Epístolas

Pablo y Bernabé en Iconio

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Pablo y Bernabé en Iconio (44:14:1 - 44:14:7)

Aconteció en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de los judíos y hablaron de tal manera que creyó un gran número, tanto de judíos como de griegos.

Pero los judíos que no creyeron incitaron y malearon el ánimo de los gentiles en contra de los hermanos.

Con todo eso, ellos continuaron mucho tiempo hablando con valentía, confiados en el Señor, quien daba testimonio a la palabra de su gracia concediendo que se hiciesen señales y prodigios por medio de las manos de ellos.

La gente de la ciudad estaba dividida: Unos estaban con los judíos, otros con los apóstoles.

Como surgió un intento de parte de los gentiles y los judíos, junto con sus gobernantes, para afrentarlos y apedrearlos,

se enteraron y huyeron a Listra y a Derbe, ciudades de Licaonia, y por toda la región de alrededor.

Y allí anunciaban el evangelio.

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Pablo es apedreado en Listra

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Pablo es apedreado en Listra (44:14:8 - 44:14:23)

En Listra se hallaba sentado cierto hombre imposibilitado de los pies, cojo desde el vientre de su madre, que jamás había caminado.

Este oyó hablar a Pablo, quien fijó la vista en él y vio que tenía fe para ser sanado.

Y dijo a gran voz: —¡Levántate derecho sobre tus pies! Y él saltó y caminaba.

Entonces, cuando la gente vio lo que Pablo había hecho, alzó su voz diciendo en lengua licaónica: —¡Los dioses han descendido a nosotros en forma de hombres!

A Bernabé le llamaban Zeus y a Pablo, Hermes, porque era el que llevaba la palabra.

Entonces el sacerdote del templo de Zeus, que quedaba a la entrada de la ciudad, llevó toros y guirnaldas delante de las puertas de la ciudad, y juntamente con el pueblo quería ofrecerles sacrificios.

Cuando los apóstoles Bernabé y Pablo oyeron esto, rasgaron sus ropas y se lanzaron a la multitud dando voces

y diciendo: —Hombres, ¿por qué hacéis estas cosas? Nosotros también somos hombres de la misma naturaleza que vosotros, y os anunciamos las buenas nuevas para que os convirtáis de estas vanidades al Dios vivo que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos.

En las generaciones pasadas Dios permitió que todas las naciones anduvieran en sus propios caminos;

aunque jamás dejó de dar testimonio de sí mismo haciendo el bien, dándoos lluvias del cielo y estaciones fructíferas, llenando vuestros corazones de sustento y de alegría.

Aun diciendo estas cosas, apenas lograron impedir que el pueblo les ofreciese sacrificios.

Entonces de Antioquía y de Iconio vinieron unos judíos, y habiendo persuadido a la multitud, apedrearon a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad, suponiendo que estaba muerto.

Pero los discípulos le rodearon, y él se levantó y entró en la ciudad. Al día siguiente partió con Bernabé para Derbe.

Después de anunciar el evangelio y de hacer muchos discípulos en aquella ciudad, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía,

fortaleciendo el ánimo de los discípulos y exhortándoles a perseverar fieles en la fe. Les decían: “Es preciso que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.”

Y después de haber constituido ancianos para ellos en cada iglesia y de haber orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.

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El regreso a Antioquía de Siria

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > El regreso a Antioquía de Siria (44:14:24 - 44:14:28)

Luego de atravesar Pisidia, llegaron a Panfilia;

y después de predicar la palabra en Perge, descendieron a Atalia.

De allí navegaron a Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían acabado.

Después de llegar y reunir la iglesia, se pusieron a contarles cuántas cosas había hecho Dios con ellos, y cómo él había abierto a los gentiles la puerta de la fe.

Y se quedaron allí por mucho tiempo con los discípulos.

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El concilio en Jerusalén

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > El concilio en Jerusalén (44:15:1 - 44:15:35)

Entonces algunos que vinieron de Judea enseñaban a los hermanos: “Si no os circuncidáis de acuerdo con el rito de Moisés, no podéis ser salvos.”

Puesto que surgió una contienda y discusión no pequeña por parte de Pablo y Bernabé contra ellos, los hermanos determinaron que Pablo, Bernabé y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén a los apóstoles y ancianos para tratar esta cuestión.

Entonces los que habían sido enviados por la iglesia pasaban por Fenicia y Samaria, contando de la conversión de los gentiles; y daban gran gozo a todos los hermanos.

Una vez llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y por los apóstoles, y les refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos.

Pero algunos de la secta de los fariseos que habían creído se levantaron diciendo: —Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la ley de Moisés.

Entonces se reunieron los apóstoles y los ancianos para considerar este asunto.

Como se produjo una grande contienda, se levantó Pedro y les dijo: —Hermanos, vosotros sabéis como, desde los primeros días, Dios escogió entre vosotros que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen.

Y Dios, que conoce los corazones, dio testimonio a favor de ellos al darles el Espíritu Santo igual que a nosotros,

y no hizo ninguna diferencia entre nosotros y ellos, ya que purificó por la fe sus corazones.

Ahora pues, ¿por qué ponéis a prueba a Dios, colocando sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?

Más bien, nosotros creemos que somos salvos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos.

Entonces toda la asamblea guardó silencio. Y escuchaban a Bernabé y a Pablo, mientras contaban cuántas señales y maravillas Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles.

Cuando terminaron de hablar, Jacobo respondió diciendo: —Hermanos, oídme:

Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles para tomar de entre ellos un pueblo para su nombre.

Con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:

“Después de esto volveré y reconstruiré el tabernáculo de David, que está caído. Reconstruiré sus ruinas y lo volveré a levantar,

para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre,”

dice el Señor que hace estas cosas, que son conocidas desde la eternidad.

Por lo cual yo juzgo que no hay que inquietar a los gentiles que se convierten a Dios,

sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de lo estrangulado y de sangre.

Porque desde tiempos antiguos Moisés tiene en cada ciudad quienes le prediquen en las sinagogas, donde es leído cada sábado.

Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos con toda la iglesia que enviaran a unos hombres elegidos de entre ellos, a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, quienes eran hombres prominentes entre los hermanos.

Por medio de ellos escribieron: Los apóstoles, los ancianos y los hermanos, a los hermanos gentiles que están en Antioquía, Siria y Cilicia. Saludos.

Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos instrucciones, os han molestado con palabras, trastornando vuestras almas,

de común acuerdo nos ha parecido bien elegir unos hombres y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo,

hombres que han arriesgado sus vidas por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Así que hemos enviado a Judas y a Silas, los cuales también os confirmarán de palabra el mismo informe.

Porque ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias:

que os abstengáis de cosas sacrificadas a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación. Si os guardáis de tales cosas, haréis bien. Que os vaya bien.

Entonces, una vez despedidos, ellos descendieron a Antioquía; y cuando habían reunido a la asamblea, entregaron la carta.

Al leerla, se regocijaron a causa de esta palabra alentadora.

Judas y Silas, como también eran profetas, exhortaron a los hermanos con abundancia de palabras y los fortalecieron.

Después de pasar allí algún tiempo, fueron despedidos en paz por los hermanos para volver a los que los habían enviado.

Pero a Silas le pareció bien quedarse allí.

Pero Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con muchos otros.

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Pablo se separa de Bernabé, y comienza su segundo viaje misionero

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Hechos > Pablo se separa de Bernabé, y comienza su segundo viaje misionero (44:15:36 - 44:15:41)

Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: “Volvamos ya a visitar a los hermanos en todas las ciudades en las cuales hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están.”

Bernabé quería llevar consigo a Juan, llamado Marcos;

pero a Pablo le parecía bien no llevar consigo a quien se había apartado de ellos desde Panfilia y que no había ido con ellos a la obra.

Surgió tal desacuerdo entre ellos que se separaron el uno del otro. Bernabé tomó a Marcos y navegó a Chipre;

y Pablo escogió a Silas y salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor.

Luego recorría Siria y Cilicia, fortaleciendo a las iglesias.

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