San Lucas

Bienaventuranzas y ayes

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > Bienaventuranzas y ayes (42:6:20 - 42:6:26)

Y alzando él los ojos hacia sus discípulos, decía: “Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.

“Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. “Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

“Bienaventurados sois cuando los hombres os aborrecen, cuando os apartan de sí y os vituperan, y desechan vuestro nombre como si fuera malo, por causa del Hijo del Hombre.

Gozaos en aquel día y saltad de alegría, porque he aquí vuestro galardón es grande en el cielo; pues así hacían sus padres a los profetas.

“Pero ¡ay de vosotros los ricos! Porque estáis recibiendo vuestro consuelo.

“¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! Porque tendréis hambre. “¡Ay de vosotros, los que ahora os reís! Porque lamentaréis y lloraréis.

“¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablan bien de vosotros! Porque así hacían sus padres con los falsos profetas.

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El amor hacia los enemigos, y la regla de oro

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > El amor hacia los enemigos, y la regla de oro (42:6:27 - 42:6:36)

“Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos y haced bien a los que os aborrecen;

bendecid a los que os maldicen y orad por los que os maltratan.

Al que te hiera en la mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica.

A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no se lo vuelvas a pedir.

“Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.

Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que los aman.

Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo.

Y si dais prestado a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores dan prestado a los pecadores para recibir otro tanto.

“Más bien, amad a vuestros enemigos y haced bien y dad prestado sin esperar ningún provecho. Entonces vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y los perversos.

Sed misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.

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El juzgar a los demás

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > El juzgar a los demás (42:6:37 - 42:6:42)

“No juzguéis, y no seréis juzgados. No condenéis, y no seréis condenados. Perdonad, y seréis perdonados.

Dad, y se os dará; medida buena, apretada, sacudida y rebosante se os dará en vuestro regazo. Porque con la medida con que medís, se os volverá a medir.”

Entonces les dijo una parábola: “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?

El discípulo no es superior a su maestro, pero cualquiera que es plenamente instruido será como su maestro.

¿Por qué miras la brizna de paja que está en el ojo de tu hermano pero dejas de ver la viga que está en tu propio ojo?

¿Cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, deja que yo saque la brizna de tu ojo, sin que mires la viga que está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la brizna que está en el ojo de tu hermano.

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Por sus frutos los conoceréis

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > Por sus frutos los conoceréis (42:6:43 - 42:6:45)

“No es buen árbol el que da malos frutos, ni es árbol malo el que da buen fruto.

Porque cada árbol es conocido por su fruto; pues no se recogen higos de los espinos, ni tampoco se vendimian uvas de una zarza.

El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón, presenta lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón, presenta lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla la boca.

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Los dos cimientos

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > Los dos cimientos (42:6:46 - 42:6:49)

“¿Por qué me llamáis: Señor, Señor, y no hacéis lo que digo?

Yo os mostraré a qué es semejante todo aquel que viene a mí y oye mis palabras, y las hace.

Es semejante a un hombre que al edificar una casa cavó profundo y puso los cimientos sobre la roca. Y cuando vino una inundación, el torrente golpeó con ímpetu contra aquella casa, y no la pudo mover, porque había sido bien construida.

Pero el que oye y no hace es semejante a un hombre que edificó su casa sobre tierra, sin cimientos. El torrente golpeó con ímpetu contra ella; en seguida cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.”

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