Parábola del hijo pródigo

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  1. El hijo prodigo

    Una de las parábolas más hermosas del Nuevo Testamento a los ojos del creyente, es la del hijo pródigo. En ella se nos muestra a Dios como un padre amoroso y compasivo, que a pesar del comportamiento despilfarrador, borracho, e imprudente de su hijo, se alegra al extremo con su regreso a casa. No importa que el hijo pródigo irrespetara la voluntad del Padre; éste festeja el regreso del irresponsable casi ignorando al hijo serio que siempre estuvo a su lado. Esta parábola está en la línea de la del un «buen» pastor que deja botadas a todas sus ovejas, para ir en busca de una sola oveja perdida.

    Si estos relatos en verdad representaran el carácter de Yahvé, una de sus características fundamentales sería su felicidad abrumadora por el regreso al buen camino de cualquier pecador. Su voluntad es que siempre hagamos el bien pero nos ama tanto que incluso a regañadientes, contra sus deseos, nos otorga libre albedrío para elegir entre bien y mal. Tal como el Padre dejó ir al hijo pródigo, así respeta nuestra decisión de comportarnos con la barbarie que con frecuencia nos caracteriza como seres humanos… pero siempre tendrá los brazos abiertos para nuestro regreso.

    Cuando se debaten temas tabú para las supersticiones religiosas, como el aborto TEMPRANO o la eutanasia activa, los creyentes «responden» recitando acríticamente eslóganes irracionales prefabricados. Por ejemplo, si un racionalista señala que la VIDA HUMANA DIGNA es un valor superior al de la VIDA HUMANA A SECAS y por eso la eutanasia es una opción para el sufrimiento irremediable, el creyente regurgita: «No a la Eutanasia», «No a la cultura de la muerte», «el dueño de la vida del hombre es Dios».

    Esa es otra de las supersticiones predominantes: que Dios es soberano sobre la vida humana: es quien la da y quien la quita; determina cuándo dejaremos de existir y dicta hasta cuándo debe soportar la tortura el enfermo terminal. El adagio popular refleja este dogma: «Nadie se muere la víspera».

    Por estas creencias se tilda al enfermo terminal que pide eutanasia de «cobarde pecador» que merece ser torturado por toda la eternidad por evitar el sufrimiento que Dios le manda. En concordancia con su tendencia a obligar a todo el mundo a guiarse por sus preceptos de la Edad del Bronce, los creyentes promulgan leyes que castigan con cárcel como a cualquier criminal, a quien ayude a un ser amado a terminar su martirio por misericordia, sin importar que no compartan la visión supersticiosa de los creyentes.

    Quien no haya desconectado su racionalidad durante la lectura hasta este punto, comienza a notar inmediatamente que algo anda mal con las cualidades divinas mencionadas hasta el momento.

    Si la primera es cierta, Dios no quiere que nadie peque; su voluntad en todo momento sería que todos fueran buenos, incluso el asesino más sanguinario o el pederasta más desvergonzado, pero los ama tanto que los deja libres para hacer y deshacer a su antojo… ¿Qué implica esto para la soberanía de Dios sobre la vida?

    En 1994, en Ituango, Antioquia, el finado líder paramilitar Carlos García, alias «Doble Cero», estableció una escuela paramilitar de descuartizamiento. Francisco Enrique Villalba, alias «Carlos Barreto», declaró cómo llevaban campesinos inocentes a esos cursos (muchas veces ancianos y mujeres embarazadas) y los desmembraban con motosierras y machetes metódicamente, de las piernas a la cabeza; así mantenían vivas a las víctimas el mayor tiempo posible para maximizar su tortura. Esto a la vez sembraba el terror sobre los pobladores indefensos (1) .

    Aunque Dios Padre amoroso deseaba fervientemente que «Doble Cero» y «Carlos Barreto» volvieran sus vidas a Cristo y dejaran sus crímenes, éstos tomaron la decisión soberana de despedazar vivas a centenares de personas. Muy a Su pesar y por respeto al libre albedrío de los paramilitares, dejó que descuartizaran sin misericordia a miles de inocentes… que no murieron cuando Dios quiso sino, cuando «Mancuso», «Cadena» o el genocida de turno eligiera.

    Es evidente: hay una contradicción entre la permisividad de Dios hacia nuestro libre albedrío, y su supuesta soberanía sobre la vida humana. Si Dios da libre albedrío a los masacradores para asesinar a miles de personas cuando les venga en gana, entonces la duración de la vida del hombre no es potestad de Dios sino decisión humana; los hechos atroces de nuestra historia reciente lo demuestran.

    Examinemos los niveles de absurdo a los que llegan los supersticiosos opositores a la Eutanasia por creer en una imaginaria potestad divina sobre la vida.

    Un campesino es capturado por paramilitares para dar clases para descuartizar. Dios quiere que no lo despedacen pero el «instructor descuartizador» ya tiene trazado su plan. Suponga que el campesino, consciente de la muerte que le espera, le quita la pistola a uno de los «estudiantes» de Mancuso y se pega un tiro en la sien para no morir desmembrado. .. ¿Qué diría un creyente?

    Para el cistiano, el campesino es un suicida cobarde(?!) porque no vivió hasta cuando Dios quería, a pesar de que su fin con motosierra tampoco sería el establecido por Dios. El religioso considera que la víctima debe quedarse quietecita mientras las cuchillas motorizadas se abren campo a través de piel, músculo, nervios, cartílagos y huesos, porque si no, Dios lo manda «al infierno» por no aguantarse la muerte que Dios no le mandó.

    Vale la pena otro ejemplo.

    Hace más de medio siglo, el Presidente Harry Truman hizo explotar dos bombas atómicas sobre población civil inocente en Hiroshima y Nagasaki, contra de la voluntad divina que deseaba la misericordia de Truman. Dios lo amaba tanto que aunque quería que respetara la vida de los japoneses, lo dejó ejercer su libre albedrío y cometer el genocidio más «intenso» de toda la historia: miles de personas fueron vaporizadas instantáneamente en unos cuantos microsegundos. No fueron masacrados por la Voluntad de Dios que deseaba misericordia, sino por la decisión soberana del genocida Estadounidense.

    Considere el sino de los supervivientes cercanos a punto cero de las detonaciones nucleares. Por altísimas dosis de radiación, recibieron quemaduras internas letales. Entre dolores que harían parecer un masaje sueco la crucifixión de Jesús, decenas de miles de inocentes fallecieron desangrados orinando, defecando, vomitando y tosiendo sangre DURANTE SEMANAS, con infecciones dérmicas por las quemaduras radiactivas de segundo y tercer grado, y con septicemias imparables por la destrucción de los tejidos generadores de linfocitos.

    ¿Qué pasaría si uno de los agonizantes hubiera pedido ayuda para morir dignamente a un «misericordioso cristiano»? El creyente, basado en la superstición de la soberanía divina sobre la vida, «amorosamente» hubiera tratado de «suicida cobarde» al sufriente, lo habría reprendido por no aceptar su martirio hasta el final y le animaría a sufrir hasta «cuando Dios quisiera»… que en su mente ilógica equivaldría al momento en el cual su organismo no resistiera más el destino que Truman, y no Dios, le habría decretado.

    Estos ejemplos se podrían multiplicar por millones con casos como el Holocausto Nazi, las purgas de Stalin, la Invasión a Irak, y miles de casos más.

    Sólo le queda una salida a quien quiera seguir creyendo que Dios es soberano sobre la vida humana. Consiste en aceptar lo siguiente:

    -Dios habría usado a Truman para cumplir su Divina Voluntad de causarle una «amorosa» muerte a decenas de miles de japoneses inocentes a punta de quemaduras radiactivas internas que los hizo desangrar por esófago, ano, meato urinario y pulmones.

    -Dios habría usado Hitler para cumplir su santa voluntad de terminar «amorosamente» la vida de cinco millones de judíos en las cámaras de gas de Auschwitz, Dachau, Treblinka y otros campos de concentración.

    -Dios habría usado a sus hijos «Mancuso», «Cadena», «Jorge 40», «Muela Rica», y demás monstruos para llevar a cabo «amorosamente» su voluntad de terminar la vida de campesinos, ancianos, mujeres embarazadas, y fetos, todo con machetes, motosierras, desmembramiento con caballos, y otras muchas formas «ingeniosas» que Dios tendría destinadas para las víctimas inocentes del conflicto en Colombia (2).

    Un dios que decidiera soberanamente este tipo de masacres y torturas, sería peor que el más sanguinario vestiglo de las míticas huestes infernales. Además, un individuo que a sabiendas, adorara una deidad sádica como ésta para «ganarse la vida eterna» no presentaría ninguna diferencia ética con un lugarteniente de Hitler que obedeciera al Führer para ganarse sus favores: alcanzaría la mezquindad más abyecta a la que pudiera llegar un ser humano; por ganarse un premio eterno, renunciaría a la más mínima decencia y compasión humanas para inclinarse ante nada más y nada menos que un demonio de fábulas hebreas.

    Si para salvar la bondad de esa entelequia teológica, el creyente postula que Dios no quiere que eso ocurra sino que deja actuar a los humanos con libre albedrío para causar las masacres señaladas, entonces se vuelve al punto central de esta reflexión: un dios que permite el libre albedrío no es un dios soberano sobre la vida humana. En el momento en que un dios permite la libertad, automáticamente renuncia a su potestad sobre la muerte.

    Los hechos sangrientos de nuestra historia reciente respaldan esta conclusión irrefutable. Para negar esta realidad se necesita caer en un delirio clínico: creer mentiras patentes en contra de las evidencias claras que las refutan.

    Sólo la visión racional explica con coherencia la realidad: ningún dios es soberano sobre la vida del hombre. La superstición de que la vida es potestad divina es herencia de épocas precientíficas en las que se ignoraba la causa de la reproducción y la enfermedad.

    Milenios atrás, la gestación de un embrión en el vientre materno era considerado una intervención sobrenatural de la divinidad: un don de los dioses a los hombres. Hoy día, nuestra comprensión científica de la fecundación y gestación nos permite reconocerlas como fenómenos naturales sin influencias divinas.

    También las técnicas de clonación que permiten crear una vida sin intermediació n de óvulos y espermatozoides humanos refutan las supersticiones religiosas. Al dividir artificialmente un embrión, o incluso al reprogramar un óvulo animal con un núcleo somático humano, se pone en evidencia que la vida es otro proceso bioquímico complejo que puede ser manipulado a voluntad del hombre sin injerencias celestiales.

    De igual forma, en épocas precientíficas la muerte era potestad de los dioses porque las enfermedades eran incomprendidas y misteriosas. La ignorancia científica de ese entonces achacaba a espíritus, dioses y demonios, lo que hoy día sabemos causado por toxinas ambientales, daños genéticos, virus, bacterias y todo tipo de parásitos. Hoy día, la ciencia nos permite tratar y curar enfermedades que hace sólo unas décadas hubieran sido interpretadas como la voluntad de Dios de «llevarse al paciente».

    La potestad divina sobre la vida, inventada por credos míticos de épocas precientíficas fue heredada por las religiones modernas. El creyente actual sólo hace eco de una superstición irracional de la Edad del Bronce, incluso ignorando los hechos y renunciando a la cordura y la racionalidad.

    Dejando a un lado el deterioro en la capacidad racionalidad ya señalado, la creencia en mitos irreales tiene profundas repercusiones éticas en la sociedad. Los niveles de inmoralidad a los que llegan los creyentes en la «potestad de Dios» rayan en el sadismo más aterrador.

    Así, la idea absurda de que alguna deidad decide sobre la vida humana, hace que miles de agonizantes se vean obligados a un martirio terminal insoportable y vano, sólo porque los supersticiosos imponen legislaciones inmisericordes que castigan la eutanasia como asesinato. Por la irracionalidad VOLUNTARIA a la que se someten, los recitadores de eslóganes ponen por encima del DERECHO A UNA VIDA DIGNA, la OBLIGACIÓN A UNA EXISTENCIA PENOSA, y cierran todo camino a la misericordia terminal.

    La superstición teísta es uno de los peores lastres para el avance social y uno de los mayores causales de sufrimiento en los enfermos terminales indefensos y sin esperanza de recuperación. Los racionalistas debemos salir del closet y comenzar a confrontar los eslóganes vacíos basados en mitos medievales, con los argumentos racionales, basados en los hechos y la realidad, que heredamos de los griegos y de la ilustración. La dignidad de la vida y la misericordia humana están en juego.

  2. Para El Cybernauta:
    Yo no puedo saber la voluntad de mi hijo hasta que lo manifiesta, pero tú conoces hasta los mínimos pensamientos de Dios.
    – Tu comentario: Aunque Dios Padre amoroso deseaba fervientemente que “Doble Cero” y “Carlos Barreto” volvieran sus vidas a Cristo y dejaran sus crímenes, éstos tomaron la decisión soberana de despedazar vivas a centenares de personas. Muy a Su pesar y por respeto al libre albedrío de los paramilitares, dejó que descuartizaran sin misericordia a miles de inocentes…
    – Rpta: Que rara interpretación de la voluntad de Dios, entonces según tú, Dios por respeto al libre albedrío del descuartizador, deja que asesine a centenares de personas; es como que alguien tiene un hijo asesino, entonces el padre dijera, por amor a mi hijo dejo que siga matando a quienes el desee matar, si le llamo la atención, puedo dañar su autoestima… ¿Que clase de padre es ese?.
    Cada día me sorprendo más, de cada cosa que se escribe y de cada cosa en que se cree…
    Señales antes del fin…
  3. Para Ruben: Cada día me sorprendo más, de cada cosa que se escribe y de cada cosa en que se cree…Totalmente de acuerdo…
  4. Para Ruben: Estoy deacuerdo contigo¡ .- me ha gustado tu manera de pensar.- Porque hay que disfrutar de la vida en gracia de Dios¡¡
  5. Para Rubén: Estoy en todo de acuerdo Rubén en lo que decis, es así no saben que se creyente e hijo de Dios es para disfrutar y mas sencillo de lo que todos creen. Para eso creo Dios todas las cosas para que nos gocemos y disfrutemos. Cada uno sabe que le conviene y que edifica.

    Canal 4 La Roca

    http://www.canallaroca.com.ar

    Jorge Camaño

  6. El relato de Babel no es más que un intento primitivo de explicar la existencia de los lenguajes, en una época en la que no se sabía que los idiomas evolucionan, por parte de personas que creían que la tierra era un círculo plano con el firmamento encima como un domo sólido que se podía alcanzar con una torre.

    Desde esta cosmovisión primitiva es comprensible que el dios que morara sobre el domo del firmamento se preocupara y tomara medidas para evitar la invasión humana a sus dominios, y también se explica que el redactor usara esa fábula para dar una moraleja sobre la soberbia.

    Por supuesto, queda sin explicar por qué los primeros en alcanzar el espacio fueron los comunistas de la Unión Soviética a mediados del siglo pasado, con el primer satélite artificial, el Sputnik I, y con el primer cosmonauta en vuelo orbital, Yuri Gagarin.

    La preocupación de «EL TODOPODEROSO» ante unos babilonios que pretendían llegar al cielo con un método imposible, y su despreocupación absoluta ante unos comunistas ateos invadiendo sus dominios con tecnología científica adecuada, resultan incomprensibles. Saludos.

  7. Para Rubén: hola hermano soy una sra de 63 la verdad q no se q pensar tengo muchos amigos mas mis hijos varones son inconverso las reuniones festiva de mis tres hijos .no me agrada toman licor bullosa las fiestas cuando se reunen con sus primos la verdad me siento mal pero tambien quiero compartir esoso momentos con mis hijos y nietos q dices tu como crsitiano gracias
  8. Para aandreina:
    En mi familia, de los que viven en la misma ciudad que yo, solo mi mamá y yo somos cristianos evangélicos. Mi mamá tiene 66 años, no rehuye las invitaciones de mis hermanos u otros familiares inconversos, participa de la reunión sin beber licor, y a la hora que considera adecuada, se retira. No se aísla pero es firme en su fe y estilo de vida; todo han aprendido a respetar su fe cristiana. Tal vez este corto relato te sirva de algo.
    Es bueno conocerse a sí mismo, si eres débil, es mejor no participar, pero si eres capaz de mantener firmeza en tu fe cristiana y sabes bien que hay un momento para compartir y un momento para retirarse, pues no te aísles. Aprovecha esos momentos de compartir, para demostrar que es bueno ser cristiana, tal vez no tanto con palabras, sino con tu actitud, se amable, comprensiva, muestra amor hacia tu prójimo sin importar sus creencias o su religión, entonces ellos te verán como un ejemplo de vida.
    Saludos
  9. Para Rubén:

    no se trata de hacer el papel de Dios y juzgar se trata de amar y darse siempre a los demás.

  10. Para lili:

    Tu Comentario: no se trata de hacer el papel de Dios y juzgar se trata de amar y darse siempre a los demás.

    Rpta: Otra mas que dice lo mismo…. Mira mi hermana, si no quieren que se les dé un comentario bíblico, no entren al foro, si todo lo que uno opina las va a ofender.

    A mi no me ofenden esas palabras, mayormente cuando es Palabra de Dios. Que bonito es cuando uno acepta sus errores y dice: «si es cierto mi hermano,» ore por mi. Pero no lo hacemos. En vez de eso decimos como la otra hermana que también dijo: «el que se sienta perfecto entre vosotros arroje la primera piedra.» ¡Eso si es ofensivo!

    Mi consejo para esas personas es que por favor de no entrar al foro, porque va a ver hermanos y hermanas que van a dar sus consejos espirituales, y si nosotros nos ofendemos con palabras tan insignificantes, nos harían el favor de no entrar. Gracias.

    Bendiciones

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