestros encantadores. No prestéis oído a sus sueños que ellos sueñan.

Pues ellos os profetizan falsamente en mi nombre. Yo no los envié,” dice Jehovah.

Porque así ha dicho Jehovah: “Cuando según mi dicho se cumplan setenta años para Babilonia, os visitaré con mi favor y os cumpliré mi buena promesa de haceros regresar a este lugar.

Porque yo sé los planes que tengo acerca de vosotros, dice Jehovah, planes de bienestar y no de mal, para daros porvenir y esperanza.

Entonces me invocaréis. Vendréis y oraréis a mí, y yo os escucharé.

Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis con todo vuestro corazón.

Me dejaré hallar de vosotros, dice Jehovah, y os restauraré de vuestra cautividad. Os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares a donde os he expulsado, dice Jehovah. Y os haré volver al lugar de donde hice que os llevaran cautivos.”

Vosotros habéis dicho: “Jehovah nos ha levantado profetas en Babilonia.”

Pero así ha dicho Jehovah acerca del rey que está sentado sobre el trono de David y de todo el pueblo que habita en esta ciudad, vuestros hermanos que no salieron en cautividad con vosotros;

así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: “He aquí, yo envío contra ellos la espada, el hambre y la peste. Procederé con ellos como con los higos malos, que por ser tan malos no se pueden comer.

Los perseguiré con espada, con hambre y con peste. Haré que sean motivo de espanto para todos los reinos de la tierra, y maldición, horror, rechifla y afrenta ante todas las naciones a las cuales los he expulsado,

dice Jehovah, porque no escucharon mis palabras que persistentemente os he enviado por medio de mis siervos los profetas. Y no habéis escuchado,” dice Jehovah.

Oíd, pues, la palabra de Jehovah, vosotros todos los expatriados que eché de Jerusalén a Babilonia.

Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel, acerca de Acab hijo de Colías y de Sedequías hijo de Maasías, quienes os profetizan falsamente en mi nombre: “He aquí, yo los entrego en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, y él los matará ante vuestros ojos.

De ellos se derivará esta maldición para todos los expatriados de Judá que están en Babilonia: Jehovah te haga como a Sedequías y como a Acab, a quienes el rey de Babilonia los asó al fuego.

Porque hicieron infamia en Israel, cometiendo adulterio con las mujeres de sus prójimos, y porque en mi nombre hablaron falsamente palabras que no les mandé, lo cual yo lo sé y soy testigo,” dice Jehovah.

Y a Semaías de Nejelam hablarás diciendo

que así ha hablado Jehovah de los Ejércitos, por cuanto en tu propio nombre enviaste cartas a todo el pueblo que está en Jerusalén, al sacerdote Sofonías hijo de Maasías y a todos los demás sacerdotes, diciendo:

“Jehovah te ha hecho sacerdote en lugar del sacerdote Joyada, para que en la casa de Jehovah te encargues de todo hombre loco que se ponga a profetizar, y lo metas en el cepo y en el collar de hierro.

Ahora pues, ¿por qué no has reprendido a Jeremías de Anatot, que os profetiza?

Porque por cierto nos ha enviado a decir en Babilonia: Largo va a ser el cautiverio. Edificad casas y habitadlas; plantad huertos y comed del fruto de ellos”

El sacerdote Sofonías leyó esta carta a oídos del profeta Jeremías.

Y vino la palabra de Jehovah a Jeremías, diciendo:

“Manda decir a todos los expatriados que así ha dicho Jehovah acerca de Semaías de Nejelam: Porque Semaías os profetizó sin que yo lo enviara, y os hizo confiar en una mentira,

por eso así ha dicho Jehovah: He aquí que yo castigaré a Semaías de Nejelam y a su descendencia. No tendrá un solo hombre que habite en medio de este pueblo, ni verá el bien que haré a mi pueblo, dice Jehovah, porque ha incitado a la rebelión contra Jehovah.”

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Dios promete que los cautivos volverán

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Jeremías > Dios promete que los cautivos volverán (24:30:1 - 24:31:26)

La palabra de Jehovah que vino a Jeremías, diciendo

“Así ha dicho Jehovah Dios de Israel: Escribe en un libro todas estas palabras que te he hablado.

Porque he aquí vienen días, dice Jehovah, en que restauraré de la cautividad a mi pueblo Israel y a Judá, ha dicho Jehovah. Los haré volver a la tierra que di a sus padres, y tomarán posesión de ella.”

Estas son las palabras que habló Jehovah acerca de Israel y de Judá.

Así ha dicho Jehovah: “Hemos oído una voz de estremecimiento; hay terror, y no hay paz.

Preguntad, pues, y mirad: ¿Acaso un varón da a luz? ¿Por qué he visto a todo hombre con las manos sobre las caderas como una mujer que da a luz, y todas las caras se han vuelto pálidas?

¡Oh, cuán grande será aquel día; tanto, que no hay otro semejante a él! Será tiempo de angustia para Jacob, pero será librado de él.

“Sucederá en aquel día, dice Jehovah de los Ejércitos, que yo quebraré el yugo de sobre su cuello y romperé sus coyundas. Los extraños no volverán a someterlo a servidumbre.

Más bien, servirán a Jehovah su Dios y a David su rey, a quien yo levantaré para ellos.

“Pero tú no temas, oh siervo mío Jacob, ni desmayes, oh Israel, dice Jehovah. Porque he aquí, yo soy el que te salva desde lejos; y a tu descendencia, de la tierra de su cautividad. Jacob volverá y estará tranquilo; estará confiado, y no habrá quien lo atemorice.

Porque yo estoy contigo para salvarte, dice Jehovah. Ciertamente haré exterminio en todas las naciones entre las cuales te he dispersado; pero en ti no haré exterminio, sino que te castigaré con justicia. De ninguna manera te daré por inocente.

Porque así ha dicho Jehovah: Tu quebranto es incurable, y tu herida es grave.

No hay quien juzgue tu causa; no tienes remedio eficaz para tu úlcera.

Todos tus amantes se han olvidado de ti; ya no te buscan. Porque te he herido como a enemigo con castigo de hombre cruel, a causa del gran número de tus maldades y de la multitud de tus pecados.

¿Por qué gritas por tu quebranto? Tu dolor es incurable, porque por la grandeza de tu iniquidad y por tus muchos pecados te he hecho esto.

Pero todos los que te devoran serán devorados; y todos tus enemigos, todos ellos, irán en cautividad. Los que te saquean serán víctimas del saqueo, y a todos los que te despojan los entregaré al despojo.

Porque yo te traeré sanidad y curaré tus heridas, dice Jehovah; pues te han llamado Desechada, diciendo: Esta es Sion, a quien nadie busca.”

Así ha dicho Jehovah: “He aquí, yo restauraré de la cautividad las tiendas de Jacob; de sus moradas tendré misericordia. La ciudad será reedificada sobre su montículo de escombros, y el palacio quedará en su lugar.

Acciones de gracias saldrán de ellos, y la voz de los que se regocijan. Los multiplicaré, y no serán disminuidos. Los honraré, y no serán insignificantes.

Sus hijos serán como en el pasado, y su congregación tendrá estabilidad delante de mí. Y castigaré a todos sus opresores.

“Uno de ellos será su soberano, y de en medio de ellos saldrá su gobernante. Yo le haré acercarse, y él se llegará a mí. Porque, ¿quién es aquel que arriesga su corazón para acercarse a mí?, dice Jehovah.

Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.

“He aquí que el huracán de Jehovah sale con furor. Es un huracán que gira e irrumpe sobre la cabeza de los impíos.

No se apartará el ardor de la ira de Jehovah hasta que haya hecho y cumplido los propósitos de su corazón. Al final de los días lo entenderéis.

“En aquel tiempo, dice Jehovah, yo seré el Dios de todas las familias de Israel; y ellos serán mi pueblo.

Así ha dicho Jehovah: Cuando Israel iba en pos de su reposo, el pueblo que había sobrevivido de la espada halló gracia en el desierto.”

Jehovah me ha aparecido desde hace mucho tiempo, diciendo: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te he prolongado mi misericordia.

Otra vez he de edificarte, y serás edificada, oh virgen de Israel. Otra vez serás adornada con tus panderos y saldrás en las danzas de los que se regocijan.

Otra vez plantarás viñas en los montes de Samaria, y los que las planten gozarán del fruto.

Porque habrá un día en que gritarán los guardias en la región montañosa de Efraín: ¡Levantaos, y subamos a Sion, a Jehovah, nuestro Dios!”

Porque así ha dicho Jehovah: “Regocijaos con alegría a causa de Jacob, y gritad de júbilo ante la cabeza de las naciones. Proclamad, alabad y decid: ¡Oh Jehovah, salva a tu pueblo, al remanente de Israel!

“He aquí, yo los traigo de la tierra del norte, y los reuniré de los confines de la tierra. Entre ellos vendrán los ciegos y los cojos, la mujer encinta y la que da a luz. Como una gran multitud volverán acá.

Vendrán con llanto, pero con consuelo los guiaré y los conduciré junto a los arroyos de aguas, por un camino parejo en el cual no tropezarán. Porque yo soy un Padre para Israel, y Efraín es mi primogénito.”

¡Oh naciones, escuchad la palabra de Jehovah y hacedlo saber en las costas lejanas! Decid: “El que dispersó a Israel lo reunirá y lo guardará, como el pastor guarda su rebaño.”

Porque Jehovah ha rescatado a Jacob; lo ha redimido de mano del que es más fuerte que él.

Vendrán y darán alabanza en la cumbre de Sion. Correrán hacia la bondad de Jehovah: al grano, al vino nuevo, al aceite y a las crías de las ovejas y de las vacas. Su vida será como huerto de riego; nunca más volverán a languidecer.

“Entonces la virgen se regocijará en la danza, y los jóvenes y los ancianos juntamente. Porque transformaré su duelo en regocijo; los consolaré y los alegraré en su dolor.

Colmaré de abundancia el alma del sacerdote, y mi pueblo se saciará de mi bondad,” dice Jehovah.

Así ha dicho Jehovah: “Voz fue oída en Ramá; lamento y llanto amargo. Raquel lloraba por sus hijos, y no quería ser consolada por sus hijos, porque perecieron.”

Así ha dicho Jehovah: “Reprime tu voz del llanto y tus ojos de las lágrimas, porque tu obra tiene recompensa, dice Jehovah. Ellos volverán de la tierra del enemigo.

Hay esperanza para tu porvenir; tus hijos volverán a su territorio, dice Jehovah.

“Ciertamente yo he oído a Efraín que se lamentaba diciendo: Me azotaste, y fui castigado como novillo indómito. Hazme volver, y volveré; porque tú eres Jehovah mi Dios.

Porque después de desviarme, me arrepentí; y después de darme cuenta, golpeé mi muslo. Fui avergonzado y también afrentado, porque he llevado el oprobio de mi juventud.

“¿Acaso no es Efraín un hijo querido para mí? ¿Acaso no es un niño precioso? Porque cada vez que hablo contra él, lo recuerdo más. Por eso mis entrañas se enternecen por él. Ciertamente tendré misericordia de él, dice Jehovah.

“Levanta señales, pon indicadores de caminos. Pon atención al camino principal, el camino por el cual caminaste. Vuelve, oh virgen de Israel; vuelve a estas tus ciudades.

¿Hasta cuándo andarás de un lado para otro, oh hija rebelde? Pues Jehovah hará una novedad en la tierra: La mujer rodeará al hombre.”

Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: “Cuando yo los restaure de su cautividad, dirán otra vez estas palabras en la tierra de Judá y en sus ciudades: ¡Jehovah te bendiga, oh morada de justicia, oh monte santo!

Y habitarán juntos en ella Judá y todas sus ciudades, los labradores y los que se desplazan con los rebaños.

Porque he de saciar al alma fatigada, y he de llenar a toda alma que languidece.”

En esto desperté y vi que mi sueño había sido placentero.

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