Job

Job se queja contra Dios

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Job se queja contra Dios (18:16:1 - 18:17:16)

Entonces respondió Job y dijo:

—He oído muchas cosas como éstas; consoladores gravosos sois todos vosotros.

¿Habrá fin para las palabras vacías? ¿Qué te incita a responder?

Yo también podría hablar como vosotros. Si vuestra alma estuviera en lugar de mi alma, yo también podría componer discursos contra vosotros, y por vosotros sacudiría mi cabeza.

Os alentaría con mi boca, y el movimiento de mis labios traería alivio.

Pero si hablo, mi dolor no tiene alivio; y si dejo de hablar, ¿qué se ha de ir de mí?

Pero ahora Dios me tiene agobiado. Ha desolado toda mi compañía,

y me ha llenado de arrugas. Mi debilidad responde en mi propia cara; ha venido a ser testigo y se ha levantado contra mí.

Su furor me ha despedazado, pues me aborrece; contra mí hace crujir sus dientes. Mi adversario aguza su mirada contra mí.

Contra mí han abierto su boca; con afrenta han golpeado mis mejillas. A una se han juntado contra mí.

Dios me ha entregado a los perversos; me ha empujado a las manos de los impíos.

Yo estaba tranquilo, pero él me sacudió; me tomó por el cuello y me despedazó. El me ha puesto por blanco suyo;

sus arqueros me han rodeado. Atraviesa mis riñones sin compasión y derrama por tierra mi hiel.

Abre en mí brecha tras brecha; contra mí arremete como un guerrero.

He cosido cilicio sobre mi piel y he hundido mi fuerza en el polvo.

Mi rostro está enrojecido con el llanto, y sobre mis párpados hay densa oscuridad,

a pesar de no haber violencia en mis manos y de ser pura mi oración.

¡Oh tierra, no encubras mi sangre! ¡Que no haya lugar para mi clamor!

He aquí que también ahora mi testigo está en los cielos; en las alturas está mi defensor.

Mis amigos me escarnecen; mis ojos derraman lágrimas ante Dios.

¡Oh, si alguien llevara la causa de un hombre ante Dios como entre el hombre y su prójimo!

Porque los pocos años se van, y yo iré por el camino sin retorno.

Mi espíritu está atribulado; mis días se extinguen. El sepulcro está preparado para mí.

No hay conmigo sino burladores, y mis ojos contemplan su hostilidad.

Por favor, deposita contigo una fianza para mí. ¿Quién me estrechará la mano?

Porque has cerrado su corazón al entendimiento; por tanto, no los enalteces.

Los que por recompensa denuncian a sus amigos, aun los ojos de sus hijos desfallecerán.

El me ha expuesto como refrán a los pueblos; ante ellos soy uno a quien escupen en la cara.

Mis ojos se han debilitado por la angustia; todos mis miembros son como una sombra.

Los rectos se asombrarán de esto, y el inocente se levantará contra el impío.

Pero el justo se aferrará a su camino, y el limpio de manos aumentará sus fuerzas.

No obstante, volved todos vosotros; venid, por favor. Pero entre vosotros no hallaré ningún sabio.

Han pasado mis días; se han deshecho mis planes. ¡Aun los deseos de mi corazón!

Ellos convierten la noche en día: “La luz está cerca de las tinieblas.”

Aunque espere, el Seol será mi casa; tenderé mi cama en las tinieblas.

A la fosa digo: “Tú eres mi padre,” y a los gusanos: “Mi madre y mi hermana.”

¿Dónde está, entonces, mi esperanza? Y mi bien, ¿quién lo verá?

Descenderán al poder del Seol, pues juntos bajaremos hasta el polvo.

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Bildad describe la suerte de los malos

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Bildad describe la suerte de los malos (18:18:1 - 18:18:21)

Entonces intervino Bildad el sujita y dijo:

—¿Cuándo pondréis fin a las palabras? Entended primero, y después hablaremos.

¿Por qué somos tenidos por animales y por torpes ante vuestros ojos?

¡Oh, el que despedaza su alma con su furor! ¿Será abandonada la tierra por tu causa? ¿Será removida la peña de su lugar?

Ciertamente se extingue la luz de los impíos, y no resplandece la lumbre de su fuego.

La luz se oscurece en su morada, y se apaga la lámpara que está sobre él.

Los pasos de su vigor son estrechados; su propio plan lo hace caer.

Porque por sus propios pies es echado en la red, y deambula en la maraña.

Una trampa lo atrapa por el talón; el enredo se apodera de él.

Para él está escondida una cuerda en el suelo; para él hay un lazo en el sendero.

Por todas partes lo sobrecogen los terrores, y le persiguen pisando sus talones.

En su riqueza está hambriento, y a su lado está lista la desgracia.

Carcome parte de su piel; el primogénito de la muerte devora sus miembros.

Es arrancado de su morada, objeto de su confianza, y es conducido ante el rey de los espantos.

El fuego habita en su tienda; el azufre es esparcido sobre su morada.

Por abajo se secan sus raíces, y por arriba se marchitan sus ramas.

Su memoria perece en la tierra, y no tiene nombre en las calles.

Lo empujan de la luz a las tinieblas; lo echan fuera del mundo.

No tendrá prole ni descendiente en su pueblo, ni sobreviviente en sus moradas.

Los que vengan del oeste se horrorizarán de su día, y los que vengan del este serán sobrecogidos por el espanto.

Tales son las moradas del impío, y tal será el lugar del que no conoce a Dios.

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Job confía en que Dios lo justificará

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Job confía en que Dios lo justificará (18:19:1 - 18:24:25)

Entonces respondió Job y dijo:

—¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma y me trituraréis con palabras?

Ya me habéis injuriado diez veces. ¿No os avergonzáis de haberme atacado?

Si en verdad he errado, conmigo permanecerá mi error.

Pero si en realidad vosotros os jactáis contra mí, y contra mí usáis mi oprobio como argumento,

sabed, pues, que Dios me ha agraviado y me ha envuelto en su red. su oración.

He aquí, aunque grito: “¡Violencia!,” no soy oído; doy voces, y no hay justicia.

El ha cercado mi camino, para que yo no pase; sobre mis senderos ha puesto tinieblas.

Me ha desvestido de mi gloria, y ha quitado la corona de mi cabeza.

Por todos lados me despedaza, y me marcho; ha arrancado mi esperanza como a un árbol.

Hace que su furor se inflame contra mí y me considera como a uno de sus adversarios.

A una vienen sus tropas; allanan su camino contra mí, y ponen sitio alrededor de mi morada.

Hizo que mis hermanos se alejaran de mí; mis amigos se apartaron por completo.

Mis parientes me han fallado; mis conocidos me han olvidado.

Los que habitan en mi casa y mis criadas me consideran un extraño; he llegado a ser un extranjero ante sus ojos.

Llamo a mi siervo, y no responde; con mi propia boca le tengo que rogar.

Mi aliento ha venido a ser repulsivo a mi mujer, y apesto aun ante mis propios hijos.

Aun los niños me desprecian; si me levanto, hablan contra mí.

Todos mis amigos íntimos me abominan; aquellos a quienes amo se han vuelto contra mí.

Mis huesos se pegan a mi piel y a mi carne; he escapado apenas con la piel de mis dientes.

¡Compadeceos vosotros de mí! ¡Compadeceos de mí, oh amigos míos! Porque la mano de Dios me ha tocado.

¿Por qué me perseguís, como lo hace Dios? ¿No os satisfacéis con mi carne?

¡Oh, que mis palabras fuesen escritas! ¡Oh, que fuesen grabadas en un libro!

¡Que con cincel de hierro y de plomo fuesen cinceladas en la roca para siempre!

Pero yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará sobre el polvo.

Y después que hayan deshecho esta mi piel, ¡en mi carne he de ver a Dios,

a quien yo mismo he de ver! Lo verán mis ojos, y no los de otro. Mi corazón se consume dentro de mí.

Si decís: “¿Cómo lo acosaremos?,” y “La raíz del asunto se halla en él,”

temed por vosotros ante la espada. Porque la espada representa la ira contra las iniquidades, para que sepáis que hay un juicio.

Ellos están entre aquellos que se rebelan contra la luz, que no reconocen los caminos de Dios, ni permanecen en sus sendas.

De madrugada se levanta el asesino, mata al pobre y necesitado, y de noche actúa como ladrón.

El ojo del adúltero aguarda el anochecer diciendo: “Nadie me verá,” y pone un velo sobre su cara.

En la oscuridad minan las casas; de día se encierran, pues no conocen la luz.

Ciertamente el amanecer es para ellos densa oscuridad, porque conocen los terrores de la densa oscuridad.

Son veloces sobre la superficie de las aguas; la porción de ellos será maldita en la tierra. No volverán por el camino de las viñas.

Como la sequía y el calor arrebatan las aguas de la nieve, el Seol arrebata a los que han pecado.

El vientre materno se olvidará de él; los gusanos saborearán su dulzura, hasta que nadie lo recuerde; como árbol será quebrantada la iniquidad.

Porque aflige a la estéril, que no da a luz; y a la viuda nunca hace el bien.

A los fuertes arrastra con su poder; se levanta y no cree ni en su propia vida.

Dios deja que se sientan seguros y que en ello se apoyen, pero sus ojos están sobre los caminos de ellos.

Son ensalzados por un poco, pero desaparecen. Son abatidos y recolectados como malvas. Se marchitan como la cabeza de las espigas.

Si no es así, ¿quién podrá desmentirme y reducir a la nada mi argumento?

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Bildad niega que el hombre pueda ser justificado delante de Dios

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Bildad niega que el hombre pueda ser justificado delante de Dios (18:25:1 - 18:25:6)

Entonces intervino Bildad el sujita y dijo:

—El dominio y el terror son de Dios; él hace la paz en sus alturas.

¿Tienen número sus tropas? ¿Sobre quién no se levanta su luz?

¿Cómo puede el hombre ser justo ante Dios? ¿Cómo será limpio el que nace de mujer?

Si ni la misma luna le resplandece ni aun las estrellas son puras ante sus ojos,

¡cuánto menos el hombre, que es una larva; el ser humano, que es un gusano!

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Job proclama la soberanía de Dios

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Job proclama la soberanía de Dios (18:26:1 - 18:26:14)

Entonces respondió Job y dijo:

—¿En qué has ayudado al que no tiene poder o librado al brazo que no tiene fuerza?

¿Qué has aconsejado al que no tiene sabiduría? ¿Qué sano conocimiento has enseñado en plenitud?

¿Con la ayuda de quién has pronunciado palabras, y de quién es el espíritu que habla en ti?

Tiemblan las sombras de los muertos, debajo de las aguas y de los que las habitan.

El Seol está desnudo delante de Dios, y el Abadón no tiene cubierta.

El despliega el norte sobre el vacío y suspende la tierra sobre la nada.

El encierra las aguas en sus nubes, y las nubes no se rompen a causa de ellas.

El cubre la faz de la luna llena, y sobre ella extiende una nube.

El trazó el horizonte sobre la faz de las aguas, hasta el límite de la luz con las tinieblas.

Las columnas de los cielos se estremecen y están atónitas ante su reprensión.

El aquietó el mar con su poder, y con su entendimiento aniquiló a Rahab.

Con su soplo despejó los cielos, y su mano atravesó a la serpiente furtiva.

He aquí, éstos son tan sólo los bordes de sus caminos. ¡Cuán leve murmullo hemos oído de él! Pero el trueno de su poderío, ¿quién lo podrá comprender?

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