Primer Libro de Samuel

Saúl derrota a los amonitas

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Saúl derrota a los amonitas (9:11:1 - 9:11:15)

Najas el amonita subió y acampó contra Jabes, en Galaad, y todos los hombres de Jabes dijeron a Najas: —Haz alianza con nosotros, y te serviremos.

Najas el amonita les respondió: —Haré alianza con vosotros con esta condición: que a cada uno de vosotros le saque el ojo derecho, de modo que yo ponga esta afrenta sobre todo Israel.

Entonces los ancianos de Jabes le dijeron: —Danos siete días, para que enviemos mensajeros por todo el territorio de Israel. Si no hay quien nos libre, nos rendiremos a ti.

Cuando los mensajeros llegaron a Gabaa de Saúl, dijeron estas palabras a oídos del pueblo. Y todo el pueblo alzó su voz y lloró.

Y he aquí que Saúl venía del campo, tras los bueyes. Y Saúl preguntó: —¿Qué le pasa al pueblo, para que llore? Entonces le repitieron las palabras de los hombres de Jabes.

Y cuando Saúl oyó estas palabras, el Espíritu de Dios descendió con poder sobre él, y se encendió su ira en gran manera.

El tomó un par de bueyes, los cortó en pedazos y los envió por medio de mensajeros a todo el territorio de Israel, diciendo: “Así se hará con los bueyes del que no salga tras Saúl y Samuel.” Entonces el temor de Jehovah cayó sobre el pueblo, y salieron como un solo hombre.

Saúl les pasó revista en Bezec: Los hijos de Israel eran 300.000, además de 30.000 hombres de Judá.

Y a los mensajeros que habían venido les dijeron: “Así diréis a los hombres de Jabes, en Galaad: Mañana, a la hora de más calor, seréis librados.” Los mensajeros llegaron y lo dijeron a los hombres de Jabes, quienes se alegraron.

Entonces los hombres de Jabes respondieron: —Mañana nos rendiremos a vosotros, para que hagáis con nosotros todo lo que os parezca bien.

Y sucedió que al día siguiente, Saúl distribuyó el pueblo en tres escuadrones. Luego entraron en medio del campamento durante la vigilia de la mañana, e hirieron a los amonitas hasta la hora de más calor. Y sucedió que los que quedaron se dispersaron de tal manera que no quedaron dos de ellos juntos.

Entonces el pueblo preguntó a Samuel: —¿Quiénes son los que decían: “¿Ha de reinar Saúl sobre nosotros?” ¡Entregadnos a esos hombres para que les demos muerte!

Saúl respondió: —No morirá nadie en este día, porque Jehovah ha dado hoy una victoria en Israel.

Entonces Samuel dijo al pueblo: —¡Venid y vayamos a Gilgal para que confirmemos allí el reino!

Todo el pueblo acudió a Gilgal, y allí en Gilgal proclamaron rey a Saúl, delante de Jehovah. Allí también ofrecieron sacrificios de paz delante de Jehovah, y allí Saúl y todos los hombres de Israel se alegraron muchísimo.

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Discurso de Samuel al pueblo

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Discurso de Samuel al pueblo (9:12:1 - 9:12:25)

Entonces Samuel dijo a todo Israel: —He aquí que he escuchado vuestra voz en todo lo que me habéis dicho, y he constituido un rey sobre vosotros.

Ahora, he aquí que vuestro rey irá delante de vosotros. Yo ya soy viejo y estoy lleno de canas, y he aquí que mis hijos están con vosotros. Yo he andado delante de vosotros desde mi juventud hasta el día de hoy.

Heme aquí: Testificad contra mí en presencia de Jehovah y en presencia de su ungido. ¿De quién he tomado un buey? ¿De quién he tomado un asno? ¿A quién he defraudado? ¿A quién he oprimido? ¿De mano de quién he aceptado soborno para cerrar mis ojos por ello? Testificad contra mí, y yo os lo restituiré.

Ellos respondieron: —No nos has defraudado ni nos has oprimido, ni has tomado nada de mano de nadie.

El les dijo: —Jehovah es testigo contra vosotros. También su ungido es testigo en este día, que no habéis hallado en mi poder ninguna cosa. Ellos respondieron: —¡El es testigo!

Entonces Samuel dijo al pueblo: —Jehovah es quien designó a Moisés y a Aarón, y sacó a vuestros padres de la tierra de Egipto.

Ahora, presentaos para que yo exponga con vosotros el caso ante Jehovah, respecto a todos los actos de justicia que Jehovah ha hecho por vosotros y por vuestros padres.

Después que Jacob entró en Egipto, vuestros padres clamaron a Jehovah, y Jehovah envió a Moisés y a Aarón, quienes sacaron de Egipto a vuestros padres y les hicieron habitar en este lugar.

Pero ellos se olvidaron de Jehovah su Dios, y él los entregó en mano de Sísara, jefe del ejército de Hazor, en mano de los filisteos y en mano del rey de Moab, quienes les hicieron la guerra.

Ellos clamaron a Jehovah y dijeron: “Hemos pecado, porque hemos abandonado a Jehovah y hemos servido a los Baales y a las Astartes. Pero ahora, líbranos de mano de nuestros enemigos, y te serviremos.”

Entonces Jehovah envió a Jerobaal, a Barac, a Jefté y a Samuel, y os libró de mano de vuestros enemigos de alrededor; y habitasteis seguros.

Entonces, al ver que Najas, rey de los amonitas, venía contra vosotros, me dijisteis: “¡No! Más bien, que haya un rey que reine sobre nosotros,” aun cuando Jehovah vuestro Dios era vuestro rey.

Ahora pues, he aquí el rey que habéis elegido, el cual habéis pedido. He aquí que Jehovah ha constituido un rey sobre vosotros.

Si teméis a Jehovah y le servís, si obedecéis su voz y no os rebeláis contra el mandato de Jehovah, entonces viviréis en pos de Jehovah vuestro Dios, tanto vosotros como el rey que reine sobre vosotros.

Pero si no obedecéis la voz de Jehovah y si sois rebeldes al mandato de Jehovah, entonces la mano de Jehovah estará contra vosotros y contra vuestro rey.

Presentaos, pues, ahora y ved esta maravilla que Jehovah va a hacer ante vuestros ojos.

¿No es ahora la siega del trigo? Sin embargo, yo invocaré a Jehovah, y él enviará truenos y aguaceros para que conozcáis y veáis que es grande la maldad que habéis cometido ante los ojos de Jehovah, al haber pedido un rey para vosotros.

Samuel invocó a Jehovah, y aquel día Jehovah envió truenos y aguaceros. Y todo el pueblo temió en gran manera a Jehovah y a Samuel.

Entonces todo el pueblo dijo a Samuel: —¡Ruega a Jehovah, tu Dios, por tus siervos, para que no muramos! Porque a todos nuestros pecados hemos añadido el mal de pedir un rey para nosotros.

Y Samuel respondió al pueblo: —No temáis. Vosotros habéis cometido todo este mal; pero con todo, no os apartéis de en pos de Jehovah, sino servid a Jehovah con todo vuestro corazón.

No os apartéis tras las vanidades que no sirven ni libran, ya que son vanidades.

Pues Jehovah no desamparará a su pueblo, por causa de su gran nombre; porque él ha querido haceros pueblo suyo.

En cuanto a mí, ¡lejos esté de mí pecar contra Jehovah dejando de rogar por vosotros! Al contrario, os instruiré en el camino bueno y recto.

Solamente temed a Jehovah y servidle con fidelidad y con todo vuestro corazón, considerando cuán grandes cosas él ha hecho por vosotros.

Pero si perseveráis en hacer el mal, vosotros y vuestro rey pereceréis.

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Guerra contra los filisteos

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Guerra contra los filisteos (9:13:1 - 9:14:52)

Saúl tenía 30 años cuando comenzó a reinar, y reinó sobre Israel 40 y 2 años.

Saúl escogió para sí 3.000 hombres de Israel; y de ellos 2.000 estaban con Saúl en Micmas y en la región montañosa de Betel, y 1.000 estaban con Jonatán en Gabaa de Benjamín. Y despidió al resto del pueblo, cada uno a su morada.

Entonces Jonatán atacó el destacamento de los filisteos que había en Geba, y lo oyeron los filisteos. Luego Saúl hizo tocar la corneta por todo el país, diciendo: “¡Oigan los hebreos!”

Y todo Israel oyó que se decía: “Saúl ha atacado el destacamento de los filisteos, y también Israel se ha hecho odioso a los filisteos.” Entonces el pueblo fue convocado en Gilgal para seguir a Saúl.

También los filisteos se reunieron para combatir contra Israel, movilizando 3.000 carros, 6.000 jinetes y gente tan numerosa como la arena de la orilla del mar. Ellos subieron y acamparon en Micmas, al este de Bet-avén.

Cuando los hombres de Israel se vieron en aprietos, porque el pueblo fue puesto en apuros, se escondieron en cuevas, grietas, peñascos, fosas y cisternas.

Y algunos de los hebreos cruzaron el Jordán hacia la tierra de Gad y de Galaad. Saúl estaba aún en Gilgal, y todo el pueblo iba tras él, temblando.

El esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había señalado. Pero como Samuel no venía a Gilgal y el pueblo se le dispersaba,

Saúl dijo: —Traedme el holocausto y los sacrificios de paz. El ofreció el holocausto.

Y sucedió que al acabar de ofrecer el holocausto, he aquí que venía Samuel. Saúl le salió al encuentro para saludarle,

y Samuel le preguntó: —¿Qué has hecho? Saúl respondió: —Cuando vi que el pueblo se me dispersaba, que tú no venías en el plazo señalado y que los filisteos estaban reuniéndose en Micmas,

entonces pensé: “Los filisteos descenderán ahora a Gilgal contra mí, y yo no he implorado el favor de Jehovah.” Por eso me vi forzado y ofrecí el holocausto.

Entonces Samuel dijo a Saúl: —Has actuado torpemente. No guardaste el mandamiento que Jehovah tu Dios te dio. ¡Pues ahora Jehovah hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre!

Pero ahora tu reino no será duradero. Jehovah se ha buscado un hombre según su corazón, a quien Jehovah ha designado como el soberano de su pueblo, porque tú no has guardado lo que Jehovah te mandó.

Entonces Samuel se levantó y subió de Gilgal a Gabaa de Benjamín. Saúl pasó revista a la gente que se hallaba con él, unos 600 hombres.

Entonces Saúl, su hijo Jonatán y la gente que se hallaba con ellos se quedaron en Gabaa de Benjamín. Los filisteos habían acampado en Micmas,

y de su campamento salieron los destructores en tres escuadrones. Un escuadrón se dirigió por el camino de Ofra hacia la tierra de Sual.

Otro escuadrón se dirigió hacia Bet-jorón, y el tercer escuadrón se dirigió hacia la región que mira al valle de Zeboím, hacia el desierto.

En toda la tierra de Israel no había un solo herrero, porque los filisteos habían dicho: “No sea que los hebreos se hagan espadas o lanzas.”

Todos los israelitas iban a los filisteos para afilar cada uno su reja de arado, su azadón, su hacha o su hoz.

El afilado costaba un pim, tanto para las rejas de arado, como para los azadones, los tridentes, las hachas o para afinar las aguijadas.

Sucedió, pues, que en el día de la batalla no había ni una espada ni una lanza en poder de ninguno de los que estaba con Saúl y con Jonatán, excepto Saúl y su hijo Jonatán, que sí las tenían.

Después el destacamento de los filisteos se dirigió al paso de Micmas.

Aconteció cierto día que Jonatán hijo de Saúl dijo a su escudero: —Ven, pasemos hasta el destacamento de los filisteos que está al otro lado. Pero no lo hizo saber a su padre.

Saúl estaba en las afueras de Gabaa, debajo de un granado que hay en Migrón. Los que estaban con él eran como 600 hombres.

El que llevaba el efod era Ajías hijo de Ajitob (hermano de Icabod), hijo de Fineas, hijo de Elí, sacerdote de Jehovah en Silo. Pero el pueblo no sabía que Jonatán se había ido.

En el paso por donde Jonatán procuraba llegar al destacamento de los filisteos, había un peñasco agudo a un lado, y otro peñasco agudo al lado opuesto. El uno se llamaba Boses; y el otro, Sene.

Uno de los peñascos estaba situado al norte, hacia Micmas; y el otro al sur, hacia Gabaa.

Entonces Jonatán dijo a su escudero: —Ven, pasemos al destacamento de esos incircuncisos. Quizás Jehovah haga algo por medio de nosotros, porque nada impide a Jehovah salvar con muchos o con pocos.

Su escudero le respondió: —Haz todo lo que está en tu corazón; vé, he aquí que yo estoy contigo, a tu disposición.

Y Jonatán dijo: —He aquí que nosotros pasaremos hacia aquellos hombres y dejaremos que nos vean.

Si nos dicen así: “Esperad hasta que nos acerquemos a vosotros,” entonces nos quedaremos en nuestro lugar y no subiremos hacia donde ellos están.

Pero si nos dicen así: “Subid hasta nosotros,” entonces subiremos; porque Jehovah los ha entregado en nuestra mano. Esta será la señal para nosotros.

Ambos se dejaron ver por el destacamento de los filisteos, y éstos dijeron: —¡He allí los hebreos que salen de las cuevas donde se habían escondido!

Los hombres del destacamento gritaron a Jonatán y a su escudero, diciendo: —¡Subid hasta nosotros, y os haremos saber una cosa! Y Jonatán dijo a su escudero: —Sube detrás de mí, porque Jehovah los ha entregado en mano de Israel.

Jonatán subió trepando con sus manos y sus pies; y tras él, su escudero. Los filisteos caían delante de Jonatán, y su escudero los remataba detrás de él.

Este fue el primer ataque, en el que Jonatán y su escudero mataron a unos veinte hombres en el espacio de media yugada de tierra.

Entonces hubo pánico en el campamento, en el campo y entre toda la gente. Los del destacamento y también los destructores temblaron; y la tierra se sacudió, pues hubo gran pánico.

Los centinelas de Saúl miraron desde Gabaa de Benjamín, y he aquí que la multitud se dispersaba yendo en todas direcciones.

Entonces Saúl dijo a la gente que estaba con él: —¡Pasad revista y ved quién de los nuestros se ha ido! Al pasar revista, he aquí que faltaban Jonatán y su escudero.

Entonces Saúl dijo a Ajías: —¡Trae el arca de Dios! Porque el arca de Dios estaba en ese día con los hijos de Israel.

Y aconteció que mientras Saúl hablaba con el sacerdote, la agitación aumentaba más y más en el campamento de los filisteos. Entonces Saúl dijo al sacerdote: —¡Retira tu mano!

Entonces Saúl se reunió con toda la gente que estaba con él, y fueron a la batalla. Y he aquí que la espada de cada uno se volvía contra su compañero, y había gran confusión.

Y los hebreos que anteriormente habían estado con los filisteos, y que habían subido con ellos de los alrededores al campamento, también ellos se pusieron de parte de los israelitas que estaban con Saúl y Jonatán.

Asimismo, todos los hombres de Israel que se habían escondido en la región montañosa de Efraín oyeron que los filisteos huían, y ellos también salieron a perseguirlos en la batalla.

Así Jehovah dio la victoria a Israel aquel día. Y la batalla llegó hasta Bet-avén.

Pero aquel día los hombres de Israel fueron puestos en apuros, porque Saúl había sometido al pueblo bajo juramento, diciendo: “¡Maldito sea cualquiera que coma algo antes del anochecer, hasta que yo haya tomado venganza de mis enemigos!” Así que ninguno del pueblo había probado alimento.

Todo el pueblo llegó a un bosque, y en la superficie del campo había miel.

Cuando el pueblo entró en el bosque, he aquí que la miel corría, pero nadie acercó la mano a su boca, porque el pueblo temía el juramento.

Pero Jonatán no había oído cuando su padre había sometido al pueblo bajo juramento. Y extendiendo la punta de una vara que llevaba en su mano, la mojó en un panal de miel y acercó su mano a su boca; y le brillaron los ojos.

Entonces alguien del pueblo le habló diciendo: —Tu padre expresamente ha sometido al pueblo bajo juramento, diciendo: “Maldito sea el hombre que coma algo hoy.” Por eso desfallece el pueblo.

Entonces Jonatán respondió: —Mi padre ha ocasionado destrucción al país. Ved cómo han brillado mis ojos por haber probado un poco de esta miel.

¡Cuánto mejor si el pueblo hubiera comido hoy libremente del botín que tomó de sus enemigos! ¿No se hubiera ocasionado una gran derrota a los filisteos?

Aquel día hirieron a los filisteos desde Micmas hasta Ajalón. Pero el pueblo se cansó mucho,

y se lanzaron sobre el botín y tomaron ovejas, vacas y terneros, a los cuales degollaron sobre el suelo. Y el pueblo los comió con la sangre.

Informaron a Saúl diciendo: —¡He aquí, el pueblo está pecando contra Jehovah, comiendo carne con la sangre! Y él dijo: —¡Habéis cometido una traición! Haced rodar una piedra grande hasta aquí.

—Y Saúl añadió—: Dispersaos entre el pueblo y decidles que cada uno me traiga su toro, y cada cual su oveja, y degolladlos aquí y comed. No pequéis contra Jehovah comiendo carne con la sangre. Aquella noche todo el pueblo llevó cada uno consigo su toro, y los degollaron allí.

Después Saúl edificó un altar a Jehovah. Este altar fue el primero que él edificó a Jehovah.

Entonces dijo Saúl: —Descendamos de noche contra los filisteos y saqueémoslos hasta el amanecer. No dejemos a ninguno de ellos. Y dijeron: —Haz todo lo que te parezca bien. Luego dijo el sacerdote: —Acerquémonos a Dios aquí.

Y Saúl consultó a Dios: —¿Descenderé tras los filisteos? ¿Los entregarás en mano de Israel? Pero aquel día él no le dio respuesta.

Entonces dijo Saúl: —Acercaos acá todos los jefes del pueblo. Averiguad y ved por quién ha surgido hoy este pecado.

¡Vive Jehovah que libra a Israel, que aunque sea por mi hijo Jonatán, él morirá irremisiblemente! En todo el pueblo no hubo quien le respondiese.

Entonces dijo a todo Israel: —Vosotros os pondréis a un lado; mi hijo Jonatán y yo nos pondremos al otro. El pueblo respondió a Saúl: —Haz lo que te parezca bien.

Saúl dijo a Jehovah Dios de Israel: —Concédenos un resultado perfecto. Fueron tomados Jonatán y Saúl, y el pueblo salió libre.

Luego dijo Saúl: —Haced el sorteo entre mi hijo Jonatán y yo. Y fue tomado Jonatán.

Entonces Saúl dijo a Jonatán: —Declárame: ¿Qué has hecho? Jonatán se lo declaró diciendo: —Es verdad que probé un poco de miel con la punta de la vara que llevaba en mi mano. Heme aquí; moriré.

Saúl respondió: —¡Así me haga Dios y aun me añada, que morirás irremisiblemente, Jonatán!

Pero el pueblo preguntó a Saúl: —¿Ha de morir Jonatán, el que ha logrado esta gran victoria en Israel? ¡Que no sea así! ¡Vive Jehovah, que no caerá a tierra ni un cabello de su cabeza, porque hoy ha actuado con Dios! Así el pueblo libró a Jonatán, y éste no murió.

Saúl dejó de perseguir a los filisteos, y los filisteos se fueron a su lugar.

Cuando Saúl empezó a ejercer el reinado sobre Israel, hizo la guerra contra todos sus enemigos de alrededor: contra Moab, contra los hijos de Amón, contra Edom, contra los reyes de Soba y contra los filisteos. A dondequiera que se dirigía era vencedor.

Combatió con valentía y derrotó a Amalec, y libró a Israel de mano de los que lo saqueaban.

Los hijos de Saúl eran: Jonatán, Isvi y Malquisúa. Los nombres de sus dos hijas eran: el de la mayor Merab, y el de la menor Mical.

El nombre de su mujer era Ajinoam hija de Ajimaas. El nombre del jefe de su ejército era Abner hijo de Ner, tío de Saúl.

Quis, padre de Saúl, y Ner, padre de Abner, eran hijos de Abiel.

Había guerra encarnizada contra los filisteos durante todo el tiempo de Saúl. Cuando Saúl veía algún hombre valiente o esforzado, lo añadía a los suyos.

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Saúl desobedece y es desechado

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Saúl desobedece y es desechado (9:15:1 - 9:15:35)

Samuel dijo a Saúl: —Jehovah me envió para ungirte como rey de su pueblo Israel. Escucha, pues, ahora las palabras de Jehovah.

Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: “Yo castigaré a Amalec por lo que hizo a Israel, porque se le opuso en el camino cuando subía de Egipto.

Vé ahora y ataca a Amalec; destruye completamente todo lo que le pertenece. No le perdones la vida; mata a hombres y mujeres, a niños y bebés, vacas y ovejas, camellos y asnos.”

Saúl convocó a la gente y les pasó revista en Telaim: 200.000 de infantería más 10.000 hombres de Judá.

Saúl fue a la ciudad de Amalec y puso una emboscada en el arroyo.

Entonces Saúl dijo a los queneos: —Idos, apartaos y salid de en medio de los amalequitas, no sea que yo os destruya juntamente con ellos; porque vosotros tuvisteis misericordia de todos los hijos de Israel cuando subían de Egipto. Entonces los queneos se apartaron de en medio de los amalequitas.

Y Saúl derrotó a los amalequitas desde Havila hasta las inmediaciones de Shur, al este de Egipto.

Capturó vivo a Agag, rey de Amalec, y destruyó a filo de espada a todo el pueblo.

Sin embargo, Saúl y el pueblo perdonaron la vida a Agag, a lo mejor de las ovejas y de las vacas, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, lo cual no quisieron destruir. Pero destruyeron todo lo despreciable y sin valor.

Entonces Jehovah habló a Samuel diciendo:

—Me pesa haber puesto a Saúl como rey, porque se ha apartado de mí y no ha cumplido mis palabras. Samuel se apesadumbró y clamó a Jehovah toda aquella noche.

Samuel madrugó para ir a encontrarse con Saúl por la mañana, y le avisaron a Samuel diciendo: —Saúl se fue a Carmel, y he aquí que se erigió un monumento. Cuando volvió, prosiguió y descendió a Gilgal.

Samuel vino a Saúl, y Saúl le dijo: —¡Jehovah te bendiga! He cumplido la palabra de Jehovah.

Samuel preguntó: —Entonces, ¿qué es ese balido de ovejas en mis oídos y el mugido de vacas que oigo?

Saúl respondió: —Las han traído de Amalec. El pueblo perdonó la vida a lo mejor de las ovejas y de las vacas, para ofrecerlas en sacrificio a Jehovah tu Dios. Pero lo demás lo destruimos.

Entonces Samuel dijo a Saúl: —¡Basta! Voy a declararte lo que Jehovah me dijo anoche: Saúl le dijo: —Dilo.

Samuel dijo: —Aunque eras insignificante ante tus propios ojos, ¿no fuiste hecho cabeza de las tribus de Israel? ¿No te ha ungido Jehovah como rey sobre Israel?

Jehovah te ha encomendado una misión y te ha dicho: “Vé y destruye completamente a esos pecadores de Amalec. Hazles la guerra hasta que los extermines.”

¿Por qué, pues, no has obedecido la voz de Jehovah? ¿Por qué te lanzaste sobre el botín e hiciste lo malo ante los ojos de Jehovah?

Saúl respondió a Samuel: —He obedecido la voz de Jehovah y fui a la misión que Jehovah me encomendó. He traído a Agag, rey de Amalec, y he destruido completamente a los amalequitas.

Pero el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor del anatema, para sacrificarlas a Jehovah tu Dios en Gilgal.

Entonces Samuel preguntó: —¿Se complace tanto Jehovah en los holocaustos y en los sacrificios como en que la palabra de Jehovah sea obedecida? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención es mejor que el sebo de los carneros.

Porque la rebeldía es como el pecado de adivinación, y la obstinación es como la iniquidad de la idolatría. Por cuanto tú has desechado la palabra de Jehovah, él también te ha desechado a ti, para que no seas rey.

Entonces Saúl dijo a Samuel: —Yo he pecado; porque he quebrantado el mandamiento de Jehovah y tus palabras, temiendo al pueblo y accediendo a su voz. Perdona, por favor, mi pecado,

y vuelve conmigo para que yo adore a Jehovah.

Pero Samuel respondió a Saúl: —No volveré contigo, porque has desechado la palabra de Jehovah, y Jehovah te ha desechado a ti, para que no seas rey sobre Israel.

Cuando Samuel se volvió para marcharse, Saúl se asió del extremo de su manto, el cual se rasgó.

Samuel le dijo: —Jehovah ha rasgado hoy de ti el reino de Israel y lo ha dado a tu prójimo, que es mejor que tú.

Además, la Gloria de Israel no mentirá ni se arrepentirá, porque él no es hombre para que se arrepienta.

Y Saúl respondió: —Yo he pecado; pero ahora hónrame, por favor, en presencia de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, volviendo conmigo para que yo adore a Jehovah tu Dios.

Entonces Samuel volvió tras Saúl, y Saúl adoró a Jehovah.

Después Samuel dijo: —¡Tráeme a Agag, rey de Amalec! Agag vino a él alegremente, pensando: “Ciertamente ya ha pasado la amargura de la muerte.”

Pero Samuel dijo: —¡Así como tu espada dejó sin hijos a las mujeres, así tu madre quedará sin hijo entre las mujeres! Entonces Samuel descuartizó a Agag delante de Jehovah, en Gilgal.

Después Samuel se fue a Ramá, y Saúl subió a su casa en Gabaa de Saúl.

Hasta el día de su muerte Samuel no volvió a ver a Saúl, pero Samuel lloraba por Saúl. Y a Jehovah le pesaba el haber constituido a Saúl como rey sobre Israel.

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Samuel unge a David

Imagen Samuel unge a David 1
Enviado por ZAHIRA

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Samuel unge a David (9:16:1 - 9:16:13)

Entonces Jehovah dijo a Samuel: —¿Hasta cuándo has de llorar por Saúl, habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena de aceite el cuerno y vé; yo te enviaré a Isaí, de Belén, porque de entre sus hijos me he provisto de un rey.

Samuel preguntó: —¿Cómo voy a ir? Si Saúl se llega a enterar, me matará. Jehovah respondió: —Toma contigo una vaquilla del ganado, y di: “He venido para ofrecer un sacrificio a Jehovah.”

Invita a Isaí al sacrificio; yo te enseñaré lo que has de hacer, y tú me ungirás al que yo te diga.

Samuel hizo lo que dijo Jehovah. Cuando llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a recibirle temblando y preguntaron: —¿Es pacífica tu venida?

El respondió: —Sí, es pacífica. Vengo para ofrecer un sacrificio a Jehovah. Purificaos y venid conmigo al sacrificio. Después de purificar a Isaí y a sus hijos, los invitó al sacrificio.

Y aconteció que cuando ellos llegaron, él vio a Eliab y pensó: “¡Ciertamente su ungido está delante de Jehovah!”

Pero Jehovah dijo a Samuel: —No mires su apariencia ni lo alto de su estatura, pues yo lo he rechazado. Porque Jehovah no mira lo que mira el hombre: El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehovah mira el corazón.

Luego Isaí llamó a Abinadab y lo hizo pasar ante Samuel, quien dijo: —Tampoco a éste ha elegido Jehovah.

Después Isaí hizo pasar a Sama. Y Samuel dijo: —Tampoco a éste ha elegido Jehovah.

Isaí hizo pasar a siete de sus hijos ante Samuel, y éste dijo a Isaí: —Jehovah no ha elegido a éstos.

Entonces Samuel preguntó a Isaí: —¿Son éstos todos los jóvenes? Y él respondió: —Todavía queda el menor, pero he aquí que está apacentando las ovejas. Samuel dijo a Isaí: —Manda a traerlo, porque no nos sentaremos a comer hasta que él llegue aquí.

Isaí mandó por él, y le hizo entrar. Era de tez sonrosada, de bellos ojos y de buena presencia. Entonces Jehovah dijo: —¡Levántate y úngelo, porque éste es!

Samuel tomó el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. Y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehovah descendió con poder sobre David. Luego Samuel se levantó y regresó a Ramá.

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