Evangelios

El amigo del esposo

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Juan > El amigo del esposo (43:3:22 - 43:3:30)

Después de esto, Jesús fue con sus discípulos a la tierra de Judea; y pasaba allí un tiempo con ellos y bautizaba.

Juan también estaba bautizando en Enón, junto a Salim, porque allí había mucha agua; y muchos venían y eran bautizados,

ya que Juan todavía no había sido puesto en la cárcel.

Entonces surgió una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación.

Fueron a Juan y le dijeron: —Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú has dado testimonio, ¡he aquí él está bautizando, y todos van a él!

Respondió Juan y dijo: —Ningún hombre puede recibir nada a menos que le haya sido dado del cielo.

Vosotros mismos me sois testigos de que dije: “Yo no soy el Cristo,” sino que “he sido enviado delante de él”.

El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, que ha estado de pie y le escucha, se alegra mucho a causa de la voz del novio. Así, pues, este mi gozo ha sido cumplido.

A él le es preciso crecer, pero a mí menguar.

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El que viene de arriba

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Juan > El que viene de arriba (43:3:31 - 43:3:36)

El que viene de arriba está por encima de todos. El que procede de la tierra es terrenal, y su habla procede de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos.

Testifica de lo que ha visto y oído, y nadie recibe su testimonio.

El que recibe su testimonio atestigua que Dios es veraz.

Porque el que Dios envió habla las palabras de Dios, pues Dios no da el Espíritu por medida.

El Padre ama al Hijo y ha puesto todas las cosas en su mano.

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.

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Jesús y la mujer samaritana

Imagen Jesús y la mujer samaritana 1
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Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Juan > Jesús y la mujer samaritana (43:4:1 - 43:4:42)

Cuando Jesús se enteró de que los fariseos habían oído que Jesús hacía y bautizaba más discípulos que Juan

(aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos),

dejó Judea y se fue otra vez a Galilea.

Le era necesario pasar por Samaria;

así que llegó a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca del campo que Jacob había dado a su hijo José.

Estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era como la hora sexta.

Vino una mujer de Samaria para sacar agua, y Jesús le dijo: —Dame de beber.

Pues los discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer.

Entonces la mujer samaritana le dijo: —¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, siendo yo una mujer samaritana? —porque los judíos no se tratan con los samaritanos—.

Imagen Jesús y la mujer samaritana 2
Enviado por hola

Respondió Jesús y le dijo: —Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber,” tú le hubieras pedido a él, y él te habría dado agua viva.

La mujer le dijo: —Señor, no tienes con qué sacar, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?

¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob quien nos dio este pozo y quien bebió de él, y también sus hijos y su ganado?

Respondió Jesús y le dijo: —Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed.

Pero cualquiera que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.

La mujer le dijo: —Señor, dame esta agua, para que no tenga sed, ni venga más acá a sacarla.

Jesús le dijo: —Vé, llama a tu marido y ven acá.

Respondió la mujer y le dijo: —No tengo marido. Le dijo Jesús: —Bien has dicho: “No tengo marido”;

porque cinco maridos has tenido, y el que tienes ahora no es tu marido. Esto has dicho con verdad.

Le dijo la mujer: —Señor, veo que tú eres profeta.

Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar.

Jesús le dijo: —Créeme, mujer, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.

Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación procede de los judíos.

Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca a tales que le adoren.

Dios es espíritu; y es necesario que los que le adoran, le adoren en espíritu y en verdad.

Le dijo la mujer: —Sé que viene el Mesías—que es llamado el Cristo—. Cuando él venga, nos declarará todas las cosas.

Jesús le dijo: —Yo soy, el que habla contigo.

En este momento llegaron sus discípulos y se asombraban de que hablara con una mujer; no obstante, ninguno dijo: “¿Qué buscas?” o “¿Qué hablas con ella?”

Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue a la ciudad y dijo a los hombres:

—¡Venid! Ved un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿Será posible que éste sea el Cristo?

Entonces salieron de la ciudad y fueron hacia él.

Mientras tanto, los discípulos le rogaban diciendo: —Rabí, come.

Pero les dijo: —Yo tengo una comida para comer que vosotros no sabéis.

Entonces sus discípulos se decían el uno al otro: —¿Acaso alguien le habrá traído algo de comer?

Jesús les dijo: —Mi comida es que yo haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra.

¿No decís vosotros: “Todavía faltan cuatro meses para que llegue la siega”? He aquí os digo: ¡Alzad vuestros ojos y mirad los campos, que ya están blancos para la siega!

El que siega recibe salario y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra y el que siega se gocen juntos.

Porque en esto es verdadero el dicho: “Uno es el que siembra, y otro es el que siega.”

Yo os he enviado a segar lo que vosotros no habéis labrado. Otros han labrado, y vosotros habéis entrado en sus labores.

Muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él a causa de la palabra de la mujer que daba testimonio diciendo: “Me dijo todo lo que he hecho.”

Entonces, cuando los samaritanos vinieron a él, rogándole que se quedase con ellos, se quedó allí dos días.

Y muchos más creyeron a causa de su palabra.

Ellos decían a la mujer: —Ya no creemos a causa de la palabra tuya, porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo.

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Jesús sana al hijo de un noble

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Juan > Jesús sana al hijo de un noble (43:4:43 - 43:4:54)

Pasados los dos días, salió de allí para Galilea,

porque Jesús mismo dio testimonio de que un profeta no tiene honra en su propia tierra.

Luego, cuando entró en Galilea, los galileos le recibieron, ya que habían visto cuántas cosas había hecho en Jerusalén en la fiesta; porque ellos también habían ido a la fiesta.

Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea donde había convertido el agua en vino. Había un oficial del rey cuyo hijo estaba enfermo en Capernaúm.

Cuando éste oyó que Jesús había salido de Judea y estaba presente en Galilea, fue a él y le rogaba que descendiese y sanase a su hijo, porque estaba a punto de morir.

Entonces Jesús le dijo: —A menos que veáis señales y prodigios, jamás creeréis.

El oficial del rey le dijo: —Señor, desciende antes que muera mi hijo.

Jesús le dijo: —Vé, tu hijo vive. El hombre creyó la palabra que Jesús le dijo y se puso en camino.

Mientras todavía descendía, sus siervos salieron a recibirle diciendo que su hijo vivía.

Entonces él les preguntó la hora en que comenzó a mejorarse, y le dijeron: —Ayer, a la hora séptima le dejó la fiebre.

El padre entonces entendió que era aquella hora cuando Jesús le había dicho: “Tu hijo vive.” Y creyó él con toda su casa.

También hizo Jesús esta segunda señal cuando vino de Judea a Galilea.

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El paralítico de Betesda

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Juan > El paralítico de Betesda (43:5:1 - 43:5:18)

Después de esto había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.

En Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, hay un estanque con cinco pórticos que en hebreo se llama Betesda.

En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos que esperaban el movimiento del agua.

Porque un ángel del Señor descendía en ciertos tiempos en el estanque y agitaba el agua. Por tanto, el primero que entró después del movimiento del agua fue sanado de cualquier enfermedad que tuviera.

Se encontraba allí cierto hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años.

Cuando Jesús lo vio tendido y supo que ya había pasado tanto tiempo así, le preguntó: —¿Quieres ser sano?

Le respondió el enfermo: —Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua es agitada; y mientras me muevo yo, otro desciende antes que yo.

Jesús le dijo: —Levántate, toma tu cama y anda.

Y en seguida el hombre fue sanado, tomó su cama y anduvo. Y aquel día era sábado.

Entonces los judíos le decían a aquel que había sido sanado: —Es sábado, y no te es lícito llevar tu cama.

Pero él les respondió: —El que me sanó, él mismo me dijo: “Toma tu cama y anda.”

Entonces le preguntaron: —¿Quién es el hombre que te dijo: “Toma tu cama y anda”?

Pero el que había sido sanado no sabía quién había sido, porque Jesús se había apartado, pues había mucha gente en el lugar.

Después Jesús le halló en el templo y le dijo: —He aquí, has sido sanado; no peques más, para que no te ocurra algo peor.

El hombre se fue y declaró a los judíos que Jesús era el que le había sanado.

Por esta causa los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

Pero Jesús les respondió: —Mi Padre hasta ahora trabaja; también yo trabajo.

Por esta razón los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

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