Ezequiel

Profecía contra Sidón

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > Profecía contra Sidón (26:28:20 - 26:28:26)

Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre, pon tu rostro hacia Sidón y profetiza contra ella.

Dirás que así ha dicho el Señor Jehovah: Oh Sidón, he aquí que yo estoy contra ti y seré glorificado en medio de ti. Y sabrán que yo soy Jehovah, cuando ejecute actos justicieros en medio de ella, y en ella yo muestre mi santidad.

Le enviaré peste y sangre por sus plazas. Los cadáveres caerán en medio de ella, y la espada estará alrededor de ella. Y sabrán que yo soy Jehovah.

“Nunca más habrá para la casa de Israel espina que hiera ni aguijón que cause dolor, de parte de todos los que los rodean y los desprecian. Y sabrán que yo soy Jehovah.”

Así ha dicho el Señor Jehovah: “Cuando yo reúna a los de la casa de Israel de entre las naciones donde están dispersados, entonces en medio de ellos seré tratado como santo a la vista de las naciones. Y habitarán en su tierra, la cual di a mi siervo Jacob.

Habitarán seguros en ella; edificarán casas y plantarán viñas. Habitarán seguros, cuando yo haya ejecutado actos justicieros alrededor de ellos, en medio de todos los que los desprecian. Y sabrán que yo soy Jehovah su Dios.”

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Profecías contra Egipto

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > Profecías contra Egipto (26:29:1 - 26:31:8)

En el día 12 del mes décimo del año 10 vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre, pon tu rostro hacia el faraón, rey de Egipto, y profetiza contra él y contra todo Egipto.

Habla y di que así ha dicho el Señor Jehovah: He aquí yo estoy contra ti, oh faraón, rey de Egipto, gran monstruo que estás tendido en medio de sus canales, y que dices: Míos son los canales del Nilo, pues yo los hice.

“Yo pondré ganchos en tus quijadas, y haré que los peces de los canales se peguen sobre tus escamas. Te sacaré de en medio de tus canales, y todos los peces de tus canales saldrán pegados a tus escamas.

Te arrojaré al desierto, a ti y a todos los peces de tus canales. Caerás sobre la superficie del campo; no serás recogido ni sepultado. Te he dado por comida a los animales de la tierra y a las aves del cielo.

Y sabrán todos los habitantes de Egipto que yo soy Jehovah, por cuanto fuiste como un bastón de caña para la casa de Israel.

Cuando ellos te tomaron con la mano, te quebraste y les rompiste todo el hombro. Cuando se apoyaron sobre ti, te quebraste y les estremeciste todos sus lomos.

Por eso, así ha dicho el Señor Jehovah, he aquí que yo traigo la espada contra ti, y exterminaré en ti a los hombres y a los animales.

La tierra de Egipto será convertida en desolación y ruinas. Y sabrán que yo soy Jehovah. “Por cuanto has dicho: ¡Mío es el Nilo, pues yo lo hice!,

he aquí que por eso yo estoy contra ti y contra tus canales. Convertiré la tierra de Egipto en una ruina completa, una desolación desde Migdol y Asuán hasta la frontera con Etiopía.

No pasará por ella pie de hombre, ni pata de animal pasará por ella. No será habitada durante cuarenta años.

Pues convertiré la tierra de Egipto en una desolación en medio de las tierras desoladas, y sus ciudades estarán arruinadas durante cuarenta años. Dispersaré a los egipcios entre las naciones, y los esparciré por los países.”

Porque así ha dicho el Señor Jehovah: “Al final de los cuarenta años reuniré a los egipcios de entre los pueblos donde habrán sido dispersados,

y restauraré de la cautividad a Egipto. Los haré volver a la tierra de Patros, la tierra de su origen. Allí formarán un reino modesto;

será modesto en comparación con los otros reinos. Nunca más se enaltecerán sobre las naciones; porque los reduciré, para que no se enseñoreen de las naciones.

Nunca más serán objeto de confianza para la casa de Israel, que les haga recordar el pecado de volverse hacia ellos. Y sabrán que yo soy el Señor Jehovah.”

Aconteció en el primer día del mes primero del año 27 que vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre: Nabucodonosor, rey de Babilonia, sometió a su ejército a una labor grande contra Tiro: Toda cabeza fue rapada, y todo hombro despellejado; pero ni para él, ni para su ejército hubo recompensa en Tiro por la labor que realizaron contra ella.

Por eso, así ha dicho el Señor Jehovah, he aquí que yo doy a Nabucodonosor, rey de Babilonia, la tierra de Egipto. El se llevará sus riquezas, tomará botín y la saqueará; y habrá recompensa para su ejército.

Le he dado la tierra de Egipto por el trabajo que realizó en ella, porque lo hizo para mí, dice el Señor Jehovah.

“En aquel día haré surgir el poderío de la casa de Israel, y te permitiré abrir la boca en medio de ellos. Y sabrán que yo soy Jehovah.”

Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre, profetiza y di que así ha dicho el Señor Jehovah: ¡Lamentad! ¡Ay de aquel día!

Porque cercano está aquel día; cercano está el día de Jehovah. Será día de nublado, la hora de las naciones.

La espada llegará a Egipto, y habrá estremecimiento en Etiopía cuando en Egipto caigan los heridos, y tomen sus riquezas, y sean destruidos sus cimientos.

Etiopía, Libia, Lidia, y toda Arabia, los de Cub y los hijos de la tierra del pacto caerán a espada juntamente con ellos.

Así ha dicho Jehovah: Así caerán los que apoyan a Egipto. Caerá el orgullo de su poderío, desde Migdol hasta Asuán; caerán en ella a espada, dice el Señor Jehovah.

Quedarán desolados en medio de las tierras desoladas, y sus ciudades estarán en medio de las ciudades arruinadas.

Y sabrán que yo soy Jehovah, cuando yo prenda fuego a Egipto, y todos sus ayudadores sean quebrantados.

“En aquel tiempo saldrán de delante de mí mensajeros en naves, para hacer temblar a la confiada Etiopía. Habrá estremecimiento entre ellos, como en el día de Egipto, ¡porque he aquí que viene!

Así ha dicho el Señor Jehovah: Pondré fin a la multitud de Egipto por medio de Nabucodonosor, rey de Babilonia.

El y su pueblo junto con él, los más crueles de las naciones, serán traídos para destruir la tierra. Ellos desenvainarán sus espadas contra Egipto, y llenarán la tierra de muertos.

Convertiré en sequedad los canales, y abandonaré la tierra en mano de malvados. Destruiré la tierra y su plenitud por medio de extranjeros. Yo, Jehovah, he hablado.”

Así ha dicho el Señor Jehovah: “También destruiré los ídolos. Pondré fin a los dioses de Menfis, y ya no habrá príncipe en la tierra de Egipto. Y pondré temor en la tierra de Egipto:

Desolaré a Patros, prenderé fuego a Tanis y ejecutaré actos justicieros en Tebas.

Derramaré mi ira sobre Sin, la fortaleza de Egipto, y exterminaré la multitud de Tebas.

Prenderé fuego a Egipto: Sin tendrá grandes dolores de parto, Tebas será destrozada, y Menfis tendrá continuas angustias.

Los jóvenes de Heliópolis y de Bubastis caerán a espada; ellas irán en cautiverio.

En Tafnes se oscurecerá el día cuando yo rompa allí los yugos de Egipto, y en ella cesará la soberbia de su poderío. Una nube la cubrirá, y sus hijas irán en cautiverio.

Ejecutaré actos justicieros en Egipto. Y sabrán que yo soy Jehovah.”

Aconteció en el séptimo día del mes primero del año 11, que vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre, yo he roto un brazo del faraón, rey de Egipto, y he aquí que no se lo ha vendado poniéndole medicinas, ni se le ha puesto una venda para ser entablillado, a fin de fortalecerle para que pueda sostener la espada.

Por eso, así ha dicho el Señor Jehovah, he aquí que yo estoy contra el faraón, rey de Egipto, y romperé sus brazos, el fuerte y el fracturado; haré que la espada se caiga de su mano.

Dispersaré a los egipcios entre las naciones, y los esparciré por los países.

“Pero fortaleceré los brazos del rey de Babilonia y pondré mi espada en su mano. Romperé los brazos del faraón, y gemirá delante de aquél con gemidos de un herido de muerte.

Fortaleceré, pues, los brazos del rey de Babilonia, mientras que los brazos del faraón decaerán. Y sabrán que yo soy Jehovah, cuando yo ponga mi espada en la mano del rey de Babilonia y él la extienda contra la tierra de Egipto.

Dispersaré a los egipcios entre las naciones, y los esparciré por los países. Y sabrán que yo soy Jehovah.”

Aconteció en el primer día del mes tercero del año 11 que vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre, di al faraón, rey de Egipto, y a su multitud: ¿A quién te has comparado en tu grandeza?

He aquí que consideraré al cedro del Líbano, de ramas hermosas, que ensombrecía al bosque. Era de gran altura, y su copa estaba entre las nubes.

Las aguas lo hicieron crecer; lo enalteció el abismo, que dirigió sus ríos alrededor de su vergel, y envió sus canales a todos los árboles del campo.

Por tanto, superó en altura a todos los árboles del campo, y sus ramas se multiplicaron. A causa de la abundancia de agua, se extendió el ramaje que había echado.

En sus ramas hacían su nido todas las aves del cielo, debajo de su ramaje parían todos los animales del campo, y a su sombra habitaban todas las grandes naciones.

Se hizo hermoso por su grandeza y por la extensión de su follaje, pues su raíz estaba junto a muchas aguas.

En el jardín de Dios los demás cedros no lo igualaban, los cipreses no se le podían comparar en ramaje, ni los castaños tuvieron ramas semejantes a las suyas. Ningún árbol en el jardín de Dios era igual a él en hermosura.

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La visión de la gloria divina

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > La visión de la gloria divina (26:1:1 - 26:1:28)

Sucedió en el quinto día del mes cuarto del año 30, estando yo en medio de los cautivos, junto al río Quebar, que fueron abiertos los cielos, y vi visiones de Dios.

En el quinto día del mes (en el quinto año de la cautividad del rey Joaquín),

vino la palabra de Jehovah al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar. Allí vino sobre mí la mano de Jehovah.

Miré, y he aquí que venía del norte un viento huracanado y una gran nube con un fuego centelleante y un resplandor en torno de ella. En su interior había algo como metal resplandeciente, en medio del fuego.

De su interior aparecía una forma de cuatro seres vivientes. El aspecto de ellos tenía la forma de hombre,

pero cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas.

Sus piernas eran rectas, y sus pezuñas eran como pezuñas de becerro que centelleaban como bronce bruñido.

Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre. Los cuatro tenían sus caras y sus alas.

Sus alas se juntaban unas con otras. Y cuando se desplazaban, no se volvían, sino que cada uno se desplazaba de frente hacia adelante.

La forma de sus caras era la de una cara de hombre, con una cara de león en el lado derecho de los cuatro, una cara de toro en el lado izquierdo de los cuatro, y una cara de águila en los cuatro.

Así eran sus caras. Sus alas estaban extendidas hacia arriba. Cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí, y otras dos que cubrían sus cuerpos.

Cada uno se desplazaba de frente hacia adelante. Iban adondequiera que el espíritu decidía ir, y no viraban cuando se desplazaban.

En medio de los seres vivientes había algo como carbones de fuego encendido que se desplazaban como antorchas entre los seres vivientes. El fuego resplandecía, y del mismo salían relámpagos.

Y los seres iban y volvían, como si fueran relámpagos.

Mientras yo miraba a los seres vivientes, he aquí que había una rueda en la tierra, junto y al frente de cada uno de los cuatro seres vivientes.

La forma y el aspecto de las ruedas era como crisólito. Las cuatro ruedas tenían la misma forma y aspecto, y estaban hechas de manera que había una rueda dentro de otra rueda.

Cuando se desplazaban, lo hacían en cualquiera de las cuatro direcciones, y no viraban cuando se desplazaban.

Sus aros eran altos y aterradores, y los aros de las cuatro ruedas estaban llenos de ojos alrededor.

Cuando los seres vivientes se desplazaban, también se desplazaban las ruedas que estaban junto a ellos. Cuando los seres se elevaban de sobre la tierra, las ruedas también se elevaban.

Iban adondequiera que el espíritu fuese, y las ruedas también se elevaban junto con ellos, pues el espíritu de cada ser viviente estaba también en las ruedas.

Cuando ellos se desplazaban, también ellas se desplazaban; cuando ellos se detenían, también ellas se detenían. Y cuando ellos se elevaban de la tierra, también las ruedas se elevaban junto con ellos, porque el espíritu de cada ser viviente estaba también en las ruedas.

Sobre las cabezas de los seres vivientes había una bóveda semejante a un cristal impresionante, extendido por encima de sus cabezas.

Debajo de la bóveda, sus alas se extendían rectas, la una hacia la otra. Y cada ser tenía dos alas con que cubrían sus cuerpos.

Cuando se desplazaban, escuché el ruido de sus alas como el ruido de muchas aguas, como la voz del Todopoderoso, como el bullicio de una muchedumbre, como el bullicio de un ejército. Y cuando se detenían, bajaban sus alas.

Entonces hubo un estruendo por encima de la bóveda que estaba sobre la cabeza de ellos. (Y cuando se detenían, bajaban sus alas.)

Por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas, había la forma de un trono que parecía de piedra de zafiro. Y sobre dicha forma de trono estaba alguien semejante a un hombre.

Entonces vi algo semejante a metal que resplandecía con la apariencia del fuego que lo perfilaba alrededor. Desde su cintura hacia arriba, y desde su cintura hacia abajo, vi algo que parecía fuego y que tenía un resplandor alrededor de él.

Como el aspecto del arco iris que está en las nubes en un día de lluvia, así era el aspecto del resplandor alrededor. Este era el aspecto de la gloria de Jehovah. Y cuando la vi, caí postrado sobre mi rostro y oí la voz de uno que hablaba.

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Llamamiento de Ezequiel

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > Llamamiento de Ezequiel (26:2:1 - 26:3:15)

Y me dijo: “Oh hijo de hombre, ponte en pie, y hablaré contigo.”

Mientras él me hablaba, entró en mí el Espíritu y me puso sobre mis pies, y oí al que me hablaba.

Y me dijo: “Oh hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a una nación de rebeldes que se ha rebelado contra mí. Tanto ellos como sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día.

Yo te envío a esta gente de rostro endurecido y de corazón empedernido. Y les dirás: Así ha dicho el Señor Jehovah.

Ya sea que ellos escuchen o que dejen de escuchar (porque son una casa rebelde), sabrán que ha habido un profeta entre ellos.

Pero tú, oh hijo de hombre, no temas; no temas de ellos ni de sus palabras. Aunque te halles entre zarzas y espinos, y habites entre escorpiones, no temas de sus palabras ni te atemorices ante ellos; porque son una casa rebelde.

Tú, pues, les hablarás mis palabras, ya sea que escuchen o dejen de escuchar, porque son una casa rebelde.

Pero tú, oh hijo de hombre, escucha lo que yo te hablo. No seas rebelde como esa casa rebelde; abre tu boca y come lo que yo te doy.”

Entonces miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de pergamino.

Lo extendió delante de mí, y he aquí que estaba escrito por el derecho y por el revés. En él estaban escritos lamentaciones, gemidos y ayes.

Entonces me dijo: “Oh hijo de hombre, come lo que has encontrado; come este rollo y vé, habla a la casa de Israel.”

Abrí mi boca, y me dio a comer ese rollo.

Luego me dijo: “Oh hijo de hombre, alimenta tu vientre y llena tu estómago con este rollo que yo te doy.” Lo comí, y fue en mi boca dulce como la miel.

Entonces me dijo: “Oh hijo de hombre, vé, acércate a la casa de Israel y háblales mis palabras;

porque no eres enviado a un pueblo de habla misteriosa ni de lengua difícil, sino a la casa de Israel;

no a muchos pueblos de habla misteriosa y de lengua difícil, cuyas palabras no entiendes. Si a ellos te enviara, ellos sí te escucharían.

Pero los de la casa de Israel no te querrán escuchar, porque no me quieren escuchar a mí. Pues todos los de la casa de Israel son de frente dura y tienen el corazón empedernido.

He aquí, yo hago tu rostro tan duro como el rostro de ellos, y hago tu frente tan dura como su frente.

Yo hago tu frente como el diamante, que es más duro que el pedernal. Tú no les temerás, ni te atemorizarás ante ellos, porque son una casa rebelde.”

Me dijo además: “Oh hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que te diga, y escucha con tus oídos.

Acércate a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales diciendo: Así ha dicho el Señor Jehovah, ya sea que escuchen o que dejen de escuchar.”

Entonces el Espíritu me levantó, y oí detrás de mí el ruido de un gran estruendo: “¡Bendita sea la gloria de Jehovah desde su lugar!”

Era el ruido de las alas de los seres vivientes, que se rozaban unas con otras, el ruido de las ruedas que estaban junto a ellos y el ruido de un gran estruendo.

Luego el Espíritu me levantó y me tomó. Yo iba con amargura y con mi espíritu enardecido, pero la mano de Jehovah era fuerte sobre mí.

Luego llegué a los cautivos de Tel Abib, pues ellos habitaban allí, junto al río Quebar, y permanecí allí entre ellos, atónito, durante siete días.

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El atalaya de Israel

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > El atalaya de Israel (26:3:16 - 26:3:21)

Aconteció al cabo de los siete días que vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre, yo te he puesto como centinela para la casa de Israel. Oirás, pues, las palabras de mi boca y les advertirás de mi parte.

Si yo digo al impío: ¡Morirás irremisiblemente!, y tú no le adviertes ni le hablas para advertir al impío de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su pecado; pero yo demandaré su sangre de tu mano.

Pero si tú le adviertes al impío y él no se aparta de su impiedad ni de su camino impío, él morirá por su pecado, pero tú habrás librado tu vida.

Y si algún justo se aparta de su justicia y hace maldad, y yo pongo tropiezo delante de él, él morirá; porque tú no le advertiste, morirá por su pecado. Sus obras de justicia que había hecho no le serán tomadas en cuenta, y su sangre demandaré de tu mano.

Pero si tú adviertes al justo para que no peque, y no peca, ciertamente vivirá por haber aceptado la advertencia; y tú mismo te habrás librado.”

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