Epístolas

El rollo y el Cordero

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > El rollo y el Cordero (66:5:1 - 66:5:14)

Vi en la mano derecha del que estaba sentado sobre el trono, un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.

También vi a un ángel poderoso que proclamaba a gran voz: “¿Quién es digno de abrir el libro y de desatar sus sellos?”

Pero ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro; ni siquiera mirarlo.

Y yo lloraba mucho, porque ninguno fue hallado digno de abrir el libro; ni siquiera de mirarlo.

Y uno de los ancianos me dijo: “No llores. He aquí el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos.”

Y en medio del trono y de los cuatro seres vivientes y de los ancianos vi un Cordero de pie, como inmolado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados a toda la tierra.

El fue y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.

Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos.

Ellos entonaban un cántico nuevo, diciendo: “¡Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos! Porque tú fuiste inmolado y con tu sangre has redimido para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación.

Tú los has constituido en un reino y sacerdotes para nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra.”

Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono y de los seres vivientes y de los ancianos. El número de ellos era miríadas de miríadas y millares de millares.

Y decían a gran voz: “Digno es el Cordero, que fue inmolado, de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.”

Y oí a toda criatura que está en el cielo y sobre la tierra y debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, diciendo: “Al que está sentado en el trono y al Cordero sean la bendición y la honra y la gloria y el poder por los siglos de los siglos.”

Los cuatro seres vivientes decían: “¡Amén!” Y los veinticuatro ancianos se postraron y adoraron.

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Los sellos

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > Los sellos (66:6:1 - 66:6:17)

Y miré cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes que decía con voz de trueno: “¡Ven!”

Y miré, y he aquí un caballo blanco. El que estaba montado sobre él tenía un arco, y le fue dada una corona; y salió venciendo y para vencer.

Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente que decía: “¡Ven!”

Y salió otro caballo, rojo. Al que estaba montado sobre él, le fue dado poder para quitar la paz de la tierra y para que se matasen unos a otros. Y le fue dada una gran espada.

Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente que decía: “¡Ven!” Y miré y he aquí un caballo negro, y el que estaba montado sobre él tenía una balanza en su mano.

Y oí como una voz en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: “¡Una medida de trigo por un denario, y tres medidas de cebada por un denario! Y no hagas ningún daño al vino ni al aceite.”

Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente que decía: “¡Ven!”

Y miré, y he aquí un caballo pálido; y el que estaba montado sobre él se llamaba Muerte; y el Hades le seguía muy de cerca. A ellos les fue dado poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada y con hambre y con pestilencia y por las fieras del campo.

Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos a causa de la palabra de Dios y del testimonio que ellos tenían.

Y clamaban a gran voz diciendo: “¿Hasta cuándo, oh soberano Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre sobre los que moran en la tierra?”

Y a cada uno de ellos le fue dado un vestido blanco; y se les dijo que descansaran todavía un poco de tiempo, hasta que se completase el número de sus consiervos y sus hermanos que también habían de ser muertos como ellos.

Y miré cuando él abrió el sexto sello, y se produjo un gran terremoto. El sol se puso negro como tela de cilicio; la luna entera se puso como sangre,

y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como una higuera arroja sus higos tardíos cuando es sacudida por un fuerte viento.

El cielo fue apartado como un pergamino enrollado, y toda montaña e isla fueron removidas de sus lugares.

Los reyes de la tierra, los grandes, los comandantes, los ricos, los poderosos, todo esclavo y todo libre se escondieron en las cuevas y entre las peñas de las montañas,

y decían a las montañas y a las peñas: “Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del que está sentado sobre el trono y de la ira del Cordero.

Porque ha llegado el gran día de su ira, y ¡quién podrá permanecer de pie!”

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Los 144,000 sellados

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > Los 144,000 sellados (66:7:1 - 66:7:8)

Después de esto, vi a cuatro ángeles que estaban de pie sobre los cuatro puntos cardinales de la tierra, y que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol.

Y vi que otro ángel, subiendo del oriente, tenía el sello del Dios vivo. Y llamó a gran voz a los cuatro ángeles a quienes les fue dado hacer daño a la tierra y al mar,

diciendo: “¡No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con un sello la frente de los siervos de nuestro Dios!”

Oí el número de los sellados: 144.000 sellados de todas las tribus de los hijos de Israel.

Sellados, de la tribu de Judá, 12.000 de la tribu de Rubén, 12.000 de la tribu de Gad, 12.000

de la tribu de Aser, 12.000 de la tribu de Neftalí, 12.000 de la tribu de Manasés, 12.000

de la tribu de Simeón, 12.000 de la tribu de Leví, 12.000 de la tribu de Isacar, 12.000

de la tribu de Zabulón, 12.000 de la tribu de José, 12.000 de la tribu de Benjamín, 12.000.

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La multitud vestida de ropas blancas

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > La multitud vestida de ropas blancas (66:7:9 - 66:7:17)

Después de esto miré, y he aquí una gran multitud de todas las naciones y razas y pueblos y lenguas, y nadie podía contar su número. Están de pie delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y llevando palmas en sus manos.

Aclaman a gran voz diciendo: “¡La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y al Cordero!”

Todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, se postraron sobre sus rostros delante del trono y adoraron a Dios diciendo:

“¡Amén! La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. ¡Amén!”

Uno de los ancianos me preguntó diciendo: —Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?

Y yo le dije: —Señor mío, tú lo sabes. Y él me dijo: —Estos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestidos y los han emblanquecido en la sangre del Cordero.

Por esto están delante del trono de Dios y le rinden culto de día y de noche en su templo. El que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos.

No tendrán más hambre, ni tendrán más sed, ni caerá sobre ellos el sol ni ningún otro calor;

porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a fuentes de agua viva, y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.

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El séptimo sello

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > El séptimo sello (66:8:1 - 66:8:5)

Cuando él abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora.

Y vi a los siete ángeles que estaban delante de Dios, y les fueron dadas siete trompetas.

Y otro ángel vino y se puso de pie delante del altar. Tenía un incensario de oro, y le fue dado mucho incienso para que lo añadiese a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro, que estaba delante del trono.

Y el humo del incienso con las oraciones de los santos subió de la mano del ángel en presencia de Dios.

Y el ángel tomó el incensario, lo llenó con fuego del altar y lo arrojó sobre la tierra. Y se produjeron truenos y estruendos y relámpagos y un terremoto.

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