Libros Históricos

Las imágenes y el sacerdote de Micaía

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Jueces > Las imágenes y el sacerdote de Micaía (7:17:1 - 7:17:13)

Había un hombre de la región montañosa de Efraín, que se llamaba Micaías.

Y éste dijo a su madre: —Las 1.100 piezas de plata que te fueron tomadas y por las que tú maldecías y hablabas en mi presencia, he aquí que la plata está en mi poder; yo la había tomado. Entonces su madre dijo: —¡Jehovah te bendiga, hijo mío!

Cuando él devolvió a su madre las 1.100 piezas de plata, su madre dijo: —Solemne y espontáneamente he dedicado la plata a Jehovah, por mi hijo, para hacer una imagen tallada y de fundición. Ahora pues, yo te la devuelvo.

Pero él devolvió la plata a su madre. Y su madre tomó 200 piezas de plata y las dio al fundidor. Este hizo con ellas una imagen tallada y de fundición, y fue puesta en la casa de Micaías.

Este hombre, Micaías, tenía un santuario. Mandó hacer un efod e ídolos domésticos, e invistió a uno de sus hijos para que fuera su sacerdote.

En aquellos días no había rey en Israel, y cada uno hacía lo que le parecía recto ante sus propios ojos.

Había un joven de Belén de Judá, de la tribu de Judá, que era levita y vivía allí como forastero.

Este hombre había partido de la ciudad de Belén de Judá para ir a residir donde encontrase lugar. Y en su caminar por la región montañosa de Efraín, llegó a la casa de Micaías.

Y Micaías le preguntó: —¿De dónde vienes? El le respondió: —Soy un levita de Belén de Judá, y voy a residir donde encuentre lugar.

Entonces le dijo Micaías: —Quédate conmigo y sé para mí como padre y sacerdote. Yo te daré 10 piezas de plata por año, y tu ropa y tu comida. El levita entró.

El levita convino en habitar con aquel hombre, y el joven llegó a ser para él como uno de sus hijos.

Micaías invistió al levita, el cual le servía de sacerdote y vivía en la casa de Micaías.

Micaías dijo: —¡Ahora sé que Jehovah me prosperará, porque un levita ha venido a ser mi sacerdote!

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Micaía y los hombres de Dan

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Jueces > Micaía y los hombres de Dan (7:18:1 - 7:18:31)

En aquellos días no había rey en Israel. También en aquellos días, la tribu de Dan buscaba una heredad para sí, donde establecerse, porque hasta entonces no le había tocado una heredad entre las tribus de Israel.

Entonces los hijos de Dan enviaron de sus clanes a cinco hombres de entre todos ellos, hombres valientes de Zora y de Estaol, para reconocer la tierra y para explorarla. Y les dijeron: —Id y explorad la tierra. Ellos llegaron, en la región montañosa de Efraín, hasta la casa de Micaías, y pasaron allí la noche.

Y cuando estaban junto a la casa de Micaías, reconocieron la voz del joven levita. Se acercaron allí y le dijeron: —¿Quién te ha traído aquí? ¿Qué estás haciendo en este lugar? ¿Qué tienes que ver tú aquí?

Y él les respondió: —De esta y de esta manera ha hecho conmigo Micaías, y me ha empleado para que sea su sacerdote.

Ellos le dijeron: —Por favor, consulta a Dios, para que sepamos si ha de prosperar el viaje que estamos haciendo.

Y el sacerdote les respondió: —Id en paz, porque el viaje que estáis haciendo goza de la aprobación de Jehovah.

Entonces partieron aquellos cinco hombres y llegaron a Lais. Y vieron que la gente que habitaba en ella vivía segura, tranquila y confiada, a la manera de los sidonios. No había en la tierra quien les hiciera ningún daño, ni quien les desplazara ni oprimiera. Además, estaban lejos de los sidonios y no tenían trato con nadie.

Entonces se volvieron a sus hermanos en Zora y Estaol, y sus hermanos les preguntaron: —¿Qué hay? Ellos respondieron:

—¡Levantaos, subamos contra ellos, porque hemos visto la tierra, y he aquí que es muy buena! Vosotros, ¿por qué os quedáis quietos? ¡No vaciléis para poneros en marcha a fin de entrar y tomar posesión de la tierra!

Cuando vayáis allá, llegaréis a una gente confiada y a una tierra extensa que Dios ha entregado en vuestra mano. Es un lugar donde no falta ninguna cosa de lo que hay en la tierra.

Entonces 600 hombres de la familia de los danitas, armados para la guerra, partieron de allí, de Zora y de Estaol.

Subieron y acamparon en Quiriat-jearim, en Judá, por lo que aquel lugar fue llamado Campamento de Dan, hasta el día de hoy. He aquí que está al oeste de Quiriat-jearim.

De allí pasaron a la región montañosa de Efraín y llegaron hasta la casa de Micaías.

Entonces intervinieron aquellos cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra de Lais, y dijeron a sus hermanos: —¿Sabéis que en estas casas hay un efod, ídolos domésticos y una imagen tallada y de fundición? Ahora pues, vosotros sabéis lo que habéis de hacer.

Entonces se acercaron allí, llegaron a la casa del joven levita, en casa de Micaías, y le saludaron deseándole paz.

Los 600 hombres de los hijos de Dan, ceñidos con sus armas de guerra, estaban a la entrada de la puerta.

Mientras el sacerdote estaba a la entrada de la puerta con los 600 hombres ceñidos con sus armas de guerra, los cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra subieron, entraron allí y tomaron la imagen tallada y de fundición, el efod y los ídolos domésticos.

Y cuando entraron estos hombres en la casa de Micaías, y tomaron la imagen tallada y de fundición, el efod, los ídolos domésticos, el sacerdote les preguntó: —¿Qué estáis haciendo?

Ellos le respondieron: —¡Cállate! Pon la mano sobre tu boca, vente con nosotros y sé para nosotros como padre y sacerdote. ¿Es mejor que seas sacerdote de la casa de un solo hombre, o que seas sacerdote de una tribu y de un clan de Israel?

Se alegró el corazón del sacerdote; y tomó el efod, los ídolos domésticos y la imagen tallada, y se fue en medio de aquella gente.

Ellos se volvieron y partieron, poniendo delante de ellos a los niños, el ganado y las posesiones.

Cuando ya se habían alejado de la casa de Micaías, los hombres que habitaban en las casas cercanas a la casa de Micaías fueron convocados y alcanzaron a los hijos de Dan.

Entonces gritaron a los hijos de Dan, quienes volvieron la cara y preguntaron a Micaías: —¿Qué te pasa que has convocado gente?

El respondió: —¡Tomasteis mis dioses que yo hice y al sacerdote, y os fuisteis! ¿Qué más me queda? ¿Por qué, pues, me preguntáis: “¿Qué te pasa?”

Los hijos de Dan le dijeron: —¡Que no se oiga tu voz entre nosotros! No sea que los de ánimo colérico os acometan, y pierdas también tu vida y la vida de los de tu familia.

Los hijos de Dan prosiguieron su camino. Y viendo Micaías que ellos eran más fuertes que él, se volvió y regresó a su casa.

Los hijos de Dan se llevaron las cosas que había hecho Micaías, junto con el sacerdote que tenía, y llegaron a Lais, a una gente tranquila y confiada. Los mataron a filo de espada y prendieron fuego a la ciudad.

No hubo quien los socorriese, porque estaban lejos de Sidón y no tenían tratos con nadie. La ciudad estaba en el valle que hay cerca de Bet-rejob. Después ellos reedificaron la ciudad y habitaron en ella.

Y llamaron el nombre de aquella ciudad Dan, según el nombre de su padre Dan, que le había nacido a Israel; aunque antes la ciudad se llamaba Lais.

Los hijos de Dan erigieron para sí la imagen tallada; y Jonatán hijo de Gersón, hijo de Moisés, él y sus hijos fueron sacerdotes de la tribu de Dan hasta el tiempo de la cautividad de la tierra.

Así tuvieron instalada para ellos la imagen tallada que Micaías había hecho, todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo.

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El levita y su concubina

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Jueces > El levita y su concubina (7:19:1 - 7:19:30)

En aquellos días, cuando no había rey en Israel, había un hombre de Leví que habitaba como forastero en la parte más remota de la región montañosa de Efraín. Este había tomado para sí como concubina a una mujer de Belén de Judá.

Su concubina se enfadó con él y se fue de su lado para irse a la casa de su padre, a Belén de Judá, y estuvo allá durante cuatro meses.

Su marido se levantó y la siguió para hablarle amorosamente y hacerla volver. Llevó consigo a un criado suyo y un par de asnos. Ella lo hizo entrar en la casa de su padre.

Y al verlo el padre de la joven, salió a recibirlo gozoso. Su suegro, el padre de la joven, le insistió, y se quedó con él tres días, comiendo, bebiendo y alojándose allí.

Y sucedió que al cuarto día, cuando se levantaron muy de mañana, el levita se dispuso a partir. Pero el padre de la joven dijo a su yerno: —Fortalécete con un poco de pan, y después os iréis.

Se sentaron los dos juntos, y comieron y bebieron. Entonces el padre de la joven dijo al hombre: —Quédate, por favor, a pasar la noche, y alégrese tu corazón.

El hombre se levantó para irse, pero su suegro le insistió, y se quedó otra vez a pasar la noche allí.

Al quinto día, se levantó muy de mañana para irse, y el padre de la joven le dijo: —Por favor, fortalécete; y esperad hasta que decline el día. Y comieron los dos.

Entonces se levantó el hombre para irse con su concubina y su criado. Pero su suegro, el padre de la joven, le dijo: —He aquí que el día se acaba, y está anocheciendo. Por favor, pasad aquí la noche, porque el día ya ha declinado. Pasa aquí la noche y alégrese tu corazón. Mañana os levantaréis temprano para vuestro viaje, y te irás a tu morada.

Pero el hombre no quiso pasar la noche allí, sino que se levantó y partió. Llegó frente a Jebús, que es Jerusalén, con su par de asnos aparejados y con su concubina.

Cuando estaban cerca de Jebús, el día había declinado mucho. Entonces el criado dijo a su señor: —Ven, por favor, vayamos a esta ciudad de los jebuseos y pasemos la noche en ella.

Su señor le respondió: —No iremos a ninguna ciudad de extranjeros en la que no hay hijos de Israel. Más bien, pasaremos hasta Gabaa. —Dijo además a su criado—:

Ven y acerquémonos a uno de esos lugares para pasar la noche en Gabaa o en Ramá.

Pasando de largo, caminaron; y el sol se puso cuando estaban junto a Gabaa, que pertenece a Benjamín.

Entonces allí se apartaron del camino para entrar y pasar la noche en Gabaa. Entraron y se sentaron en la plaza de la ciudad, porque no hubo quien los recibiese en su casa para pasar la noche.

Pero he aquí que al atardecer un anciano volvía de trabajar en el campo. Este hombre era de la región montañosa de Efraín y habitaba como forastero en Gabaa, pues los habitantes de aquel lugar eran de los hijos de Benjamín.

Alzando los ojos, vio a aquel viajero en la plaza de la ciudad; y el anciano le preguntó: —¿A dónde vas y de dónde vienes?

El le respondió: —Pasamos de Belén de Judá hasta las partes más remotas de la región montañosa de Efraín, de donde soy. Fui hasta Belén de Judá y voy a mi casa, pero no hay quien me reciba en su casa.

No obstante, nosotros tenemos paja y forraje para nuestros asnos, y también tenemos pan y vino para mí, para tu sierva y para el criado que está con tus siervos. No nos falta nada.

El anciano dijo: —La paz sea contigo. Lo que te falte quede todo a mi cargo, pero no pases la noche en la plaza.

Los hizo entrar en su casa y dio forraje a los asnos. Y ellos se lavaron los pies, comieron y bebieron.

Cuando estaban alegrándose, he aquí que los hombres de la ciudad, hombres pervertidos, rodearon la casa y golpearon la puerta diciendo al anciano, dueño de la casa: —¡Saca fuera al hombre que ha entrado en tu casa, para que lo conozcamos!

Aquel hombre, dueño de la casa, salió a ellos y les dijo: —¡No, hermanos míos! Por favor, no cometáis esta maldad, porque este hombre ha entrado en mi casa. No cometáis esta vileza.

He aquí mi hija virgen y la concubina de él. Yo os las sacaré; humilladlas y haced con ellas lo que os parezca bien. Pero no hagáis esta vileza a este hombre.

Pero aquellos hombres no le quisieron escuchar; por lo cual, tomando el hombre a su concubina, la sacó afuera. Ellos la violaron y abusaron de ella toda la noche hasta el amanecer, y la dejaron cuando rayaba el alba.

Cuando amanecía, la mujer vino y cayó delante de la puerta de la casa de aquel hombre donde estaba su señor, hasta que fue de día.

Y levantándose de mañana su señor, abrió las puertas de la casa y salió para seguir su camino. Y he aquí la mujer, su concubina, estaba tendida delante de la puerta de la casa, con sus manos sobre el umbral.

El le dijo: —Levántate, y vámonos. Pero no hubo respuesta. Entonces el hombre la cargó sobre el asno, se puso en camino y se fue a su pueblo.

Cuando llegó a su casa, tomó un cuchillo, y sujetando firmemente a su concubina, la desmembró en doce pedazos y los envió por todo el territorio de Israel.

Y sucedió que todo el que lo veía, decía: —¡Jamás se ha hecho ni visto cosa semejante, desde el día en que los hijos de Israel subieron de la tierra de Egipto, hasta el día de hoy! ¡Consideradlo, deliberad y manifestaos!

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La guerra contra Benjamín

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Jueces > La guerra contra Benjamín (7:20:1 - 7:20:48)

Entonces todos los hijos de Israel salieron, desde Dan hasta Beerseba y la tierra de Galaad, y la asamblea acudió como un solo hombre a Jehovah en Mizpa.

Los jefes de todo el pueblo, de todas las tribus de Israel, estaban presentes en la reunión del pueblo de Dios, 400.000 hombres de infantería que sacaban espada.

Y los hijos de Benjamín oyeron que los hijos de Israel habían subido a Mizpa. Entonces dijeron los hijos de Israel: —Decid cómo fue cometido este crimen.

El levita, marido de la mujer asesinada, respondió y dijo: —Yo llegué con mi concubina a Gabaa de Benjamín para pasar la noche.

Entonces se levantaron contra mí los hombres de Gabaa y rodearon la casa por causa mía, por la noche, con la idea de matarme. Violaron a mi concubina de tal manera que ella murió.

Después sujeté a mi concubina, la corté en pedazos y los envié por todo el territorio de la heredad de Israel, por cuanto habían cometido una infamia y una vileza en Israel.

He aquí, todos vosotros, oh hijos de Israel, dad aquí vuestro parecer y consejo.

Entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se levantó y dijo: —¡Ninguno de nosotros irá a su morada, ni nadie regresará a su casa!

Y ahora, esto es lo que haremos a Gabaa: Subiremos por sorteo contra ella.

De todas las tribus de Israel tomaremos 10 hombres de cada 100 y 100 de cada 1.000 y 1.000 de cada

que lleven provisiones al pueblo, para que yendo a Gabaa de Benjamín, le hagan conforme a toda la vileza que ha cometido en Israel.

Todos los hombres de Israel se juntaron contra la ciudad, unidos como un solo hombre.

Y las tribus de Israel enviaron hombres por toda la tribu de Benjamín, diciendo: —¿Qué crimen es éste, que se ha cometido entre vosotros?

Ahora pues, entregad a esos hombres perversos que están en Gabaa, para que los matemos y extirpemos el mal de en medio de Israel. Pero los hijos de Benjamín no quisieron escuchar la voz de sus hermanos, los hijos de Israel.

Más bien, los hijos de Benjamín vinieron de sus ciudades y se reunieron en Gabaa para salir a la guerra contra los hijos de Israel.

Aquel día fueron contados los hijos de Benjamín: 26.000 hombres de las ciudades, que sacaban espada, sin contar a los habitantes de Gabaa, que fueron 700 hombres escogidos.

Entre toda aquella gente había 700 hombres escogidos que eran zurdos, todos los cuales tiraban una piedra con la honda a un cabello, y no fallaban.

Fueron contados los hombres de Israel, excluyendo a los de Benjamín: 400.000 hombres que sacaban espada, todos hombres de guerra.

Luego se levantaron los hijos de Israel, subieron a Betel y consultaron a Dios diciendo: —¿Quién subirá primero por nosotros a la batalla contra los hijos de Benjamín? Y Jehovah respondió: —Judá subirá primero.

Los hijos de Israel se levantaron por la mañana y acamparon frente a Gabaa.

Salieron los hijos de Israel a la batalla contra Benjamín. Y los hombres de Israel dispusieron la batalla contra ellos junto a Gabaa.

Pero los hijos de Benjamín salieron de Gabaa y aquel día dejaron muertos en tierra a 22.000 hombres de Israel.

Sin embargo, el pueblo se fortaleció, y los hombres de Israel volvieron a disponer la batalla en el mismo lugar donde la habían dispuesto el primer día.

Los hijos de Israel subieron y lloraron delante de Jehovah hasta el atardecer, y consultaron a Jehovah diciendo: —¿Volveremos a la batalla contra los hijos de Benjamín, nuestros hermanos? Y Jehovah les respondió: —Subid contra ellos.

El segundo día, los hijos de Israel se acercaron a los hijos de Benjamín.

Aquel segundo día los de Benjamín salieron de Gabaa contra ellos y dejaron muertos en tierra a otros

de los hijos de Israel, todos los cuales sacaban espada.

Entonces subieron todos los hijos de Israel y todo el pueblo, y fueron a Betel. Lloraron, permanecieron allí delante de Jehovah, ayunaron aquel día hasta el atardecer y ofrecieron holocaustos y sacrificios de paz delante de Jehovah.

Los hijos de Israel consultaron a Jehovah. (El arca del pacto de Dios estaba allí en aquellos días;

y Fineas hijo de Eleazar, hijo de Aarón, servía delante de ella en aquellos días.) Ellos preguntaron: —¿Volveremos a salir a la batalla contra los hijos de Benjamín, nuestros hermanos; o desistiremos? Y Jehovah respondió: —Subid, porque mañana yo los entregaré en vuestra mano.

Entonces Israel puso gente emboscada alrededor de Gabaa.

Y el tercer día, cuando los hijos de Israel subieron contra los hijos de Benjamín, dispusieron la batalla frente a Gabaa, como las otras veces.

Los hijos de Benjamín salieron para enfrentar al pueblo y fueron alejados de la ciudad. Como las otras veces, comenzaron a matar a algunos de ellos en el campo, por los caminos, uno de los cuales sube a Betel y otro a Gabaa. Habían matado a unos treinta hombres de Israel,

y los hijos de Benjamín decían: “¡Son vencidos delante de nosotros, como la primera vez!” Pero los hijos de Israel habían dicho: “Huiremos y los alejaremos de la ciudad, hasta los caminos.”

Entonces todos los hombres de Israel se levantaron de su lugar, y dispusieron la batalla en Baal-tamar. La gente emboscada de Israel se lanzó desde su lugar, al oeste de Gabaa,

y fueron ante Gabaa 10.000 hombres escogidos de todo Israel. La batalla comenzó a arreciar, pero ellos no se daban cuenta de que el desastre se les venía encima.

Jehovah derrotó a Benjamín ante Israel, y los hijos de Israel mataron aquel día a 25.100 hombres de Benjamín, todos los cuales sacaban espada.

Entonces los hijos de Benjamín vieron que estaban derrotados. Los hombres de Israel habían cedido terreno a Benjamín, porque estaban confiados en la gente emboscada que habían puesto contra Gabaa.

La gente de la emboscada se apresuró y acometió contra Gabaa. La gente de la emboscada se desplegó y mató a filo de espada a toda la ciudad.

Los hombres de Israel tenían un acuerdo con los de la emboscada: que se hiciera subir una gran columna de humo desde la ciudad.

Cuando los hombres de Israel retrocedieron en la batalla, los de Benjamín comenzaron a derribar muertos a unos treinta hombres de Israel y decían: “Ciertamente son vencidos delante de nosotros, como en la primera batalla.”

Pero cuando la señal, una columna de humo, comenzó a subir de la ciudad, entonces Benjamín miró hacia atrás, y he aquí que el fuego de la ciudad entera subía al cielo.

Entonces los hombres de Israel se volvieron, y los de Benjamín se aterrorizaron, porque vieron que el desastre se les había venido encima.

Luego volvieron las espaldas ante los hombres de Israel, hacia el camino del desierto. Pero la batalla los alcanzó, y los que venían de las ciudades los destruían en medio de ellos.

Así cercaron a los de Benjamín, los persiguieron desde Noja, y los acosaron hasta la misma Gabaa, por el lado oriental.

Cayeron 18.000 hombres de Benjamín, todos ellos hombres de valor.

Entonces se dirigieron hacia el desierto, y huyeron a la peña de Rimón; y fueron muertos otros 5.000 hombres en los caminos. Continuaron acosándolos hasta Gidom y mataron a otros 2.000 hombres de ellos.

Y todos los que cayeron de Benjamín aquel día fueron 25.000 hombres que sacaban espada, todos hombres de valor.

Pero 600 hombres se dirigieron al desierto y huyeron a la peña de Rimón, y permanecieron en la peña de Rimón durante cuatro meses.

Los hombres de Israel se volvieron contra los hijos de Benjamín y en las ciudades hirieron a filo de espada tanto a hombres como animales, y todo lo que fue hallado. Asimismo, prendieron fuego a todas las ciudades que hallaron.

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Mujeres para los benjamitas

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Jueces > Mujeres para los benjamitas (7:21:1 - 7:21:25)

Los hombres de Israel habían jurado en Mizpa, diciendo: “Ninguno de nosotros dará su hija por mujer a los de Benjamín.”

Entonces el pueblo fue a Betel, y ellos permanecieron allí, delante de Dios, hasta el atardecer. Y alzando su voz lloraron amargamente y dijeron:

—Oh Jehovah Dios de Israel, ¿por qué ha sucedido esto en Israel, que falte hoy una tribu de Israel?

Al día siguiente, el pueblo se levantó muy de mañana. Edificaron allí un altar, y ofrecieron holocaustos y sacrificios de paz.

Y los hijos de Israel dijeron: —¿Quién de entre todas las tribus de Israel no ha venido a la congregación, a Jehovah? Porque se había hecho un juramento solemne contra quien no subiera ante Jehovah en Mizpa, diciendo: “Morirá irremisiblemente.”

Los hijos de Israel se lamentaban por causa de Benjamín su hermano, y decían: —¡Una tribu ha sido cortada hoy de Israel!

¿Qué haremos en cuanto a conseguir mujeres para los que han quedado? Porque nosotros hemos jurado por Jehovah que no les daremos por mujeres a nuestras hijas.

—Y añadieron—: ¿Hay alguno de entre las tribus de Israel que no haya subido a Jehovah, en Mizpa? Y he aquí, hallaron que ninguno de Jabes, en Galaad, había ido al campamento, a la congregación.

Cuando el pueblo fue contado, he aquí que no había allí ningún hombre de los habitantes de Jabes, en Galaad.

Entonces la asamblea envió allá a 12.000 hombres de los valientes. Y les mandaron diciendo: —Id y matad a filo de espada a los habitantes de Jabes, en Galaad, con las mujeres y los niños.

Esto es lo que habéis de hacer: Eliminaréis a todo hombre, y a toda mujer que haya tenido unión sexual con varón.

Entre los habitantes de Jabes, en Galaad, hallaron a 400 muchachas vírgenes, que no habían tenido unión sexual con varón; y las llevaron al campamento en Silo, en tierra de Canaán.

Entonces toda la asamblea envió un mensaje a los hijos de Benjamín que estaban en la peña de Rimón, y les proclamaron la paz.

En aquel tiempo volvieron los de Benjamín, y les dieron por mujeres a las que habían conservado vivas de las mujeres de Jabes, en Galaad. Pero éstas no fueron suficientes para ellos.

El pueblo se lamentaba por causa de Benjamín, porque Jehovah había abierto una brecha en las tribus de Israel.

Entonces los ancianos de la asamblea dijeron: —¿Qué haremos en cuanto a conseguir mujeres para los que han quedado? Porque las mujeres de Benjamín han sido exterminadas.

—Y dijeron—: Lo que era de Benjamín sea herencia de sus sobrevivientes, para que no sea exterminada una tribu de Israel.

Pero nosotros no les podemos dar mujeres de nuestras hijas. Porque los hijos de Israel habían jurado diciendo: “¡Maldito el que dé mujer a los de Benjamín!”

Y dijeron: —He aquí que cada año hay fiesta de Jehovah en Silo. Silo está al norte de Betel, al lado oriental del camino que sube de Betel a Siquem, y al sur de Lebona.

Y mandaron a los hijos de Benjamín, diciendo: —Id y poned emboscada en las viñas.

Mirad; y he aquí que cuando las jóvenes de Silo salgan a bailar en círculos, vosotros saldréis de las viñas y arrebataréis cada uno una mujer para sí de las jóvenes de Silo, y os iréis a la tierra de Benjamín.

Y sucederá que cuando sus padres o sus hermanos vengan a pleito ante nosotros, les diremos: “Hacednos el favor de concedérnoslas, porque nosotros no conseguimos en la guerra mujeres para todos ellos. Además, vosotros no sois culpables, porque no se las habéis dado.”

Los hijos de Benjamín lo hicieron así, y tomaron mujeres, una cada uno, raptándolas de entre las que danzaban. Después se fueron, volvieron a sus heredades, reedificaron las ciudades y habitaron en ellas.

También los hijos de Israel partieron de allí, cada uno a su tribu o clan; y se fueron de allí, cada uno a su heredad.

En aquellos días no había rey en Israel, y cada uno hacía lo que le parecía recto ante sus propios ojos.

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