Promesa de la gracia de Dios a Israel
Isaías 30:18 – Isaías 30:26
Por tanto, Jehovah espera para tener piedad de vosotros; por eso, se levanta para tener misericordia de vosotros. Porque Jehovah es un Dios de justicia, ¡bienaventurados son todos los que esperan en él!
Ciertamente, oh pueblo de Sion que habitas en Jerusalén, nunca más volverás a llorar. De veras se apiadará de ti al oír la voz de tu clamor; al oírla, te responderá.
Aunque el Señor os dé pan de congoja y agua de angustia, tu Maestro nunca más se ocultará, sino que tus ojos verán a tu Maestro.
Entonces tus oídos oirán a tus espaldas estas palabras: «¡Este es el camino; andad por él, ya sea que vayáis a la derecha o a la izquierda!»
Y considerarás inmundas tus imágenes talladas cubiertas de plata y tus imágenes de fundición revestidas de oro. Las tirarás como a trapo sucio; le dirás: «¡Fuera!»
Entonces, cuando siembres la tierra, él dará lluvia a tu sembrado. El alimento que produzca la tierra será sustancioso y abundante. En aquel día tus ganados serán apacentados en amplias praderas.
También los bueyes y los asnos que labran la tierra comerán forraje salado, que ha sido aventado con pala y horqueta.
Y sucederá en el día de la gran matanza, cuando caigan las torres, que habrá arroyos, corrientes de agua, sobre todo monte alto y sobre toda colina elevada.
La luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol será siete veces mayor, como la luz de siete días, en el día en que Jehovah ponga vendas a la fractura de su pueblo y cure las contusiones que él le ha causado.
3 comentarios
Los comentarios están cerrados.
GRACIAS.
– Tu comentario: …NECESITO QUE MI SEÑOR SANE MI CORAZON Y VOLVER A SUS CAMINOS.
– Rpta: Dices que necesitas que el Señor sane tu corazón para volver a sus caminos. Yo creo que primero debes volver al camino del Señor y luego tu corazón sanará. Un enfermo no tiene que sanar primero para después ir al médico, primero el enfermo va donde el médico y después viene el tratamiento para que recupere su salud.
A veces necesitamos pasar por algún dolor fuerte, para volver a los caminos del Señor, después de habernos apartado por voluntad propia.