Libros Históricos

David mata a Goliat

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > David mata a Goliat (9:17:1 - 9:17:58)

Los filisteos reunieron sus tropas para la guerra y se congregaron en Soco, que pertenecía a Judá. Después acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-damim.

También Saúl y los hombres de Israel se reunieron y acamparon en el valle de Ela y dispusieron la batalla contra los filisteos.

Los filisteos estaban a un lado sobre una colina, y los israelitas al otro lado sobre otra colina; y el valle estaba entre ellos.

Entonces, de las tropas de los filisteos salió un paladín que se llamaba Goliat, de Gat. Este tenía de estatura seis codos y un palmo.

Llevaba un casco de bronce en la cabeza y estaba vestido con una cota de malla de bronce que pesaba

siclos.

Sobre sus piernas tenía grebas de bronce y entre sus hombros llevaba una jabalina de bronce.

El asta de su lanza parecía un rodillo de telar, y su punta de hierro pesaba 600 siclos. Y su escudero iba delante de él.

Entonces se detuvo y gritó al ejército de Israel, diciendo: —¿Para qué salís a disponer la batalla? ¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? ¡Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí!

Si él puede luchar conmigo y me vence, nosotros seremos vuestros esclavos. Pero si yo puedo más que él y lo venzo, vosotros seréis nuestros esclavos y nos serviréis.

—Y el filisteo añadió—: ¡Yo desafío hoy al ejército de Israel! ¡Dadme un hombre para que luche contra mí!

Cuando Saúl y todo Israel oyeron estas palabras del filisteo, se amedrentaron y tuvieron mucho temor.

Ahora bien, David era hijo de un hombre efrateo de Belén de Judá, que se llamaba Isaí y que tenía ocho hijos. En los días de Saúl este hombre era anciano, de edad muy avanzada.

Los tres hijos mayores de Isaí habían ido tras Saúl a la guerra. Los nombres de sus tres hijos que habían ido a la guerra eran: Eliab el primogénito, Abinadab el segundo y Sama el tercero.

David era el menor. Y mientras los tres mayores habían ido tras Saúl,

David iba y volvía de donde estaba Saúl, para apacentar las ovejas de su padre en Belén.

Aquel filisteo se aproximaba por la mañana y por la tarde, presentándose así durante cuarenta días.

Isaí dijo a su hijo David: —Toma, por favor, para tus hermanos un efa de este grano tostado y estos diez panes, y llévalos de prisa al campamento donde están tus hermanos.

Lleva también estos diez quesos para el jefe de millar. Averigua si tus hermanos están bien y toma alguna prenda de ellos.

Saúl y ellos, con todos los hombres de Israel, están en el valle de Ela, combatiendo contra los filisteos.

David se levantó muy de mañana, y dejando las ovejas al cuidado de un guarda, tomó las cosas y se fue, como Isaí le había mandado. Llegó al círculo del campamento cuando las fuerzas disponían la batalla y daban el grito de guerra.

Los israelitas y los filisteos estaban dispuestos, ejército contra ejército.

Las cosas que David traía las dejó en manos del guarda del equipaje, y corrió hacia el ejército. Cuando llegó, saludó a sus hermanos, deseándoles paz.

Entonces, mientras hablaba con ellos, he aquí aquel paladín que se llamaba Goliat, el filisteo de Gat, salió del ejército de los filisteos y repitió las mismas palabras, las cuales oyó David.

Todos los hombres de Israel, al ver a aquel hombre, huían de su presencia y tenían mucho miedo.

Los hombres de Israel decían: —¿Habéis visto a ese hombre que ha salido? El se adelanta para desafiar a Israel. Y sucederá que al que lo venza, el rey le enriquecerá con grandes riquezas, le dará su hija y eximirá de tributos a su casa paterna en Israel.

David habló a los que estaban junto a él y preguntó: —¿Qué harán por el hombre que venza a ese filisteo y quite la afrenta de Israel? Porque, ¿quién es ese filisteo incircunciso para que desafíe a los escuadrones del Dios viviente?

La gente le respondió las mismas palabras, diciendo: —Así se hará al hombre que lo venza.

Eliab, su hermano mayor, le oyó hablar a los hombres. Entonces Eliab se encendió en ira contra David y le preguntó: —¿Para qué has descendido acá? ¿Y con quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? ¡Yo conozco tu arrogancia y la malicia de tu corazón! ¡Has descendido para ver la batalla!

David respondió: —¿Qué he hecho yo ahora? ¿No fue sólo una palabra?

Se apartó de él hacia otro y preguntó lo mismo. Y la gente le respondió igual que antes.

Las palabras que David había dicho fueron oídas y le fueron referidas a Saúl, quien le hizo venir.

Y David dijo a Saúl: —No desmaye el corazón de nadie a causa de él. Tu siervo irá y luchará contra ese filisteo.

Saúl dijo a David: —Tú no podrás ir contra ese filisteo para luchar contra él; porque tú eres un muchacho, y él es un hombre de guerra desde su juventud.

David respondió a Saúl: —Tu siervo ha sido pastor de las ovejas de su padre. Y cuando venía un león o un oso y tomaba alguna oveja del rebaño,

yo salía tras él, lo hería y la rescataba de su boca. Si se levantaba contra mí, yo lo agarraba por la melena, lo hería y lo mataba.

Fuese león o fuese oso, tu siervo lo mataba. Ese filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha desafiado a los escuadrones del Dios viviente.

—Y David añadió—: ¡Jehovah, quien me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él me librará de la mano de ese filisteo! Y Saúl dijo a David: —¡Vé, y que Jehovah sea contigo!

Saúl vistió a David con su propia armadura. Le puso un casco de bronce sobre su cabeza y lo vistió con una cota de malla.

Luego David se ciñó la espada de él sobre su ropa e intentó andar, porque no estaba acostumbrado. Entonces David dijo a Saúl: —Yo no puedo andar con esto, porque no estoy acostumbrado. David se quitó de encima aquellas cosas.

Entonces tomó su cayado en su mano y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en la bolsa pastoril, en el zurrón que llevaba. Y con su honda en su mano, se fue hacia el filisteo.

El filisteo venía acercándose a David, precedido de su escudero.

Cuando el filisteo miró y vio a David, lo tuvo en poco, porque era un joven de tez sonrosada y de hermoso semblante.

Y el filisteo preguntó a David: —¿Acaso soy yo un perro para que vengas contra mí con palos? El filisteo maldijo a David por sus dioses.

También el filisteo dijo a David: —¡Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a los animales del campo!

Entonces David dijo al filisteo: —Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. Pero yo voy contra ti en el nombre de Jehovah de los Ejércitos, Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado.

Jehovah te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré. Te cortaré la cabeza y daré hoy los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a los animales del campo. ¡Y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel!

También todos estos congregados sabrán que Jehovah no libra con espada ni con lanza. ¡De Jehovah es la batalla! ¡Y él os entregará en nuestra mano!

Aconteció que cuando el filisteo se levantó y se fue acercando al encuentro de David, éste se dio prisa y corrió al combate contra el filisteo.

Entonces David metió su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra y la arrojó con la honda, hiriendo al filisteo en la frente. La piedra quedó clavada en su frente, y éste cayó de bruces en tierra.

Así venció David al filisteo con una honda y una piedra, y lo mató sin tener espada en su mano.

Entonces David corrió, se puso sobre el filisteo, y tomando la espada de éste, la sacó de su vaina y lo mató cortándole la cabeza con ella. Cuando los filisteos vieron muerto a su héroe, huyeron.

Entonces los hombres de Israel y de Judá se levantaron gritando, y persiguieron a los filisteos hasta la entrada de Gat, y hasta las puertas de Ecrón. Los cadáveres de los filisteos yacían por el camino de Saraim hasta Gat y Ecrón.

Cuando los hijos de Israel volvieron de perseguir a los filisteos, les saquearon su campamento.

Luego David tomó la cabeza del filisteo y la llevó a Jerusalén, pero puso sus armas en su morada.

Cuando Saúl vio a David que salía para encontrarse con el filisteo, preguntó a Abner, el jefe del ejército: —Abner, ¿de quién es hijo ese joven? Abner respondió:

—¡Vive tu alma, oh rey, que no lo sé! El rey dijo: —Pregunta, pues, de quién es hijo ese joven.

Cuando David volvía de matar al filisteo, teniendo la cabeza del filisteo en su mano, Abner lo tomó y lo llevó a Saúl.

Saúl le preguntó: —Joven, ¿de quién eres hijo? David respondió: —Soy hijo de tu siervo Isaí, de Belén.

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Pacto de Jonatán y David

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Pacto de Jonatán y David (9:18:1 - 9:18:5)

Aconteció que cuando David terminó de hablar con Saúl, el alma de Jonatán se quedó ligada a la de David, y Jonatán le amó como a sí mismo.

Aquel día Saúl le retuvo y no le dejó volver a la casa de su padre.

Entonces Jonatán hizo un pacto con David, porque le amaba como a sí mismo.

Y Jonatán se quitó la túnica que llevaba y se la dio a David, junto con otras prendas suyas, inclusive su espada, su arco y su cinturón.

David iba a donde Saúl le enviaba y tenía éxito, por lo cual Saúl lo puso al mando de la gente de guerra. Y esto era agradable a los ojos de todo el pueblo y a los ojos de los servidores de Saúl.

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Saúl tiene celos de David

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Saúl tiene celos de David (9:18:6 - 9:18:30)

Aconteció que mientras ellos volvían, cuando David regresaba de vencer al filisteo, las mujeres de todas las ciudades de Israel salieron para recibir al rey Saúl, cantando y danzando con gozo, al son de panderos y otros instrumentos musicales.

Y mientras danzaban, las mujeres cantaban y decían: “¡Saúl derrotó a sus miles! ¡Y David a sus diez miles!”

Saúl se enojó muchísimo. Estas palabras le desagradaron, y pensó: “A David le dan diez miles, y a mí me dan miles. ¡No le falta más que el reino!”

Desde aquel día en adelante, Saúl miraba con sospecha a David.

Aconteció al día siguiente que un espíritu malo de parte de Dios se apoderó de Saúl, y éste desvariaba dentro de su casa. David tañía el arpa con su mano, como lo hacía día tras día, y Saúl tenía una lanza en la mano.

Entonces Saúl arrojó la lanza pensando: “¡Clavaré a David en la pared!” Pero David le esquivó dos veces.

Saúl temía a David porque Jehovah estaba con él, mientras que se había apartado de Saúl.

Entonces Saúl alejó de sí a David, haciéndole jefe de mil; y éste salía y entraba al frente del pueblo.

David tenía éxito en todos sus asuntos, pues Jehovah estaba con él.

Al ver Saúl que David tenía mucho éxito, le tenía miedo.

Pero todo Israel y Judá amaban a David, porque él era quien salía y entraba al frente de ellos.

Entonces Saúl dijo a David: —He aquí Merab, mi hija mayor. Yo te la daré por mujer, con tal que me seas un hombre valiente y lleves a cabo las batallas de Jehovah. Pero Saúl pensaba: “No será mi mano contra él. ¡La mano de los filisteos será contra él!”

David respondió a Saúl: —¿Quién soy yo, y qué es mi vida o la familia de mi padre en Israel, para que yo sea yerno del rey?

Pero sucedió que cuando llegó el tiempo en que Merab, hija de Saúl, debía ser dada a David, fue dada por mujer a Adriel el mejolatita.

Pero Mical, la otra hija de Saúl, amaba a David. Esto le fue dicho a Saúl, y el asunto le pareció bien.

Luego pensó Saúl: “Yo se la daré para que le sirva de trampa y para que la mano de los filisteos sea contra él.” Y Saúl dijo a David por segunda vez: —Hoy serás mi yerno.

Entonces Saúl dio órdenes a sus servidores: —Hablad en secreto a David, diciéndole: “He aquí, el rey te aprecia, y todos sus servidores te quieren bien; sé, pues, yerno del rey.”

Los servidores de Saúl dijeron estas palabras a oídos de David, y éste preguntó: —¿Os parece poca cosa ser yerno del rey, siendo yo un hombre pobre e insignificante?

Los servidores de Saúl dieron a éste la respuesta diciendo: —Estas palabras ha dicho David.

Y Saúl dijo: —Decid esto a David: “El rey no tiene interés en el precio matrimonial, sino en 100 prepucios de filisteos, para vengarse de los enemigos del rey.” Pero Saúl pensaba hacer caer a David en mano de los filisteos.

Y cuando los servidores de Saúl declararon a David estas palabras, agradó a David el asunto de ser yerno del rey. Antes que se cumpliera el plazo,

David se levantó y partió con su gente. Mató a 200 hombres de los filisteos, llevó sus prepucios y los entregó todos al rey, para llegar a ser yerno del rey. Y Saúl le dio por mujer a su hija Mical.

Pero al ver y reconocer que Jehovah estaba con David y que Mical hija de Saúl le amaba,

Saúl temió aun más a David. Y Saúl fue hostil a David todos los días.

Los jefes de los filisteos continuaron saliendo a la guerra. Y sucedía que cada vez que lo hacían, David tenía más éxito que todos los servidores de Saúl, por lo que su nombre se hizo muy apreciado.

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Saúl procura matar a David

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Saúl procura matar a David (9:19:1 - 9:19:24)

Saúl habló a su hijo Jonatán y a todos sus servidores para dar muerte a David. Pero Jonatán hijo de Saúl amaba mucho a David.

Y Jonatán dio aviso a David, diciendo: —Mi padre Saúl procura matarte. Ahora, por favor, ten cuidado durante la mañana y escóndete en un lugar oculto.

Yo saldré y estaré al lado de mi padre en el campo donde tú estés y hablaré de ti a mi padre. Si percibo algo, te lo avisaré.

Jonatán habló bien de David a su padre Saúl, y le dijo: —No peque el rey contra su siervo David, porque él no ha cometido ningún pecado contra ti. Al contrario, sus obras te han sido muy beneficiosas.

El arriesgó su vida cuando mató al filisteo, y Jehovah dio una gran victoria a todo Israel. Tú lo viste y te alegraste; ¿por qué, pues, pecarás contra sangre inocente, dando muerte a David sin motivo?

Al oír Saúl la voz de Jonatán, juró: —¡Vive Jehovah, que no morirá!

Entonces Jonatán llamó a David y le declaró todas estas palabras. Jonatán presentó a David ante Saúl, y David estuvo delante de él como antes.

Volvió a haber guerra, y David fue y combatió contra los filisteos. El les ocasionó una gran derrota, y huyeron ante él.

Entonces un espíritu malo de parte de Jehovah vino sobre Saúl. Y estando él sentado en su casa, tenía su lanza en su mano, mientras David tañía con la mano.

Luego Saúl intentó clavar a David en la pared con la lanza, pero David esquivó a Saúl, quien golpeó la lanza contra la pared. Aquella noche David huyó y se escapó.

Saúl envió mensajeros a la casa de David para que lo vigilasen y le dieran muerte a la mañana siguiente. Pero Mical, su mujer, avisó a David diciendo: —Si no salvas tu vida esta noche, mañana estarás muerto.

Entonces Mical descolgó a David por una ventana, y él se fue, huyó y se escapó.

Después Mical tomó un ídolo doméstico y lo puso sobre la cama, acomodándole a la cabecera una almohada de cuero de cabra y cubriéndolo con la ropa.

Y cuando Saúl envió mensajeros para que prendiesen a David, ella respondió: —Está enfermo.

Saúl volvió a enviar mensajeros para que viesen a David, diciendo: “¡Traédmelo en la cama para que lo mate!”

Entraron los mensajeros, y he aquí que el ídolo estaba en la cama, y una almohada de cuero de cabra a su cabecera.

Entonces Saúl preguntó a Mical: —¿Por qué me has engañado así y has dejado ir a mi enemigo, de modo que se escapase? Mical respondió a Saúl: —Porque él me dijo: “¡Déjame ir! Porque si no, te mato.”

David huyó. Se escapó y fue a Samuel, en Ramá; y le dijo todo lo que Saúl le había hecho. Entonces él se fue con Samuel, y habitaron en Nayot.

Luego avisaron a Saúl, diciendo: “He aquí que David está en Nayot, en Ramá.”

Y Saúl envió mensajeros para que prendiesen a David. Estos vieron a un grupo de profetas que estaban profetizando y a Samuel que estaba allí y los presidía. Entonces el Espíritu de Dios vino sobre los mensajeros de Saúl, y ellos también profetizaron.

Cuando le informaron a Saúl, envió otros mensajeros, los cuales también profetizaron. Saúl envió mensajeros por tercera vez, y éstos también profetizaron.

Finalmente, él mismo fue a Ramá; y al llegar al gran pozo que está en Secú, preguntó diciendo: —¿Dónde están Samuel y David? Y le respondieron: —He aquí que están en Nayot, en Ramá.

Fue a Nayot, en Ramá, y también sobre él vino el Espíritu de Dios, e iba profetizando hasta que llegó a Nayot, en Ramá.

El también se despojó de su ropa y se puso a profetizar de la misma manera delante de Samuel. Todo aquel día y toda aquella noche estuvo echado desnudo. Por esto se suele decir: “¿También está Saúl entre los profetas?”

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Amistad de David y Jonatán

Imagen Amistad de David y Jonatán 1
Enviado por Joshua

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Samuel > Amistad de David y Jonatán (9:20:1 - 9:20:42)

David huyó de Nayot, en Ramá. Después acudió a Jonatán y le dijo: —¿Qué he hecho yo? ¿Cuál es mi maldad, o cuál es mi pecado contra tu padre, para que él trate de quitarme la vida?

El le respondió: —¡De ninguna manera! No morirás. He aquí que mi padre no hace cosa grande ni pequeña que no me la revele. ¿Por qué, pues, me ha de encubrir mi padre este asunto? ¡No será así!

Pero David volvió a jurar diciendo: —Tu padre sabe claramente que yo he hallado gracia ante tus ojos y pensará: “Que Jonatán no sepa esto, no sea que se entristezca.” Ciertamente, ¡vive Jehovah y vive tu alma, que apenas hay un paso entre mí y la muerte!

Entonces Jonatán dijo a David: —Haré por ti lo que tú digas.

Y David respondió a Jonatán: —He aquí que mañana es luna nueva, y yo debo sentarme con el rey para comer. Pero tú dejarás que me vaya y me esconda en el campo hasta el atardecer del tercer día.

Si tu padre me echa de menos, dirás: “David me pidió encarecidamente que lo dejase ir de inmediato a Belén, su ciudad, porque todos los de su familia tienen allá el sacrificio anual.”

Imagen Amistad de David y Jonatán 2
Enviado por Joshua

Si él dice: “Está bien,” entonces tu siervo tendrá paz. Pero si se enoja, sabrás que el mal está determinado de parte de él.

Tendrás, pues, misericordia de tu siervo, ya que has hecho entrar a tu siervo en un pacto de Jehovah contigo. Si hay maldad en mí, mátame tú. ¿Para qué llevarme hasta tu padre?

Y Jonatán respondió: —¡Nunca te suceda tal cosa! Antes bien, si llego a saber que está determinado de parte de mi padre que el mal venga contra ti, ¿no te lo avisaré yo?

Entonces David preguntó a Jonatán: —¿Quién me avisará, si tu padre te responde con aspereza?

Jonatán dijo a David: —Ven, salgamos al campo. Salieron ambos al campo,

y Jonatán dijo a David: —Vive Jehovah Dios de Israel, que cuando yo haya sondeado a mi padre mañana como a esta hora, la tercera hora, he aquí que si él muestra buen ánimo para con David, ¿no enviaré yo para hacértelo saber?

Pero si mi padre quiere hacerte daño, ¡así haga Jehovah a Jonatán y aun le añada, si no te lo hago saber! Así te despediré, y te marcharás en paz; y que Jehovah esté contigo, como estuvo con mi padre.

Y si quedo vivo, muéstrame la misericordia de Jehovah, para que yo no muera.

Cuando Jehovah destruya de la tierra uno por uno a los enemigos de David, no elimines para siempre tu misericordia de mi casa.

Así Jonatán hizo un pacto con la casa de David, y dijo: —¡Jehovah lo demande de mano de los enemigos de David!

Jonatán hizo jurar de nuevo a David, a causa de su amor por él; porque le amaba con toda su alma.

Luego le dijo Jonatán: —Mañana es luna nueva, y tú serás echado de menos, porque tu asiento quedará vacío.

Al tercer día descenderás rápidamente y vendrás al lugar donde estabas escondido cuando empezó este problema. Esperarás junto a aquella piedra.

Yo tiraré tres flechas en esa dirección, simulando tirar al blanco.

Y he aquí que enviaré al muchacho diciéndole: “¡Vé y busca las flechas!” Si digo al muchacho: “¡He aquí, las flechas están más acá de ti; tómalas!,” tú vendrás; porque hay paz y no hay peligro. ¡Vive Jehovah!

Pero si yo digo al muchacho: “¡He allí, las flechas están más allá de ti!,” vete; porque Jehovah te manda.

Y en cuanto a las palabras que tú y yo hemos hablado, he aquí que Jehovah es testigo entre tú y yo para siempre.

David se escondió en el campo. Y cuando llegó la luna nueva, el rey se sentó a la mesa para comer.

Como solía, el rey se sentó en su silla, la silla junto a la pared. Jonatán se levantó, y Abner se sentó al lado de Saúl; pero el lugar de David quedó vacío.

Aquel día Saúl no dijo nada, pues pensó: “Algo le habrá acontecido, y no está purificado. Seguramente no está purificado.”

Pero sucedió que al día siguiente, el segundo día después de la luna nueva, el asiento de David quedó vacío, por lo que Saúl preguntó a su hijo Jonatán: —¿Por qué no ha venido a comer el hijo de Isaí, ni ayer ni hoy?

Jonatán respondió a Saúl: —David me pidió encarecidamente que le dejase ir a Belén.

El me dijo: “Por favor, déjame ir, porque los de mi familia tenemos un sacrificio en la ciudad, y mi hermano me lo ha ordenado. Por eso, si he hallado gracia ante tus ojos, permite que me vaya y visite a mis hermanos.” Por eso no ha venido a la mesa del rey.

Entonces Saúl se enfureció contra Jonatán y le dijo: —¡Hijo de la corrompida y rebelde! ¿Acaso no sé que tú has elegido al hijo de Isaí, para vergüenza tuya y para vergüenza de la desnudez de tu madre?

Todo el tiempo que el hijo de Isaí viva sobre la tierra, ni tú estarás firme, ni tu reino. Manda, pues, a traérmelo, porque ha de morir.

Jonatán respondió a su padre Saúl y le dijo: —¿Por qué tiene que morir? ¿Qué ha hecho?

Entonces Saúl le arrojó una lanza para herirlo, por lo que Jonatán entendió que estaba decidido de parte de su padre el dar muerte a David.

Jonatán se levantó de la mesa ardiendo en ira, y no comió el segundo día después de la luna nueva, pues estaba triste por causa de David; porque su padre le había afrentado.

Sucedió que a la mañana siguiente Jonatán salió al campo, según lo convenido con David; y un muchacho pequeño estaba con él.

Entonces dijo al muchacho: —¡Por favor, corre y busca las flechas que yo tire! Cuando el muchacho iba corriendo, él tiraba la flecha de modo que pasara más allá de él.

Cuando el muchacho llegó a donde estaba la flecha que Jonatán había tirado, éste gritó al muchacho diciendo: —¿No está la flecha más allá de ti?

Y Jonatán volvió a gritar tras el muchacho: —¡Date prisa, apresúrate, no te detengas! El muchacho de Jonatán recogió las flechas y volvió a su señor.

Pero el muchacho no entendió nada; solamente Jonatán y David entendían el asunto.

Después Jonatán entregó sus armas al muchacho y le dijo: —Vé y llévalas a la ciudad.

Cuando el muchacho se fue, David se levantó del lado del sur y se inclinó tres veces postrándose en tierra. Luego, besándose el uno al otro, lloraron juntos; aunque David lloró más.

Entonces Jonatán dijo a David: —Vete en paz, porque ambos hemos jurado en el nombre de Jehovah, diciendo: “Jehovah sea testigo entre tú y yo, y entre mis descendientes y tus descendientes, para siempre.” David se levantó y se fue, y Jonatán regresó a la ciudad.

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