Libros Históricos

Tola y Jair juzgan a Israel

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Jueces > Tola y Jair juzgan a Israel (7:10:1 - 7:10:5)

Después de Abimelec se levantó, para librar a Israel, Tola hijo de Fúa, hijo de Dodo, hombre de Isacar. Habitaba en Samir, en la región montañosa de Efraín.

Y juzgó a Israel durante veintitrés años. Entonces murió y fue sepultado en Samir.

Después de él se levantó Jaír el galadita, quien juzgó a Israel durante veintidós años.

Este tuvo treinta hijos que montaban sobre treinta asnos, y tenían treinta villas, que se llaman Havot-jaír, hasta el día de hoy, las cuales están en la tierra de Galaad.

Entonces Jaír murió y fue sepultado en Camón.

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Jefté liberta a Israel de los amonitas

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Jueces > Jefté liberta a Israel de los amonitas (7:10:6 - 7:12:7)

Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehovah y sirvieron a los Baales, a las Astartes, a los dioses de Siria, a los dioses de Sidón, a los dioses de Moab, a los dioses de los hijos de Amón y a los dioses de los filisteos. Abandonaron a Jehovah y no le sirvieron.

La ira de Jehovah se encendió contra Israel, y él los entregó en mano de los filisteos y en mano de los hijos de Amón.

Y en aquel tiempo, éstos castigaron y oprimieron durante dieciocho años a los hijos de Israel, a todos los hijos de Israel que estaban al otro lado del Jordán, en la tierra de los amorreos que está en Galaad.

Luego los hijos de Amón cruzaron el Jordán para hacer también la guerra contra Judá, contra Benjamín y contra la casa de Efraín; e Israel fue afligido en gran manera.

Entonces los hijos de Israel clamaron a Jehovah diciendo: —Hemos pecado contra ti, porque hemos abandonado a nuestro Dios y hemos servido a los Baales.

Y Jehovah respondió a los hijos de Israel: —Cuando erais oprimidos por Egipto, por los amorreos, por los amonitas, por los filisteos,

por los de Sidón, por los de Amalec y por los de Maón, y clamasteis a mí, ¿no os libré yo de su mano?

Pero vosotros me habéis abandonado y habéis servido a otros dioses. Por eso, no os libraré más.

¡Id y clamad a los dioses que os habéis elegido! Que ellos os libren en el tiempo de vuestra aflicción.

Y los hijos de Israel respondieron a Jehovah: —Hemos pecado. Haz tú con nosotros todo lo que te parezca bien. Pero, por favor, líbranos en este día.

Entonces quitaron de en medio de ellos los dioses extraños y sirvieron a Jehovah. Y él no pudo soportar más la aflicción de Israel.

Entonces los hijos de Amón fueron convocados y acamparon en Galaad. Asimismo, se reunieron los hijos de Israel y acamparon en Mizpa.

Y los jefes del pueblo de Galaad se dijeron unos a otros: —Cualquiera que sea el hombre que comience a combatir contra los hijos de Amón, él será el caudillo de todos los habitantes de Galaad.

Jefté el galadita era un guerrero valiente. El era hijo de una mujer prostituta, y el padre de Jefté era Galaad.

Pero la mujer de Galaad también le había dado hijos, los cuales, cuando crecieron, echaron a Jefté y le dijeron: “Tú no heredarás en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer.”

Entonces Jefté huyó de sus hermanos y habitó en la tierra de Tob. Y se juntaron con Jefté hombres ociosos que salían con él.

Aconteció después de un tiempo que los hijos de Amón hicieron la guerra contra Israel.

Y cuando los hijos de Amón hicieron la guerra contra Israel, los ancianos de Galaad fueron para traer a Jefté de la tierra de Tob.

Y dijeron a Jefté: —Ven, y serás nuestro jefe, para que combatamos contra los hijos de Amón.

Pero Jefté respondió a los ancianos de Galaad: —¿No sois vosotros los que me odiasteis y me echasteis de la casa de mi padre? ¿Por qué, pues, venís a mí ahora, cuando estáis en aflicción?

Los ancianos de Galaad respondieron a Jefté: —Por esta misma razón volvemos ahora a ti, para que vengas con nosotros, y combatas contra los hijos de Amón y seas nuestro caudillo, el de todos los habitantes de Galaad.

Entonces Jefté dijo a los ancianos de Galaad: —Si me hacéis volver para que combata contra los hijos de Amón, y Jehovah los entrega en mi mano, yo seré vuestro caudillo.

Y los ancianos de Galaad respondieron a Jefté: —Jehovah sea testigo entre nosotros, si no hacemos como tú dices.

Entonces Jefté fue con los ancianos de Galaad, y el pueblo lo puso como su caudillo y jefe. Jefté repitió todas sus palabras delante de Jehovah en Mizpa.

Jefté envió mensajeros al rey de los hijos de Amón, diciendo: “¿Qué hay entre tú y yo, para que vengas a hacerme la guerra en mi tierra?”

Y el rey de los hijos de Amón respondió a los mensajeros de Jefté: “Que Israel tomó mi tierra cuando subía de Egipto, desde el Arnón hasta el Jaboc y el Jordán. Por eso, devuélvela ahora en paz.”

Jefté volvió a enviar mensajeros al rey de los hijos de Amón.

Y le dijeron: “Así ha dicho Jefté: Israel no tomó la tierra de Moab ni la tierra de los hijos de Amón.

Porque cuando subieron de Egipto, Israel fue por el desierto hasta el mar Rojo y llegó a Cades.

Entonces Israel envió mensajeros al rey de Edom, diciendo: Por favor, déjame pasar por tu tierra. Pero el rey de Edom no les escuchó. Envió también al rey de Moab, y él tampoco quiso. Por eso Israel se quedó en Cades.

Después, yendo por el desierto, rodeó la tierra de Edom y la tierra de Moab, y viniendo por el lado oriental de la tierra de Moab, acampó al otro lado del Arnón, sin entrar en el territorio de Moab, porque el Arnón era la frontera de Moab.

Entonces Israel envió mensajeros a Sejón rey de los amorreos, rey de Hesbón, y le dijo Israel: Por favor, déjame pasar por tu tierra hasta mi lugar.

Pero Sejón no se fio de Israel para darle paso por su territorio; sino que, reuniendo Sejón a toda su gente, acampó en Jahaz y combatió contra Israel.

Pero Jehovah Dios de Israel entregó a Sejón y a toda su gente en mano de Israel, que los derrotó. E Israel tomó posesión de toda la tierra de los amorreos que habitaban en aquella región.

Y ellos tomaron posesión de todo el territorio de los amorreos desde el Arnón hasta el Jaboc, y desde el desierto hasta el Jordán.

Ahora pues, lo que Jehovah Dios de Israel quitó de los amorreos delante de su pueblo Israel, ¿vas a poseerlo tú?

¿No poseerás tú lo que Quemós, tu dios, te haga poseer? Nosotros, pues, poseeremos todo lo que Jehovah nuestro Dios les quitó delante de nosotros.

Y ahora, ¿eres tú acaso en algún sentido mejor que Balac hijo de Zipor, rey de Moab? ¿Tuvo él pleito con Israel, o hizo la guerra contra él?

Israel ha estado habitando 300 años en Hesbón y sus aldeas, en Aroer y sus aldeas y en todas las ciudades que están junto al Arnón. ¿Por qué no las has recuperado en este tiempo?

Así que yo no he pecado contra ti, pero tú te comportas mal conmigo, haciéndome la guerra. Que Jehovah, el Juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Amón.”

Sin embargo, el rey de los hijos de Amón no hizo caso del mensaje que Jefté le envió.

Entonces el Espíritu de Jehovah vino sobre Jefté, quien pasó por Galaad y Manasés, y de allí pasó a Mizpa en Galaad, y de Mizpa en Galaad fue hacia los hijos de Amón.

Y Jefté hizo un voto a Jehovah diciendo: “Si de veras entregas en mi mano a los hijos de Amón,

cualquiera que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro, cuando yo vuelva en paz de los hijos de Amón, será de Jehovah; y lo ofreceré en holocausto.”

Jefté fue hacia los hijos de Amón para combatir contra ellos, y Jehovah los entregó en su mano.

El los venció con una gran derrota desde Aroer hasta la entrada de Minit, veinte ciudades; y hasta Abel-queramim. Así fueron sometidos los hijos de Amón por los hijos de Israel.

Entonces Jefté llegó a su casa en Mizpa. Y he aquí que su hija salió a su encuentro con panderos y danzas. Ella era su única hija; aparte de ella no tenía hijo ni hija.

Y sucedió que cuando él la vio, rasgó sus ropas y dijo: —¡Ay, hija mía! ¡De veras me has abatido y estás entre los que me afligen! Porque he abierto mi boca ante Jehovah y no podré retractarme.

Entonces ella le respondió: —Padre mío, puesto que has abierto tu boca ante Jehovah, haz conmigo de acuerdo con lo que salió de tu boca, ya que Jehovah ha hecho venganza contra tus enemigos, los hijos de Amón.

—Además dijo a su padre—: Que se me conceda esta petición: Déjame sola durante dos meses para que vaya y ande por los montes y llore mi virginidad, yo y mis compañeras.

Y él dijo: —Vé. La dejó ir por dos meses. Y ella se fue con sus compañeras por los montes, y lloró su virginidad.

Pasados los dos meses ella volvió a su padre, y él cumplió con ella el voto que había hecho. Ella no conoció varón.

De aquí proviene la costumbre en Israel, de que año tras año las jóvenes de Israel van a entonar lamentos por la hija de Jefté el galadita, cuatro días al año.

Los hombres de Efraín fueron convocados, cruzaron hacia Zafón y dijeron a Jefté: —¿Por qué fuiste a hacer la guerra contra los hijos de Amón y no nos llamaste para que fuéramos contigo? ¡Nosotros incendiaremos tu casa, contigo dentro!

Jefté les respondió: —Yo, juntamente con mi pueblo, he tenido una gran contienda contra los hijos de Amón. Yo os convoqué, pero no me librasteis de su mano.

Viendo, pues, que no me librabais, arriesgué mi vida y fui contra los hijos de Amón, y Jehovah los entregó en mi mano. ¿Por qué, pues, habéis subido hoy contra mí para combatir conmigo?

Entonces Jefté reunió a todos los hombres de Galaad y combatió contra Efraín. Y los hombres de Galaad derrotaron a Efraín, porque habían dicho: “Vosotros, los de Galaad, sois unos fugitivos de Efraín que estáis en medio de Efraín y de Manasés.”

Luego los de Galaad tomaron los vados del Jordán a los de Efraín. Y sucedió que cuando alguno de los fugitivos de Efraín decía: “Dejadme cruzar,” los hombres de Galaad le preguntaban: “¿Eres tú efrateo?” Si decía: “No,”

entonces le decían: “Por favor, di Shibólet.” Si él decía “Sibólet,” porque no lo podía pronunciar correctamente, entonces lo capturaban y lo degollaban junto a los vados del Jordán. En aquel tiempo perecieron 42.000 de Efraín.

Jefté juzgó a Israel durante seis años. Luego murió Jefté el galadita y fue sepultado en su ciudad, en Galaad.

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Ibzán, Elón y Abdón, jueces de Israel

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Jueces > Ibzán, Elón y Abdón, jueces de Israel (7:12:8 - 7:12:15)

Después de Jefté juzgó a Israel Ibzán, de Belén,

quien tenía treinta hijos y treinta hijas. A éstas las casó con gente de fuera, y trajo de fuera treinta mujeres para sus hijos. El juzgó a Israel durante siete años.

Entonces murió Ibzán y fue sepultado en Belén.

Después de él juzgó a Israel Elón el zabulonita, quien juzgó a Israel durante diez años.

Entonces murió Elón el zabulonita y fue sepultado en Ajalón, en la tierra de Zabulón.

Después de él juzgó a Israel Abdón hijo de Hilel, de Piratón.

El tenía cuarenta hijos y treinta nietos que montaban setenta asnos. Juzgó a Israel durante ocho años.

Entonces murió Abdón hijo de Hilel, de Piratón. y fue sepultado en Piratón, en la tierra de Efraín, en el monte de Amalec.

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Nacimiento de Sansón

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Jueces > Nacimiento de Sansón (7:13:1 - 7:13:25)

Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehovah, y los entregó Jehovah en mano de los filisteos durante cuarenta años.

Había un hombre de Zora, de la familia de los danitas, que se llamaba Manoa. Su mujer era estéril y nunca había dado a luz.

Y el ángel de Jehovah se apareció a la mujer y le dijo: —He aquí que tú eres estéril y no has dado a luz, pero concebirás y darás a luz un hijo.

Ahora, guárdate, por favor, y no bebas vino ni licor. Tampoco comas nada inmundo,

porque he aquí que concebirás y darás a luz un hijo sobre cuya cabeza no pasará navaja, porque el niño será nazareo de Dios desde el vientre de su madre. El comenzará a librar a Israel de mano de los filisteos.

La mujer fue y se lo contó a su marido diciendo: —Un hombre de Dios ha venido a mí, y su aspecto era como el aspecto de un ángel de Dios, temible en gran manera. No le pregunté de dónde era, y él no me dijo su nombre.

Pero me dijo: “He aquí que concebirás y darás a luz un hijo. Ahora pues, no bebas vino ni licor; no comas nada inmundo, porque el niño será nazareo de Dios desde el vientre de su madre hasta el día de su muerte.”

Entonces Manoa imploró a Jehovah y dijo: —Oh Señor, te ruego que aquel hombre de Dios que enviaste venga de nuevo a nosotros y nos enseñe lo que debemos hacer con el niño que ha de nacer.

Dios escuchó la voz de Manoa, y el ángel de Dios volvió otra vez a la mujer, cuando ella estaba sentada en el campo, pero Manoa su marido no estaba con ella.

La mujer se apresuró, corrió y avisó a su marido diciéndole: —¡He aquí que se me ha aparecido el hombre que vino a mí el otro día!

Manoa se levantó y siguió a su mujer; y cuando llegó al hombre, le preguntó: —¿Eres tú el hombre que habló a la mujer? El respondió: —Sí, yo soy.

Entonces Manoa dijo: —Cuando tu palabra se cumpla, ¿cuál será la norma de vida del niño, y qué se le ha de hacer?

Y el ángel de Jehovah respondió a Manoa: —La mujer se guardará de todas las cosas que le dije:

Que no coma nada que provenga de la vid, ni beba vino ni licor, ni coma nada inmundo. Ha de guardar todo lo que le he mandado.

Entonces Manoa dijo al ángel de Jehovah: —Permítenos detenerte y preparar para ti un cabrito del rebaño.

Y el ángel de Jehovah respondió a Manoa: —Aunque me detengas, no comeré de tu comida. Pero si quieres ofrecer holocausto, ofrécelo a Jehovah. Manoa no sabía que él era el ángel de Jehovah.

Entonces Manoa preguntó al ángel de Jehovah: —¿Cuál es tu nombre, para que te honremos cuando se cumpla tu palabra?

El ángel de Jehovah le respondió: —¿Por qué preguntas por mi nombre? Es Admirable.

Manoa tomó un cabrito del rebaño con su ofrenda vegetal, y lo sacrificó sobre la peña a Jehovah. Entonces él hizo un prodigio ante la vista de Manoa y de su mujer.

Aconteció que mientras la llama subía del altar hacia el cielo, el ángel de Jehovah subió en la llama del altar ante la vista de Manoa y de su mujer, quienes se postraron en tierra sobre sus rostros.

El ángel de Jehovah no volvió a aparecer a Manoa ni a su mujer. Entonces Manoa se dio cuenta de que era el ángel de Jehovah,

y Manoa dijo a su mujer: —¡Ciertamente moriremos, porque hemos visto a Dios!

Pero su mujer le respondió: —Si Jehovah hubiera querido matarnos, no habría aceptado de nuestras manos el holocausto y la ofrenda. No nos habría mostrado todas estas cosas, ni ahora nos habría anunciado esto.

La mujer dio a luz un hijo y le puso por nombre Sansón. El niño creció, y Jehovah lo bendijo.

El Espíritu de Jehovah comenzó a manifestarse en él en el campamento de Dan, entre Zora y Estaol.

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Sansón y la mujer filistea de Timnat

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Jueces > Sansón y la mujer filistea de Timnat (7:14:1 - 7:14:14)

Entonces Sansón descendió a Timnat, y vio en Timnat a una mujer de las hijas de los filisteos.

Cuando regresó, se lo contó a su padre y a su madre, diciendo: —He visto en Timnat a una mujer de las hijas de los filisteos. Ahora pues, tomádmela por mujer.

Pero su padre y su madre le dijeron: —¿No hay una mujer entre las hijas de tus parientes, ni en todo nuestro pueblo, para que vayas tú a tomar mujer de los filisteos incircuncisos? Pero Sansón dijo a su padre: —Tómala para mí, porque ella me gusta.

Su padre y su madre no sabían que esto provenía de Jehovah, quien buscaba un motivo contra los filisteos. En aquel tiempo los filisteos dominaban sobre Israel.

Entonces Sansón descendió con su padre y su madre a Timnat. Cuando llegaron a las viñas de Timnat, he aquí un cachorro de león venía rugiendo hacia él.

Y el Espíritu de Jehovah descendió con poder sobre Sansón, quien, sin tener nada en su mano, despedazó al león como quien despedaza un cabrito. Pero no contó a su padre ni a su madre lo que había hecho.

Descendió, pues, y habló a la mujer; y ella le agradó a Sansón.

Al regresar después de algunos días para tomarla por mujer, se apartó para ver el cuerpo muerto del león. Y he aquí que en el cadáver del león había un enjambre de abejas y miel.

El la recogió con sus manos, y se fue comiéndola por el camino. Cuando alcanzó a su padre y a su madre, les dio a ellos, y ellos comieron. Pero no les contó que había recogido la miel del cadáver del león.

Su padre descendió a donde estaba la mujer. Luego Sansón hizo allí un banquete, porque así lo solían hacer los novios.

Y sucedió que cuando le vieron, trajeron a treinta compañeros para que estuviesen con él.

Y Sansón les dijo: —Permitid que os proponga una adivinanza. Si en los siete días del banquete la interpretáis acertadamente y me la descubrís, os daré treinta prendas de lino y treinta vestidos finos.

Pero si no me la podéis interpretar, vosotros me daréis a mí las treinta prendas de lino y los treinta vestidos finos. Ellos respondieron: —Dinos la adivinanza, y la escucharemos.

Entonces les dijo: —Del que come salió comida, y del fuerte salió dulzura. Ellos no pudieron interpretar la adivinanza en tres días.

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