El Apocalipsis de San Juan

Los ángeles con las siete postreras plagas

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > Los ángeles con las siete postreras plagas (66:15:1 - 66:15:8)

Vi otra señal en el cielo, grande y admirable: siete ángeles que tenían las siete últimas plagas, con las cuales la ira de Dios es consumada.

Vi algo como un mar de vidrio mezclado con fuego y a los vencedores sobre la bestia y su imagen y el número de su nombre. Estaban de pie sobre el mar de vidrio, teniendo las arpas de Dios.

Y cantan el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: “Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso. Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones.

Oh Señor, ¿quién no temerá y glorificará tu nombre? Porque sólo tú eres santo. Todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti; porque tus juicios han sido manifestados.”

Después de esto miré, y el santuario del tabernáculo del testimonio fue abierto en el cielo;

y del santuario salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas. Estaban vestidos de lino limpio y resplandeciente, ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro.

Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios quien vive por los siglos de los siglos.

El templo se llenó de humo por la gloria de Dios y por su poder, y nadie podía entrar en el templo hasta que fuesen consumadas las siete plagas de los siete ángeles.

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Las copas de ira

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > Las copas de ira (66:16:1 - 66:16:21)

Entonces oí una gran voz que desde el templo decía a los siete ángeles: “Id y derramad las siete copas de la ira de Dios sobre la tierra.”

Fue el primer ángel y derramó su copa sobre la tierra. Y se produjo una llaga dolorosa y maligna sobre los hombres que tenían la marca de la bestia y los que adoraban su imagen.

El segundo ángel derramó su copa sobre el mar. Y se convirtió en sangre como de muerto. Y murió todo ser viviente que estaba en el mar.

El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre.

Oí al ángel de las aguas decir: “Justo eres tú que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas.

Porque ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas, tú también les has dado a beber sangre, pues se lo merecen.”

Y oí al altar decir: “¡Ciertamente, oh Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos!”

El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, y le fue dado quemar a los hombres con fuego.

Los hombres fueron quemados con el intenso calor y blasfemaron el nombre del Dios que tiene autoridad sobre estas plagas, pero no se arrepintieron para darle gloria.

El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, y su reino fue convertido en tinieblas. Se mordían las lenguas de dolor

y blasfemaron al Dios del cielo por sus dolores y sus llagas, pero no se arrepintieron de sus obras.

El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Eufrates, y sus aguas se secaron para que fuese preparado el camino de los reyes del Oriente.

Vi salir de la boca del dragón y de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta, tres espíritus impuros semejantes a ranas.

Pues son espíritus de demonios que hacen señales, los cuales salen a los reyes de todo el mundo habitado para congregarlos para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso.

“He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela y guarda sus vestidos para que no ande desnudo y vean su vergüenza.”

Y los congregó en el lugar que se llama en hebreo Armagedón.

El séptimo ángel derramó su copa por el aire. Y salió una gran voz del santuario desde el trono, que decía: “¡Está hecho!”

Entonces se produjeron relámpagos y estruendos y truenos, y hubo un gran terremoto. Tan fuerte fue ese gran terremoto como jamás había acontecido desde que el hombre existe sobre la tierra.

La gran ciudad se dividió en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron. Y la gran Babilonia fue recordada delante de Dios, para darle a ella de la copa del vino del furor de su ira.

Toda isla huyó, y las montañas no fueron halladas más.

Y del cielo cayó sobre los hombres enorme granizo, como de un talento de peso. Y los hombres blasfemaron a Dios por la plaga del granizo, porque la plaga era grande en extremo.

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Condenación de la gran ramera

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > Condenación de la gran ramera (66:17:1 - 66:17:18)

Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas y habló conmigo diciendo: “Ven acá, y te mostraré la condenación de la gran ramera que está sentada sobre muchas aguas.

Con ella fornicaron los reyes de la tierra, y los que habitan en la tierra se embriagaron con el vino de su fornicación.”

Me llevó en el Espíritu al desierto. Y vi una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia y que tenía siete cabezas y diez cuernos.

La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y estaba adornada con oro y piedras preciosas y perlas. En su mano tenía una copa de oro llena de abominaciones y de las impurezas de su inmoralidad.

En su frente estaba escrito un nombre, un misterio: “Babilonia la grande, madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra.”

Vi a la mujer embriagada con la sangre de los santos, y con la sangre de los mártires de Jesús. Al verla, quedé asombrado con gran asombro.

Y el ángel me dijo: “¿Por qué estás asombrado? Yo te explicaré el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva y que tiene siete cabezas y diez cuernos.

La bestia que has visto era, y no es, y ha de subir del abismo, y va a la perdición. Los habitantes de la tierra, cuyos nombres no están inscritos en el libro de la vida desde la fundación del mundo, se maravillarán cuando vean a la bestia que era y no es y será.

Aquí está la mente que tiene sabiduría: Las siete cabezas son siete montes sobre los cuales está sentada la mujer.

Y son siete reyes: Cinco han caído, uno es, y otro aún no ha venido; y cuando venga, debe quedar sólo por un breve tiempo.

La bestia que era y no es, también es el octavo, y procede de los siete y va a la perdición.

Los diez cuernos que has visto son diez reyes que todavía no han recibido reino, pero toman autoridad por una hora como reyes junto con la bestia.

Estos tienen un solo propósito, y entregan su poder y autoridad a la bestia.

Ellos harán guerra contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes, y los que están con él son llamados y elegidos y fieles.”

También me dijo: “Las aguas que has visto donde está sentada la ramera, son pueblos y multitudes, naciones y lenguas.

Los diez cuernos que has visto, y la bestia, éstos aborrecerán a la ramera y la dejarán desolada y desnuda. Comerán sus carnes y la quemarán con fuego;

porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar su propósito, y que tengan un solo propósito, y que entreguen su reino a la bestia hasta que se cumplan las palabras de Dios.

La mujer que has visto es la gran ciudad que tiene imperio sobre los reyes de la tierra.”

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La caída de Babilonia

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > La caída de Babilonia (66:18:1 - 66:18:24)

Después de estas cosas vi a otro ángel que descendía del cielo y que tenía gran autoridad, y la tierra se iluminó con su gloria.

Y proclamó con potente voz diciendo: “¡Ha caído, ha caído Babilonia la grande! Se ha convertido en habitación de demonios, refugio de todo espíritu inmundo, y refugio de toda ave inmunda y aborrecible.

Porque todas las naciones han bebido el vino de la furia de su fornicación. Los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los comerciantes de la tierra se han enriquecido con la potencia de su lujosa sensualidad.”

Oí otra voz del cielo que decía: “¡Salid de ella, pueblo mío, para que no participéis de sus pecados y para que no recibáis sus plagas!

Pues sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus injusticias.

Pagadle tal como ella os ha pagado, y devolvedle el doble según sus obras. En la copa que ella preparó, preparadle el doble.

En la medida que ella se ha glorificado y ha vivido en sensualidad, así dadle tormento y llanto, porque dice en su corazón: Estoy sentada como reina; no soy viuda, ni jamás veré llanto.

Por eso, en un solo día le sobrevendrán las plagas: muerte, llanto y hambre. Y será quemada con fuego, porque fuerte es el Señor Dios quien la juzga.

“Cuando vean el humo de su incendio, llorarán y se lamentarán por ella los reyes de la tierra que han fornicado con ella y han vivido de su sensualidad.

Estando de pie, desde lejos por temor de su tormento, dirán: ¡Ay! ¡Ay de ti, oh gran ciudad, oh Babilonia, ciudad poderosa; porque en una sola hora vino tu juicio!

“Y los comerciantes de la tierra lloran y se lamentan por ella, porque ya nadie compra más su mercadería:

mercadería de oro, plata, piedras preciosas, perlas, lino fino, púrpura, seda, escarlata, toda madera olorosa, todo artículo de marfil, todo artículo de madera preciosa, y de cobre, y de hierro y de mármol;

canela, especias aromáticas, incienso, mirra, perfumes, vino, aceite, harina refinada, trigo, ganado, ovejas, caballos, carros, y cuerpos y almas de hombres.

“El fruto que anhela tu alma se apartó de ti. Todas las cosas exquisitas y espléndidas se te desvanecieron, y jamás las hallarán.

“Los comerciantes de estos bienes que se han enriquecido de ella, estarán de pie, desde lejos por temor de su tormento, llorando y lamentando,

diciendo: ¡Ay! ¡Ay de la gran ciudad, vestida de lino fino y de púrpura y de escarlata, adornada de oro y piedras preciosas y perlas!

¡Porque en una sola hora ha sido asolada tanta riqueza! “Y todo timonel, todo el que navega de lugar en lugar, y los marineros y cuantos trabajan en el mar se pusieron de pie desde lejos.

Y viendo el humo de su incendio, daban voces diciendo: ¿Qué ciudad era semejante a esta gran ciudad?

Echaron polvo sobre sus cabezas, y llorando y lamentando, gritaban diciendo: ¡Ay! ¡Ay de la gran ciudad! En ella todos los que tenían barcos en el mar se enriquecieron de la opulencia de ella. ¡Porque en una sola hora ha sido asolada!

“Alégrate sobre ella, oh cielo, y vosotros santos y apóstoles y profetas. Porque Dios ha juzgado vuestra causa contra ella.”

Y un ángel poderoso tomó una piedra como una gran piedra de molino y la arrojó al mar diciendo: “Con semejante violencia será derribada Babilonia la grande ciudad, y nunca jamás será hallada.

Nunca más será oído en ti el tañido de arpistas, de músicos, de flautistas o de trompetistas. Nunca más se hallará en ti ningún artesano de cualquier oficio. Y el ruido de los molinos nunca más se oirá en ti.

La luz de la antorcha nunca más alumbrará en ti. Y la voz del novio y de la novia nunca más se oirá en ti; porque tus comerciantes eran los magnates de la tierra, y porque todas las naciones fueron engañadas por tus hechicerías.

Y en ella fue hallada la sangre de los profetas y de los santos y de todos los que han sido muertos en la tierra.”

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Alabanzas en el cielo

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > Alabanzas en el cielo (66:19:1 - 66:19:8)

Después de estas cosas, oí como la gran voz de una enorme multitud en el cielo, que decía: “¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios.

Porque sus juicios son verdaderos y justos; pues él ha juzgado a la gran ramera que corrompió la tierra con su inmoralidad, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella.”

Y por segunda vez dijeron: “¡Aleluya!” Y el humo de ella subió por los siglos de los siglos.

Y se postraron los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes y adoraron a Dios que estaba sentado sobre el trono, diciendo: “¡Amén! ¡Aleluya!”

Entonces salió del trono una voz que decía: “¡Load a nuestro Dios, todos sus siervos y los que le teméis, tanto pequeños como grandes!”

Oí como la voz de una gran multitud, como el ruido de muchas aguas y como el sonido de fuertes truenos, diciendo: “¡Aleluya! Porque reina el Señor nuestro Dios Todopoderoso.

Gocémonos, alegrémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su novia se ha preparado.

Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio.” Porque el lino fino es los actos justos de los santos.

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