Libros Históricos

Porciones para sacerdotes y levitas

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Porciones para sacerdotes y levitas (16:12:44 - 16:12:47)

Aquel día fueron puestos hombres a cargo de las cámaras de los tesoros, de las ofrendas, de las primicias y de los diezmos, para juntar en ellas de los campos de las ciudades las porciones legales para los sacerdotes y los levitas; porque era grande el gozo de Judá con respecto a los sacerdotes y a los levitas que realizaban el servicio.

Así cumplieron la ordenanza de su Dios y la ordenanza de la purificación. También los cantores y los porteros hicieron conforme al mandato de David y de su hijo Salomón.

Porque desde el tiempo de David y de Asaf, desde tiempos antiguos, había directores de los cantores para cantar alabanzas y salmos de acción de gracias a Dios.

En los días de Zorobabel y en los días de Nehemías, todo Israel daba a los cantores y a los porteros las porciones correspondientes, cada cosa en su día. Ellos consagraban sus porciones para los levitas, y los levitas consagraban la porción para los hijos de Aarón.

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Reformas de Nehemías

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Reformas de Nehemías (16:13:1 - 16:7:50)

Aquel día se leyó en el libro de Moisés a oídos del pueblo, y se halló escrito en él: No entrará jamás el amonita, ni el moabita en la congregación de Dios,

porque no salieron a recibir a los hijos de Israel con pan y agua, sino que él contrató contra ellos a Balaam, para que los maldijese. Pero nuestro Dios convirtió la maldición en bendición.

Y sucedió que cuando escucharon la Ley, excluyeron de Israel a todos los extranjeros.

Antes de esto, el sacerdote Eliasib, siendo encargado de la cámara de la casa de nuestro Dios, había emparentado con Tobías

y le había preparado una gran cámara en la que antes guardaban las ofrendas vegetales, el incienso, los utensilios, el diezmo del grano, del vino nuevo y del aceite—que estaban asignados a los levitas, a los cantores y a los porteros— y la ofrenda para los sacerdotes.

Pero cuando sucedió todo esto, yo no estaba en Jerusalén, pues en el año 32 de Artajerjes, rey de Babilonia, volví al rey. Pero después de un tiempo pedí permiso de él,

y cuando llegué a Jerusalén, comprendí el mal que había hecho Eliasib en atención a Tobías, preparándole una cámara en los atrios de la casa de Dios.

Esto me desagradó muchísimo y arrojé fuera de la cámara todos los enseres de la casa de Tobías.

Luego ordené que limpiaran las cámaras e hice volver allí los enseres de la casa de Dios, con las ofrendas vegetales y el incienso.

Asimismo, me informé de que no habían sido dadas sus porciones a los levitas, por lo que los levitas y los cantores que hacían el servicio habían huido, cada uno a su campo.

Reprendí a los dirigentes diciendo: “¿Por qué está abandonada la casa de Dios?” Entonces los reuní y los puse en sus puestos;

y todo Judá trajo a los almacenes el diezmo del grano, del vino y del aceite.

Puse a cargo de los almacenes al sacerdote Selemías, al escriba Sadoc y a Pedaías, uno de los levitas. Al servicio de ellos estaba Hanán hijo de Zacur, hijo de Matanías; pues ellos eran tenidos por fieles. Ellos estaban a cargo del reparto a sus hermanos.

¡Acuérdate de mí, oh Dios mío, con respecto a esto, y no borres las bondades que hice por la casa de mi Dios y por sus servicios!

En aquellos días vi en Judá a algunos que en sábado pisaban los lagares, acarreaban gavillas, las cargaban sobre asnos, y también vino, uvas, higos y toda clase de cargas, y los llevaban a Jerusalén en día de sábado. Les amonesté acerca del día en que vendían las provisiones.

Y la gente de Tiro que habitaba allí traía pescado y toda mercancía, y vendía en sábado a los habitantes de Judá en Jerusalén.

También reprendí a los principales de Judá diciéndoles: “¿Por qué hacéis vosotros esta cosa mala, profanando así el sábado?

¿No hicieron esto vuestros padres, y nuestro Dios trajo sobre nosotros y sobre esta ciudad toda esta desgracia? ¡Vosotros estáis añadiendo ira sobre Israel, al profanar el sábado!”

Sucedió, pues, que cuando oscurecía a las puertas de Jerusalén antes del sábado, ordené que fueran cerradas las puertas y que no las abriesen hasta después del sábado. Puse en las puertas a algunos de mis criados, para que no dejasen meter cargas el día de sábado.

Los comerciantes y los vendedores de toda clase de mercancía permanecieron durante la noche fuera de Jerusalén una o dos veces,

por lo que les amonesté diciendo: “¿Por qué permanecéis durante la noche frente al muro? ¡Si lo hacéis otra vez os echaré mano!” Desde entonces no vinieron en el sábado.

Luego mandé a los levitas que se purificasen y fuesen a guardar las puertas, para santificar el día de sábado. También por esto acuérdate de mí, oh Dios mío, y perdóname según la grandeza de tu misericordia.

Asimismo, en aquellos días vi a judíos que habían tomado mujeres de Asdod, de Amón y de Moab.

La mitad de sus hijos hablaban el idioma de Asdod; no sabían hablar el hebreo, sino el idioma de uno o de otro pueblo.

Reñí con ellos, los maldije, golpeé a algunos de ellos, les arranqué los pelos y les hice jurar por Dios, diciendo: “¡No daréis vuestras hijas a sus hijos, ni desposaréis sus hijas con vuestros hijos ni con vosotros!

¿No pecó por esto Salomón, rey de Israel? Entre las muchas naciones no hubo rey como él, amado por su Dios y a quien Dios le había constituido rey de todo Israel. Con todo, incluso a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras.

¿Habremos, pues, de escucharos y cometer toda esta gran maldad de actuar con infidelidad contra nuestro Dios, tomando mujeres extranjeras?”

Uno de los hijos de Joyada, hijo del sumo sacerdote Eliasib, era yerno de Sanbalat el horonita; por lo que lo ahuyenté de mi lado.

¡Acuérdate de ellos, oh Dios mío, porque han contaminado el sacerdocio y el pacto de los sacerdotes y de los levitas!

Los purifiqué, pues, de todo lo extranjero y asigné deberes a los sacerdotes y a los levitas, cada uno en su tarea.

Dispuse lo necesario para la ofrenda de leña en los tiempos señalados y para las primicias. ¡Acuérdate de mí, oh Dios mío, para bien!

Los hijos de Araj, 652.

Los hijos de Adín, 655.

Los hombres de Ramá y de Geba, 621.

Los hijos de Imer, 1.052.

los hijos de Reayías, los hijos de Rezín, los hijos de Necoda,

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La reina Vasti desafía a Asuero

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Ester > La reina Vasti desafía a Asuero (17:1:1 - 17:1:22)

Esto aconteció en los días de Asuero (el Asuero que reinó desde la India hasta Etiopía, sobre 127 provincias).

En aquellos días, cuando el rey Asuero se había sentado en su trono real que estaba en Susa, la capital,

en el tercer año de su reinado, hizo un banquete para todos sus magistrados y servidores. Los jefes del ejército de Persia y de Media, los nobles y los magistrados de las provincias estaban ante él,

mientras les mostraba por muchos días (180 días) la gloriosa riqueza de su reino y el costoso esplendor de su grandeza.

Una vez cumplidos estos días, el rey hizo un banquete durante siete días para todo el pueblo que se hallaba en Susa, la capital, desde el mayor hasta el menor, en el patio de los jardines del palacio real.

Había lienzos de lino blanco y azul, sujetos por cordones de lino y de púrpura a anillos de plata y a columnas de mármol. Los divanes de oro y de plata estaban sobre un pavimento de alabastro, de mármol, de madreperla y de ónice.

Y conforme a la generosidad del rey, daban a beber mucho vino real en vasos de oro, vasos diferentes unos de otros.

La bebida era, de acuerdo con lo establecido, sin ninguna obligación; porque el rey había mandado a todos los mayordomos de su casa que se hiciese conforme al gusto de cada uno.

También la reina Vasti hizo un banquete para las mujeres en el palacio real del rey Asuero.

En el séptimo día, estando el corazón del rey alegre a causa del vino, mandó a Mehumán, a Bizta, a Harbona, a Bigta, a Abagta, a Zetar y a Carcas (los siete eunucos que servían personalmente al rey Asuero),

que trajesen a la presencia del rey a la reina Vasti, con su corona real, para mostrar su belleza a los pueblos y a los gobernantes; porque ella era de hermosa apariencia.

Pero la reina Vasti rehusó comparecer, a pesar de la orden del rey enviada por medio de los eunucos. El rey se indignó muchísimo, y se encendió en él su ira.

Entonces el rey, como era la costumbre del rey con los que conocían la ley y el derecho, preguntó a los sabios conocedores de los tiempos

(hizo que se acercaran a él Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsena, y Memucán, siete magistrados de Persia y de Media que tenían acceso al rey y que ocupaban los primeros puestos en el reino):

—Según la ley, ¿qué se ha de hacer con la reina Vasti, por no haber cumplido la orden del rey Asuero, dada por medio de los eunucos?

Entonces Memucán dijo ante el rey y los magistrados: —La reina Vasti ha actuado mal, no solamente contra el rey, sino también contra todos los magistrados y contra todos los pueblos que están en todas las provincias del rey Asuero.

Porque la palabra de la reina llegará a todas las mujeres y les hará mirar con menosprecio a sus maridos, diciendo: “El rey Asuero ordenó traer a su presencia a la reina Vasti, pero ella no fue.”

Y desde este día las damas de Persia y de Media que hayan oído las palabras de la reina dirán lo mismo a todos los magistrados del rey, y habrá mucho menosprecio e indignación.

Si al rey le parece bien, salga de su presencia un decreto real que sea escrito entre las leyes de Persia y de Media, de modo que no sea abrogado: que Vasti no venga más a la presencia del rey Asuero, y que el rey dé su dignidad real a otra mejor que ella.

La sentencia que promulgue el rey será oída en todo su reino, inmenso como es; y todas las mujeres honrarán a sus maridos, desde el mayor hasta el menor.

Este consejo pareció bien al rey y a los magistrados, y el rey hizo conforme al dicho de Memucán.

Entonces envió cartas a todas las provincias del rey, a cada provincia conforme a su sistema de escritura y a cada pueblo en su idioma. El expresó, en el idioma de cada pueblo, que todo hombre fuese señor en su casa.

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Ester es proclamada reina

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Ester > Ester es proclamada reina (17:2:1 - 17:2:18)

Después de estas cosas, y una vez apaciguada la ira del rey Asuero, él se acordó de Vasti, de lo que ella había hecho y de lo que se había decidido con respecto a ella.

Entonces dijeron los jóvenes que servían al rey: “Búsquense para el rey jóvenes vírgenes de hermosa apariencia.

Nombre el rey oficiales en todas las provincias de su reino, para que reúnan en Susa, la capital, a todas las jóvenes vírgenes de hermosa apariencia, en el harén que está bajo el cuidado de Hegai, eunuco del rey y guardián de las mujeres; y provéase su tratamiento cosmético.

La joven que agrade a los ojos del rey, reine en lugar de Vasti.” Este consejo agradó al rey, y así lo hizo.

En Susa, la capital, había un judío llamado Mardoqueo hijo de Jaír, hijo de Simei, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín,

que había sido llevado cautivo de Jerusalén junto con los cautivos llevados con Joaquín, rey de Judá, a quien Nabucodonosor, rey de Babilonia, llevó cautivo.

Este había criado a Hadasa (que es Ester), hija de su tío, porque ella no tenía padre ni madre. La joven era de bella figura y de hermosa apariencia. Cuando murieron su padre y su madre, Mardoqueo la tomó como hija suya.

Sucedió que al ser oídas la palabra y la disposición del rey, y al ser reunidas muchas jóvenes en Susa, la capital, bajo el cuidado de Hegai, también Ester fue llevada a la casa del rey, bajo el cuidado de Hegai, guardián de las mujeres.

La joven agradó a sus ojos y obtuvo gracia delante de él, por lo que ordenó que se le administrasen de inmediato su tratamiento cosmético y su dieta, y que se le asignasen siete jóvenes escogidas de la casa del rey. Y la trasladó con ellas a la mejor sección del harén.

Ester no declaró cuál era su pueblo ni su parentela, pues Mardoqueo le había mandado que no lo dijese.

Y cada día Mardoqueo se paseaba frente al patio del harén para informarse de cómo le iba a Ester y de qué le acontecía.

Cuando llegaba el turno a cada una de las jóvenes para venir al rey Asuero, después de haber estado doce meses sujetas a lo establecido para las mujeres (porque así se cumplía su tratamiento cosmético, es decir, seis meses con aceite de mirra y seis meses con perfumes y ungüentos para mujeres),

así es como la joven venía al rey. Todo lo que ella pidiese se le daba para llevarlo consigo del harén a la casa del rey.

Ella iba al anochecer, y a la mañana siguiente volvía al segundo harén bajo el cuidado de Saasgaz, eunuco del rey, guardián de las concubinas. No volvía a ir al rey, salvo si el rey la deseaba, y era llamada por nombre.

Cuando a Ester hija de Abijail, tío de Mardoqueo, a la que éste había tomado como hija, le llegó el turno para ir al rey, ninguna cosa pidió aparte de lo que dispuso Hegai, eunuco del rey, guardián de las mujeres. Así Ester obtenía gracia ante los ojos de todos los que la veían.

Ester fue llevada al rey Asuero, a su palacio real en el mes décimo, el mes de Tebet, del séptimo año de su reinado.

El rey amó a Ester más que a todas las mujeres, y ella halló gracia y favor delante de él, más que todas las demás jóvenes vírgenes. El puso la corona real sobre su cabeza y la proclamó reina en lugar de Vasti.

Entonces el rey ofreció un gran banquete (el banquete de Ester) a todos sus oficiales y servidores. También hizo reducción de impuestos a las provincias y dio obsequios, conforme a la facultad del rey.

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Mardoqueo denuncia una conspiración contra el rey

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Ester > Mardoqueo denuncia una conspiración contra el rey (17:2:19 - 17:2:23)

Mardoqueo estaba sentado junto a la puerta real cuando las jóvenes vírgenes eran reunidas por segunda vez.

De acuerdo con lo que Mardoqueo le había mandado, Ester no había declarado cuál era su parentela ni su pueblo. Ester hizo según las instrucciones de Mardoqueo, como cuando estaba bajo su protección.

En aquellos días, estando Mardoqueo sentado junto a la puerta real, Bigtán y Teres, dos eunucos del rey, guardias de la puerta, se enojaron y conspiraron para quitar la vida al rey Asuero.

Este hecho llegó al conocimiento de Mardoqueo, quien lo declaró a la reina Ester, y ella se lo dijo al rey en nombre de Mardoqueo.

El hecho fue investigado y hallado cierto, por lo que ambos fueron colgados en una horca. Esto fue escrito en el libro de las crónicas, en presencia del rey.

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