Libros Históricos

David vuelve a Jerusalén

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Segundo Libro de Samuel > David vuelve a Jerusalén (10:19:1 - 10:19:43)

Se informó a Joab: “He aquí que el rey llora y hace duelo por Absalón.”

Aquel día la victoria se convirtió en duelo para todo el pueblo, porque aquel día el pueblo había oído decir: “El rey siente dolor por su hijo.”

Aquel día el pueblo entró en la ciudad a escondidas, como suelen entrar avergonzados los que han huido de la batalla.

El rey cubrió su cara y clamó en alta voz: —¡Hijo mío Absalón! ¡Absalón, hijo mío, hijo mío!

Joab entró en la casa del rey y le dijo: —Hoy has avergonzado la cara de todos tus servidores que hoy han librado tu vida y la vida de tus hijos y de tus hijas, la vida de tus mujeres y la vida de tus concubinas;

pues amas a los que te aborrecen y aborreces a los que te aman. Porque has revelado que a ti nada te importan tus oficiales ni tus servidores. Ciertamente ahora sé que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviésemos muertos, entonces estarías contento.

Ahora pues, levántate, sal y habla bondadosamente a tus servidores. Porque juro por Jehovah que si no sales, ni un solo hombre quedará contigo esta noche; y esto será peor para ti que todos los males que te han sobrevenido desde tu juventud hasta ahora.

Entonces el rey se levantó y se sentó a la puerta. Se anunció a todo el pueblo diciendo: “He aquí el rey está sentado a la puerta de la ciudad.” Y todo el pueblo se presentó ante el rey. Mientras tanto, los israelitas habían huido cada uno a su morada.

Y sucedió que todo el pueblo contendía en todas las tribus de Israel, diciendo: “El rey nos ha librado de mano de nuestros enemigos y nos ha salvado de mano de los filisteos, pero ahora ha huido del país por causa de Absalón.

Sin embargo, Absalón, a quien habíamos ungido rey sobre nosotros, ha muerto en la batalla. Ahora pues, ¿por qué guardáis silencio con respecto a hacer volver al rey?”

Por su parte, el rey David mandó a decir a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: “Hablad a los ancianos de Judá y decidles: ¿Por qué seréis vosotros los últimos en hacer volver al rey a su casa, siendo que la palabra de todo Israel ha llegado al rey, a su casa?

Vosotros sois mis hermanos, hueso mío y carne mía; ¿por qué, pues, seréis los últimos en hacer volver al rey?

Asimismo, diréis a Amasa: ¿No eres tú hueso mío y carne mía? Así me haga Dios y aun me añada, si no has de ser jefe del ejército delante de mí, de ahora en adelante, en lugar de Joab.”

Así se ganó el corazón de todos los hombres de Judá como el de un solo hombre, y enviaron a decir al rey: “¡Vuelve tú, y todos tus servidores!”

Entonces volvió el rey y llegó hasta el Jordán. Y los de Judá habían ido a Gilgal para recibir al rey y hacerlo cruzar el Jordán.

También Simei hijo de Gera, de Benjamín, que era de Bajurim, se dio prisa para ir con los hombres de Judá a recibir al rey David.

Con él venían 1.000 hombres de Benjamín. Asimismo vino Siba, criado de la casa de Saúl, y con él sus quince hijos y sus veinte siervos, los cuales se apresuraron a llegar al Jordán delante del rey.

Y cruzaron el vado para ayudar a pasar a la familia del rey y para hacer lo que a él le pareciera bien. Entonces Simei hijo de Gera se postró ante el rey, cuando éste iba a cruzar el Jordán,

y dijo al rey: —Que mi señor no me impute iniquidad, ni se acuerde del mal que hizo tu siervo el día en que mi señor el rey salió de Jerusalén. Que el rey no lo guarde en su corazón,

porque yo, tu siervo, reconozco haber pecado, y he aquí que he venido hoy, el primero de toda la casa de José para descender al encuentro de mi señor el rey.

Intervino Abisai, hijo de Sarvia, y dijo: —Por esto, ¿no ha de morir Simei, ya que maldijo al ungido de Jehovah?

Y David respondió: —¿Qué hay entre mí y vosotros, hijos de Sarvia, para que hoy me seáis adversarios? ¿Habrá de morir hoy alguno en Israel? ¿No sé yo que hoy soy rey sobre Israel?

Entonces el rey dijo a Simei: —No morirás. Y el rey se lo juró.

También Mefiboset hijo de Saúl descendió al encuentro del rey. No había cuidado sus pies, ni arreglado su bigote, ni lavado su ropa desde el día en que el rey salió hasta el día en que volvió en paz.

Cuando él vino a Jerusalén al encuentro del rey, éste le preguntó: —Mefiboset, ¿por qué no fuiste conmigo?

El respondió: —Oh mi señor el rey, mi siervo me engañó. Pues tu siervo había dicho: “Aparéjame el asno; montaré en él e iré con el rey.” Porque tu siervo es lisiado.

El ha calumniado a tu siervo ante mi señor el rey, pero mi señor el rey es como un ángel de Dios. Haz, pues, lo que te parezca bien.

Porque toda mi casa paterna no era sino digna de muerte delante de mi señor el rey; sin embargo, tú has puesto a tu siervo entre los que comen a tu mesa. ¿Qué derecho tengo yo aun de clamar al rey?

El rey le dijo: —¿Por qué hablar más de tus asuntos? Yo he determinado que tú y Siba os repartáis las tierras.

Y Mefiboset dijo al rey: —¡Que él las tome todas, porque mi señor el rey ha vuelto en paz a su casa!

También Barzilai el galadita descendió de Rogelim y cruzó el Jordán con el rey, para despedirse de él en el Jordán.

Barzilai era muy anciano; tenía 80 años. El había sustentado al rey cuando permaneció en Majanaim, porque era un hombre muy rico.

El rey dijo a Barzilai: —Cruza conmigo; yo te sustentaré junto a mí en Jerusalén.

Pero Barzilai dijo al rey: —¿Cuántos años me quedarán de vida, para que yo suba con el rey a Jerusalén?

Yo tengo ahora 80 años; ¿podré distinguir entre lo bueno y lo malo? ¿Podrá saborear tu siervo lo que coma o beba? ¿Podré todavía oír la voz de los hombres y de las mujeres que cantan? ¿Para qué ha de ser tu siervo una carga más para mi señor el rey?

¿Por qué me ha de dar el rey esta recompensa? Tu siervo pasará un poco más allá del Jordán con el rey.

Por favor, deja a tu siervo que vuelva y que muera en mi ciudad, junto al sepulcro de mi padre y de mi madre. Pero aquí tienes a tu siervo Quimjam; que pase él con mi señor el rey, y haz por él lo que te parezca bien.

Entonces el rey dijo: —Que pase Quimjam conmigo, y yo haré por él lo que te parezca bien. Todo lo que tú me pidas yo te lo haré.

Todo el pueblo cruzó el Jordán, y también cruzó el rey. Luego el rey besó a Barzilai y lo bendijo, y éste regresó a su casa.

Entonces el rey prosiguió a Gilgal, y Quimjam fue con él. Todo el pueblo de Judá y la mitad del pueblo de Israel acompañaban al rey.

Y he aquí que todos los hombres de Israel vinieron al rey y le preguntaron: —¿Por qué te raptaron nuestros hermanos, los hombres de Judá, y han hecho cruzar el Jordán al rey y a su familia, y con él a todos los hombres de David?

Todos los hombres de Judá respondieron a los hombres de Israel: —Porque el rey es nuestro pariente cercano. Pero, ¿por qué os enojáis vosotros por esto? ¿Acaso hemos comido a costa del rey, o nos ha dado obsequios?

Los hombres de Israel respondieron a los de Judá y dijeron: —Nosotros tenemos en el rey diez partes, y más derecho sobre David que vosotros. ¿Por qué, pues, nos habéis tenido en poco? ¿Acaso no hablamos nosotros primero de hacer volver a nuestro rey? Pero las palabras de los hombres de Judá fueron más duras que las palabras de los hombres de Israel.

Poner en mi Poner en mi Facebookacebook


Sublevación de Seba

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Segundo Libro de Samuel > Sublevación de Seba (10:20:1 - 10:20:22)

Ocurrió que se hallaba allí un hombre perverso que se llamaba Seba hijo de Bicri, de Benjamín. Este tocó la corneta y dijo: —¡Nosotros no tenemos parte en David ni heredad en el hijo de Isaí! ¡Cada uno a su morada, oh Israel!

Así todos los hombres de Israel abandonaron a David y siguieron a Seba hijo de Bicri. Pero los hombres de Judá siguieron fielmente a su rey, desde el Jordán hasta Jerusalén.

Cuando David llegó a su palacio en Jerusalén, tomó a las diez mujeres concubinas que había dejado para guardar el palacio, y las recluyó en una casa. El las sustentó, pero nunca más se unió a ellas, sino que quedaron recluidas, viviendo como viudas hasta el día de su muerte.

Después el rey dijo a Amasa: —Convócame a los hombres de Judá para dentro de tres días, y tú preséntate también aquí.

Amasa fue a convocar a Judá, pero se retrasó más del tiempo que le había sido señalado.

Entonces dijo David a Abisai: —Seba hijo de Bicri nos hará ahora más daño que Absalón. Toma tú a los servidores de tu señor y persíguelo, no sea que halle para sí ciudades fortificadas y se nos pierda de vista.

En pos de Abisai salieron los hombres de Joab, los quereteos, los peleteos y todos los valientes. Salieron de Jerusalén para perseguir a Seba hijo de Bicri.

Y cuando estaban cerca de la gran piedra que está en Gabaón, Amasa vino ante ellos. Joab estaba vestido con su uniforme militar y encima llevaba un cinturón y una espada sujeta en su vaina, la cual se le cayó cuando él avanzó.

Joab dijo a Amasa: —¿Te va bien, hermano mío? Y tomó con la mano derecha la barba de Amasa para besarlo.

Como Amasa no se cuidó de la espada que Joab tenía en la mano, éste le hirió con ella en el vientre y derramó sus entrañas por tierra. Cayó muerto, sin necesidad de un segundo golpe. Después Joab y su hermano Abisai continuaron persiguiendo a Seba hijo de Bicri.

Luego uno de los hombres de Joab se puso de pie junto a Amasa, y dijo: —¡Cualquiera que esté a favor de Joab y a favor de David, que siga a Joab!

Mientras tanto, Amasa yacía revolcándose en su sangre en medio del camino, y todo el que pasaba se detenía junto a él al verle. Y viendo aquel hombre que todo el pueblo se detenía, apartó a Amasa del camino al campo, y echó sobre él una manta.

Luego que fue apartado del camino, siguieron adelante todos los hombres tras Joab para perseguir a Seba hijo de Bicri.

Seba había pasado por todas las tribus de Israel hasta Abel-bet-maaca, y todos los de Barim se congregaron y lo siguieron también.

Entonces llegaron y le sitiaron en Abel-bet-maaca, y construyeron un terraplén contra la ciudad, el cual se apoyaba sobre la muralla exterior. Y toda la gente que estaba con Joab golpeaba el muro para derribarlo.

Entonces una mujer sabia dio voces desde la ciudad: —¡Escuchad! ¡Escuchad! Por favor, decid a Joab: “Acércate acá para que yo hable contigo.”

Cuando él se acercó a ella, la mujer preguntó: —¿Eres tú Joab? El respondió: —Sí, yo soy. Ella le dijo: —Escucha las palabras de tu sierva. El respondió: —Yo escucho.

Entonces ella volvió a hablar y dijo: —Antiguamente se solía decir: “El que consulte, que consulte en Abel.” Y así se concluía todo asunto.

Yo soy una de las pacíficas y fieles de Israel, y tú procuras arrasar una ciudad que es madre en Israel. ¿Por qué devorarás la heredad de Jehovah?

Joab respondió diciendo: —¡Lejos, lejos esté de mí que yo devore o destruya!

No es así el asunto; sino que un hombre de la región montañosa de Efraín, que se llama Seba hijo de Bicri, ha levantado su mano contra el rey, contra David. Entregad sólo a él, y me iré de la ciudad. La mujer dijo a Joab: —He aquí que su cabeza te será arrojada de detrás del muro.

La mujer fue a todo el pueblo con su sabiduría, y ellos cortaron la cabeza a Seba hijo de Bicri y se la arrojaron a Joab. Este tocó la corneta, y se retiraron de la ciudad, cada uno a su morada. Y Joab regresó al rey en Jerusalén.

Poner en mi Poner en mi Facebookacebook


Oficiales de David

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Segundo Libro de Samuel > Oficiales de David (10:20:23 - 10:20:26)

Joab estaba al mando de todo el ejército de Israel. Benaías hijo de Joyada estaba al mando de los quereteos y de los peleteos.

Adoniram estaba a cargo del tributo laboral. Josafat hijo de Ajilud era el cronista.

Seva era el escriba. Sadoc y Abiatar eran los sacerdotes.

También Ira el jaireo era sacerdote de David.

Poner en mi Poner en mi Facebookacebook


Venganza de los gabaonitas

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Segundo Libro de Samuel > Venganza de los gabaonitas (10:21:1 - 10:21:14)

Aconteció en los días de David que hubo hambre durante tres años consecutivos. David buscó el rostro de Jehovah, y Jehovah le dijo: —Es por causa de Saúl y su casa sanguinaria, porque él dio muerte a los gabaonitas.

Entonces el rey llamó a los gabaonitas y les habló. Los gabaonitas no eran de los hijos de Israel, sino del remanente de los amorreos, a los cuales los hijos de Israel habían hecho juramento. Pero debido a su celo por los hijos de Israel y de Judá, Saúl había procurado matarlos.

David preguntó a los gabaonitas: —¿Qué haré por vosotros y con qué haré compensación, para que bendigáis la heredad de Jehovah?

Los gabaonitas le respondieron: —No tenemos pleito sobre plata ni oro con Saúl ni con su casa. Tampoco queremos que muera nadie en Israel. El les dijo: —Haré por vosotros lo que digáis.

Ellos respondieron al rey: —De aquel hombre que nos destruyó y maquinó contra nosotros para exterminarnos, sin dejar nada de nosotros en todo el territorio de Israel,

que nos den siete hombres de sus descendientes para que los ahorquemos delante de Jehovah en Gabaa de Saúl, el escogido de Jehovah. El rey dijo: —Os los daré.

El rey perdonó la vida a Mefiboset hijo de Jonatán, hijo de Saúl, por el juramento de Jehovah que había entre ellos, entre David y Jonatán hijo de Saúl.

Pero tomó a dos hijos de Rizpa hija de Ayías, que ella había dado a luz a Saúl, a saber: Armoni y Mefiboset. También tomó a cinco hijos de Merab hija de Saúl, que ella había dado a luz a Adriel hijo de Barzilai el mejolatita.

Los entregó en mano de los gabaonitas, y ellos los ahorcaron en el monte delante de Jehovah; y murieron los siete juntos. Ellos fueron muertos en los primeros días de la siega, al comienzo de la siega de la cebada.

Y Rizpa hija de Ayías tomó una manta de cilicio y se la tendió sobre una roca, desde el principio de la siega hasta que empezó a llover sobre ellos agua del cielo, sin dejar que ningún ave del cielo se posase sobre ellos de día, ni los animales del campo de noche.

Informaron a David de lo que hacía Rizpa hija de Ayías, concubina de Saúl;

y David fue y tomó los restos de Saúl y los restos de su hijo Jonatán, de los señores de Jabes, en Galaad, quienes los habían tomado secretamente de la plaza de Bet-seán, donde los filisteos los habían colgado el día que éstos derrotaron a Saúl en Gilboa.

Hizo traer de allá los restos de Saúl y los restos de su hijo Jonatán, y recogieron los restos de los ahorcados.

Luego sepultaron los restos de Saúl y los de su hijo Jonatán en territorio de Benjamín, en Zela, en el sepulcro de su padre Quis; e hicieron todo lo que el rey había mandado. Y después de esto, Dios atendió las súplicas con respecto a la tierra.

Poner en mi Poner en mi Facebookacebook


Abisai libra a David del gigante

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Segundo Libro de Samuel > Abisai libra a David del gigante (10:21:15 - 10:21:17)

Aconteció que hubo otra batalla de los filisteos contra Israel. David descendió con sus servidores y combatieron contra los filisteos, y David quedó extenuado.

Entonces Isbi-benob, uno de los descendientes de Harafa, cuya lanza pesaba 300 siclos de bronce, ceñido con una espada nueva, trató de matar a David.

Pero Abisai, hijo de Sarvia, le socorrió, hirió al filisteo y lo mató. Entonces los hombres de David le juraron diciendo: “No saldrás más con nosotros a la batalla, no sea que apagues la lámpara de Israel.”

Poner en mi Poner en mi Facebookacebook