Nuevo Testamento

Alabanzas en el cielo

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > Alabanzas en el cielo (66:19:1 - 66:19:8)

Después de estas cosas, oí como la gran voz de una enorme multitud en el cielo, que decía: “¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios.

Porque sus juicios son verdaderos y justos; pues él ha juzgado a la gran ramera que corrompió la tierra con su inmoralidad, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella.”

Y por segunda vez dijeron: “¡Aleluya!” Y el humo de ella subió por los siglos de los siglos.

Y se postraron los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes y adoraron a Dios que estaba sentado sobre el trono, diciendo: “¡Amén! ¡Aleluya!”

Entonces salió del trono una voz que decía: “¡Load a nuestro Dios, todos sus siervos y los que le teméis, tanto pequeños como grandes!”

Oí como la voz de una gran multitud, como el ruido de muchas aguas y como el sonido de fuertes truenos, diciendo: “¡Aleluya! Porque reina el Señor nuestro Dios Todopoderoso.

Gocémonos, alegrémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su novia se ha preparado.

Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio.” Porque el lino fino es los actos justos de los santos.

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La cena de las bodas del Cordero

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > La cena de las bodas del Cordero (66:19:9 - 66:19:10)

El ángel me dijo: “Escribe: Bienaventurados los que han sido llamados a la cena de las bodas del Cordero.” Me dijo además: “Estas son palabras verdaderas de Dios.”

Yo me postré ante sus pies para adorarle, pero él me dijo: “¡Mira, no lo hagas! Yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos que tienen el testimonio de Jesús. ¡Adora a Dios! Pues el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.”

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El jinete del caballo blanco

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > El jinete del caballo blanco (66:19:11 - 66:19:21)

Vi el cielo abierto, y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llama Fiel y Verdadero. Y con justicia él juzga y hace guerra.

Sus ojos son como llama de fuego. En su cabeza tiene muchas diademas, y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino él mismo.

Está vestido de una vestidura teñida en sangre, y su nombre es llamado EL VERBO DE DIOS.

Los ejércitos en el cielo le seguían en caballos blancos, vestidos de lino fino, blanco y limpio.

De su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones, y él las guiará con cetro de hierro. El pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.

En su vestidura y sobre su muslo, tiene escrito el nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.

Vi a un ángel que estaba de pie en el sol, y él gritó con gran voz a todas las aves que volaban en medio del cielo, diciendo: “¡Venid! ¡Congregaos para el gran banquete de Dios!

Para que comáis la carne de reyes, de comandantes, y de los poderosos; y la carne de caballos y de sus jinetes; y la carne de todos, tanto de libres como de esclavos, tanto de pequeños como de grandes.”

Y vi a la bestia y a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, congregados para hacer la guerra contra el que estaba montado sobre el caballo y contra su ejército.

Y la bestia fue tomada prisionera, junto con el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con que había engañado a los que recibieron la marca de la bestia y adoraban a su imagen. Ambos fueron lanzados vivos al lago de fuego ardiendo con azufre.

Los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que estaba sentado sobre el caballo, y todas las aves se hartaron de la carne de ellos.

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Los mil años

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > Los mil años (66:20:1 - 66:20:10)

Vi a un ángel que descendía del cielo y que tenía en su mano la llave del abismo y una gran cadena.

El prendió al dragón, aquella serpiente antigua quien es el diablo y Satanás, y le ató por mil años.

Lo arrojó al abismo y lo cerró, y lo selló sobre él para que no engañase más a las naciones, hasta que se cumpliesen los mil años. Después de esto, es necesario que sea desatado por un poco de tiempo.

Y vi tronos; y se sentaron sobre ellos, y se les concedió hacer juicio. Y vi las almas de los degollados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. Ellos no habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni tampoco recibieron su marca en sus frentes ni en sus manos. Ellos volvieron a vivir y reinaron con Cristo por mil años.

Pero los demás muertos no volvieron a vivir, sino hasta que se cumplieran los mil años. Esta es la primera resurrección.

Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección. Sobre éstos la segunda muerte no tiene ningún poder; sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él por los mil años.

Cuando se cumplan los mil años, Satanás será soltado de su prisión

y saldrá para engañar a las naciones que están sobre los cuatro puntos cardinales de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de congregarlos para la batalla. El número de ellos es como la arena del mar.

Y subieron sobre lo ancho de la tierra y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada, y descendió fuego del cielo y los devoró.

Y el diablo que los engañaba fue lanzado al lago de fuego y azufre, donde también están la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

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El juicio ante el gran trono blanco

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > El Apocalipsis de San Juan > El juicio ante el gran trono blanco (66:20:11 - 66:20:15)

Vi un gran trono blanco y al que estaba sentado sobre él, de cuya presencia huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar fue hallado para ellos.

Vi también a los muertos, grandes y pequeños, que estaban de pie delante del trono, y los libros fueron abiertos. Y otro libro fue abierto, que es el libro de la vida. Y los muertos fueron juzgados a base de las cosas escritas en los libros, de acuerdo a sus obras.

Y el mar entregó los muertos que estaban en él, y la Muerte y el Hades entregaron los muertos que estaban en ellos; y fueron juzgados, cada uno según sus obras.

Y la Muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda, el lago de fuego.

Y el que no fue hallado inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

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