La palabra de vida

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Primera epístola de San Juan > La palabra de vida (62:1:1 - 62:1:4)

Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida

—la vida fue manifestada, y la hemos visto; y os testificamos y anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y nos fue manifestada—,

lo que hemos visto y oído lo anunciamos también a vosotros, para que vosotros también tengáis comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.

Estas cosas escribimos nosotros para que nuestro gozo sea completo.




Dios es luz

Imagen Dios es luz 1

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Primera epístola de San Juan > Dios es luz (62:1:5 - 62:2:6)

Y éste es el mensaje que hemos oído de parte de él y os anunciamos: Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas.

Si decimos que tenemos comunión con él y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad.

Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.

Pero si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.

Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Y si alguno peca, abogado tenemos delante del Padre, a Jesucristo el justo.

El es la expiación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.

En esto sabemos que nosotros le hemos conocido: en que guardamos sus mandamientos.

El que dice: “Yo le conozco” y no guarda sus mandamientos es mentiroso, y la verdad no está en él.

Pero en el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios ha sido perfeccionado. Por esto sabemos que estamos en él.

El que dice que permanece en él debe andar como él anduvo.




El nuevo mandamiento

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Primera epístola de San Juan > El nuevo mandamiento (62:2:7 - 62:2:17)

Amados, no os escribo un mandamiento nuevo sino el mandamiento antiguo que teníais desde el principio. El mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído.

Otra vez os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando y la luz verdadera ya está alumbrando.

El que dice que está en la luz y odia a su hermano, está en tinieblas todavía.

El que ama a su hermano permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.

Pero el que odia a su hermano está en tinieblas y anda en tinieblas; y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.

Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados han sido perdonados por causa de su nombre.

Os escribo a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os he escrito a vosotros, niñitos, porque habéis conocido al Padre.

Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.

No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él;

porque todo lo que hay en el mundo—los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la soberbia de la vida— no proviene del Padre sino del mundo.

Y el mundo está pasando, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.




El anticristo

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Primera epístola de San Juan > El anticristo (62:2:18 - 62:2:29)

Hijitos, ya es la última hora; y como oísteis que el anticristo había de venir, así también ahora han surgido muchos anticristos. Por esto sabemos que es la última hora.

Salieron de entre nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros. Pero salieron, para que fuera evidente que no todos eran de nosotros.

Pero vosotros tenéis la unción de parte del Santo y conocéis todas las cosas.

No os escribo porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis y porque ninguna mentira procede de la verdad.

¿Quién es mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo: el que niega al Padre y al Hijo.

Todo aquel que niega al Hijo tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo tiene también al Padre.

Permanezca en vosotros lo que habéis oído desde el principio. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre.

Y ésta es la promesa que él nos ha hecho: la vida eterna.

Os he escrito esto acerca de los que os engañan.

Y en cuanto a vosotros, la unción que habéis recibido de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que alguien os enseñe. Pero, como la misma unción os enseña acerca de todas las cosas, y es verdadera y no falsa, así como os enseñó, permaneced en él.

Ahora, hijitos, permaneced en él para que, cuando aparezca, tengamos confianza y no nos avergoncemos delante de él, en su venida.

Si sabéis que él es justo, sabed también que todo aquel que hace justicia es nacido de él.




Hijos de Dios

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Primera epístola de San Juan > Hijos de Dios (62:3:1 - 62:3:24)

Mirad cuán grande amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo somos! Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.

Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Pero sabemos que cuando él sea manifestado, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.

Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, como él también es puro.

Todo aquel que comete pecado también infringe la ley, pues el pecado es infracción de la ley.

Y sabéis que él fue manifestado para quitar los pecados y que en él no hay pecado.

Todo aquel que permanece en él no continúa pecando. Todo aquel que sigue pecando no le ha visto ni le ha conocido.

Hijitos, nadie os engañe. El que practica justicia es justo, como él es justo.

El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto fue manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo.

Todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él, y no puede seguir pecando, porque ha nacido de Dios.

En esto se revelan los hijos de Dios y los hijos del diablo: Todo aquel que no practica justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.

Porque éste es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos los unos a los otros.

No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano eran justas.

Y no os maravilléis, hermanos, si el mundo os aborrece.

Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en muerte.

Todo aquel que odia a su hermano es homicida, y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permaneciendo en él.

En esto hemos conocido el amor: en que él puso su vida por nosotros. También nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.

Pero el que tiene bienes de este mundo y ve que su hermano padece necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo morará el amor de Dios en él?

Hijitos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y de verdad.

En esto sabremos que somos de la verdad y tendremos nuestros corazones confiados delante de él;

en caso de que nuestro corazón nos reprenda, mayor es Dios que nuestro corazón, y él conoce todas las cosas.

Amados, si nuestro corazón no nos reprende, tenemos confianza delante de Dios;

y cualquier cosa que pidamos, la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de él.

Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros, como él nos ha mandado.

Y el que guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él. Y por esto sabemos que él permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado.