Ester

Ester invita al rey y a Amán a un banquete

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Ester > Ester invita al rey y a Amán a un banquete (17:5:1 - 17:5:14)

Aconteció al tercer día que Ester se vistió con su vestido real y se puso de pie en el patio interior de la casa del rey, frente a la sala real. El rey estaba sentado en su trono real en la sala real, ante la puerta de la sala.

Y sucedió que cuando el rey vio a la reina Ester, de pie en el patio, ella obtuvo gracia ante sus ojos. El rey extendió hacia Ester el cetro de oro que tenía en su mano, y Ester se acercó y tocó la punta del cetro.

Entonces el rey le preguntó: —¿Qué tienes, oh reina Ester? ¿Cuál es tu petición? ¡Hasta la mitad del reino te será dada!

Ester respondió: —Si al rey le parece bien, venga hoy el rey con Amán al banquete que le he preparado.

Y el rey dijo: —¡Daos prisa y llamad a Amán para hacer lo que ha dicho Ester! Fueron, pues, el rey y Amán al banquete que Ester había preparado.

Y mientras bebían el vino, el rey preguntó a Ester: —¿Cuál es tu petición? Te será dada. ¿Qué es lo que solicitas? ¡Hasta la mitad del reino te será concedida!

Entonces Ester respondió y dijo: —Mi petición y solicitud es ésta:

Si he hallado gracia ante los ojos del rey, y si al rey le parece bien conceder mi petición y hacer lo que solicito, que venga el rey con Amán al banquete que les he de hacer; y mañana haré conforme a la palabra del rey.

Aquel día Amán salió alegre y contento de corazón. Pero cuando Amán vio a Mardoqueo en la puerta real, y que no se levantaba ni temblaba delante de él, se llenó de ira contra Mardoqueo.

Sin embargo, Amán se contuvo y se fue a su casa. Entonces envió llamar a sus amigos y a Zeres, su mujer.

Y Amán empezó a referirles la gloria de sus riquezas, la multitud de sus hijos, todo con que le había engrandecido el rey, y cómo le había enaltecido sobre los magistrados y los servidores del rey.

Y Amán añadió: —También la reina Ester a ninguno hizo que viniera con el rey al banquete que dio, sino sólo a mí. Además, para mañana yo seré su invitado junto con el rey.

Pero todo esto de nada me sirve cada vez que veo al judío Mardoqueo sentado junto a la puerta real.

Entonces Zeres, su mujer, y todos sus amigos le dijeron: —Que se haga una horca de 50 codos de alto, y por la mañana dile al rey que cuelguen en ella a Mardoqueo. Y entra alegre con el rey al banquete. La idea agradó a Amán, e hizo preparar la horca.

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Amán se ve obligado a honrar a Mardoqueo

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Ester > Amán se ve obligado a honrar a Mardoqueo (17:6:1 - 17:6:14)

Aquella noche se le fue el sueño al rey, y pidió que le trajesen el libro de las memorias, las crónicas, y fueron leídas delante del rey.

Y se halló escrito en él que Mardoqueo había declarado contra Bigtán y Teres, dos eunucos del rey, guardias de la puerta, que habían conspirado para quitar la vida al rey Asuero.

Luego el rey preguntó: —¿Qué honra o qué distinción se le hizo a Mardoqueo por esto? Y los servidores que servían al rey le respondieron: —Nada se ha hecho por él.

Entonces preguntó el rey: —¿Quién está en el patio? Amán había entrado al patio exterior del palacio real para pedir al rey que hiciese colgar a Mardoqueo en la horca que tenía preparada para él.

Y los servidores del rey le respondieron: —He aquí, Amán está en el patio. Y el rey dijo: —Que entre.

Amán entró, y el rey le preguntó: —¿Qué se hará al hombre a quien el rey desea honrar? Amán pensó en su corazón: “¿A quién más deseará honrar el rey, sino a mí?”

Entonces Amán respondió al rey: —Para el hombre a quien el rey desea honrar,

que traigan la vestidura real con que se haya vestido el rey y el caballo en que haya cabalgado el rey, y pónganle una corona real sobre su cabeza.

Que entreguen la vestidura y el caballo por medio de alguno de los oficiales más nobles del rey, y que vistan a aquel hombre a quien el rey desea honrar. Haz que lo paseen a caballo por la plaza de la ciudad y proclamen delante de él: “¡Así se hace con el hombre a quien el rey desea honrar!”

Entonces el rey dijo a Amán: —¡Date prisa, toma la vestidura y el caballo, como has dicho, y haz eso con el judío Mardoqueo que se sienta junto a la puerta real. No omitas nada de todo lo que has dicho.

Entonces Amán tomó la vestidura y el caballo, vistió a Mardoqueo y lo paseó a caballo por la plaza de la ciudad, proclamando delante de él: —¡Así se hace con el hombre a quien el rey desea honrar!

Luego Mardoqueo volvió a la puerta real, y Amán se apresuró a su casa, apesadumbrado y con la cabeza cubierta.

Amán contó a Zeres, su mujer, y a todos sus amigos todo lo que le había acontecido. Entonces, sus sabios y su mujer le dijeron: —Si Mardoqueo, delante de quien has comenzado a caer, es de la descendencia de los judíos, no lo vencerás. ¡De hecho caerás delante de él!

Aún estaban ellos hablando con él cuando llegaron los eunucos del rey, y se apresuraron a llevar a Amán al banquete que Ester había preparado.

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Amán es ahorcado

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Ester > Amán es ahorcado (17:7:1 - 17:7:10)

Fueron, pues, el rey y Amán a comer con la reina Ester.

También este segundo día, mientras bebían el vino, el rey preguntó a Ester: —Oh reina Ester, ¿cuál es tu petición? Te será dada. ¿Qué es lo que solicitas? ¡Hasta la mitad del reino te será concedida!

Entonces la reina Ester respondió y dijo: —¡Oh rey, si he hallado gracia ante tus ojos, y si al rey le parece bien, que me sea concedida mi vida por mi petición y mi pueblo por mi solicitud!

Porque yo y mi pueblo hemos sido vendidos para ser destruidos, muertos y exterminados. Si hubiéramos sido vendidos para ser esclavos y esclavas, yo habría callado; pues tal desgracia no justificaría la molestia al rey

El rey Asuero preguntó a la reina Ester: —¿Quién es ése, y dónde está el que ha concebido hacer tal cosa?

Y Ester respondió: —¡El enemigo y adversario es este malvado Amán! Entonces Amán se llenó de terror en la presencia del rey y de la reina.

El rey se levantó enfurecido, y dejando de beber vino se fue al jardín del palacio. Y Amán se quedó de pie, rogando a la reina Ester por su vida; porque vio que el mal ya estaba decidido para él, de parte del rey.

Cuando el rey regresó del jardín del palacio a la sala donde estaban bebiendo vino, Amán había caído sobre el diván en que estaba Ester. Entonces el rey le dijo: —¿También ha de violar a la reina, estando yo en la casa? En cuanto salió la palabra de la boca del rey, le cubrieron la cara a Amán.

Entonces Harbona, uno de los eunucos al servicio del rey, dijo: —He aquí, hay una horca de 50 codos de alto, que Amán ha hecho en su casa para Mardoqueo, quien había hablado bien acerca del rey. Entonces el rey dijo: —¡Colgadlo en ella!

Así colgaron a Amán en la horca que él había preparado para Mardoqueo. Y se apaciguó la ira del rey.

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Decreto de Asuero a favor de los judíos

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Ester > Decreto de Asuero a favor de los judíos (17:8:1 - 17:8:17)

Ese mismo día el rey Asuero dio a la reina Ester la casa de Amán, el enemigo de los judíos. También Mardoqueo vino a la presencia del rey, porque Ester le declaró lo que él era de ella.

El rey se quitó su anillo que había vuelto a tomar de Amán, y se lo dio a Mardoqueo. Y Ester puso a Mardoqueo a cargo de la casa de Amán.

Ester volvió a hablar en presencia del rey. Se echó a sus pies llorando, y le imploró que evitase la desgracia concebida por Amán el agageo y el plan que había ideado contra los judíos.

El rey extendió hacia Ester el cetro de oro, y ella se levantó y se puso de pie delante del rey.

Entonces dijo: —Si al rey le parece bien, si he hallado gracia delante de él, si el asunto le parece correcto al rey y yo soy agradable a sus ojos, que se escriba para revocar las cartas maquinadas por Amán hijo de Hamedata, el agageo, que escribió para destruir a los judíos que están en todas las provincias del rey.

Porque, ¿cómo podría yo soportar y ver el mal que alcanzaría a mi pueblo? ¿Cómo podría yo soportar y ver la destrucción de mi gente?

Entonces el rey Asuero respondió a la reina Ester y al judío Mardoqueo: —He aquí, he dado a Ester la casa de Amán, y a él lo han colgado en la horca, porque extendió su mano contra los judíos.

Vosotros, pues, escribid en nombre del rey acerca de los judíos como os parezca bien, y selladlo con el anillo real. Porque el documento que se escribe en el nombre del rey y se sella con el anillo del rey es irrevocable.

En aquel momento fueron llamados los escribas del rey, el día 23 del mes tercero, que es el mes de Siván. Y conforme a todo lo que Mardoqueo mandó, se escribió a los judíos, a los sátrapas, a los gobernadores y a los magistrados de las provincias, que desde la India hasta Etiopía eran 127 provincias. A cada provincia se escribió según su escritura, y a cada pueblo en su idioma. También a los judíos se les escribió según su escritura y en su idioma.

Mardoqueo escribió las cartas en el nombre del rey Asuero, las selló con el anillo del rey y las envió por medio de mensajeros a caballo, que cabalgaban los veloces corceles de las caballerizas reales.

En ellas el rey facultaba a los judíos que estaban en cada una de las ciudades, a que se reuniesen y estuviesen a la defensiva, para destruir, matar y exterminar a todo ejército de pueblo o provincia que los asediase, incluyendo a los niños y a las mujeres, y para tomar botín de ellos

en todas las provincias del rey Asuero, en un solo día: el día 13 del mes duodécimo, que es el mes de Adar.

Una copia del documento debía ser promulgada como ley en cada provincia, y debía ser proclamada a todos los pueblos, a fin de que los judíos estuviesen preparados para aquel día y tomasen venganza de sus enemigos.

Los mensajeros que cabalgaban los veloces corceles reales partieron apresurados e impulsados por la orden del rey. El decreto fue promulgado en Susa, la capital.

Mardoqueo salió de la presencia del rey con una vestidura real azul y blanca, una gran corona de oro y un manto de lino fino y púrpura. Y la ciudad de Susa gritaba de gozo y alegría.

Los judíos tuvieron esplendor y alegría, regocijo y honra.

En cada provincia y en cada ciudad, dondequiera que llegaba la palabra del rey y su decreto, los judíos tenían alegría y regocijo, banquete y día de fiesta. Muchos de los pueblos de la tierra declaraban ser judíos, porque el miedo a los judíos había caído sobre ellos.

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Los judíos destruyen a sus enemigos

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Ester > Los judíos destruyen a sus enemigos (17:9:1 - 17:9:15)

El día 13 del mes duodécimo, que es el mes de Adar, cuando habían de ser ejecutados la palabra del rey y su decreto, el mismo día en que los enemigos de los judíos esperaban ganar poder sobre ellos, ocurrió todo lo contrario. Porque fueron los judíos los que ganaron poder sobre los que les aborrecían.

Los judíos se congregaron en sus ciudades en todas las provincias del rey Asuero, para echar mano sobre los que habían procurado su mal. Nadie les pudo resistir, porque en todos los pueblos había caído el miedo a ellos.

Todos los magistrados de las provincias, los sátrapas, los gobernadores y los encargados de las obras del rey enaltecían a los judíos, porque el miedo a Mardoqueo había caído sobre ellos.

Pues Mardoqueo era grande en el palacio real; su fama se difundía por todas las provincias, y se iba engrandeciendo más y más.

Los judíos dieron a sus enemigos un golpe de espada con matanza y destrucción, e hicieron con sus enemigos lo que quisieron.

En Susa, la capital, los judíos mataron y destruyeron a 500 hombres.

Entonces mataron a Parsandata, Dalfón, Aspata,

Porata, Adalías, Aridata,

Parmasta, Arisai, Aridai y Vaizata,

los diez hijos de Amán hijo de Hamedata, el enemigo de los judíos. Pero no echaron mano a sus despojos.

El mismo día llegó al rey el número de los muertos en Susa, la capital.

Y el rey dijo a la reina Ester: —Si en Susa, la capital, los judíos han matado y destruido a 500 hombres y a los diez hijos de Amán, ¿qué habrán hecho en las otras provincias del rey? ¿Cuál es, pues, tu petición? Te será dada. ¿Qué más solicitas? Y será hecho.

Y Ester respondió: —Si al rey le parece bien, concédase también mañana a los judíos en Susa, para que hagan conforme a lo decretado para hoy, y que cuelguen en la horca a los diez hijos de Amán.

El rey mandó que se hiciera así. El decreto se promulgó en Susa, y colgaron a los diez hijos de Amán.

Entonces los judíos que estaban en Susa se congregaron también el día 14 del mes de Adar, y mataron en Susa a 300 hombres. Pero no echaron mano a sus despojos.

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