Libros Proféticos

La visión de la gloria divina

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > La visión de la gloria divina (26:1:1 - 26:1:28)

Sucedió en el quinto día del mes cuarto del año 30, estando yo en medio de los cautivos, junto al río Quebar, que fueron abiertos los cielos, y vi visiones de Dios.

En el quinto día del mes (en el quinto año de la cautividad del rey Joaquín),

vino la palabra de Jehovah al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar. Allí vino sobre mí la mano de Jehovah.

Miré, y he aquí que venía del norte un viento huracanado y una gran nube con un fuego centelleante y un resplandor en torno de ella. En su interior había algo como metal resplandeciente, en medio del fuego.

De su interior aparecía una forma de cuatro seres vivientes. El aspecto de ellos tenía la forma de hombre,

pero cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas.

Sus piernas eran rectas, y sus pezuñas eran como pezuñas de becerro que centelleaban como bronce bruñido.

Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre. Los cuatro tenían sus caras y sus alas.

Sus alas se juntaban unas con otras. Y cuando se desplazaban, no se volvían, sino que cada uno se desplazaba de frente hacia adelante.

La forma de sus caras era la de una cara de hombre, con una cara de león en el lado derecho de los cuatro, una cara de toro en el lado izquierdo de los cuatro, y una cara de águila en los cuatro.

Así eran sus caras. Sus alas estaban extendidas hacia arriba. Cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí, y otras dos que cubrían sus cuerpos.

Cada uno se desplazaba de frente hacia adelante. Iban adondequiera que el espíritu decidía ir, y no viraban cuando se desplazaban.

En medio de los seres vivientes había algo como carbones de fuego encendido que se desplazaban como antorchas entre los seres vivientes. El fuego resplandecía, y del mismo salían relámpagos.

Y los seres iban y volvían, como si fueran relámpagos.

Mientras yo miraba a los seres vivientes, he aquí que había una rueda en la tierra, junto y al frente de cada uno de los cuatro seres vivientes.

La forma y el aspecto de las ruedas era como crisólito. Las cuatro ruedas tenían la misma forma y aspecto, y estaban hechas de manera que había una rueda dentro de otra rueda.

Cuando se desplazaban, lo hacían en cualquiera de las cuatro direcciones, y no viraban cuando se desplazaban.

Sus aros eran altos y aterradores, y los aros de las cuatro ruedas estaban llenos de ojos alrededor.

Cuando los seres vivientes se desplazaban, también se desplazaban las ruedas que estaban junto a ellos. Cuando los seres se elevaban de sobre la tierra, las ruedas también se elevaban.

Iban adondequiera que el espíritu fuese, y las ruedas también se elevaban junto con ellos, pues el espíritu de cada ser viviente estaba también en las ruedas.

Cuando ellos se desplazaban, también ellas se desplazaban; cuando ellos se detenían, también ellas se detenían. Y cuando ellos se elevaban de la tierra, también las ruedas se elevaban junto con ellos, porque el espíritu de cada ser viviente estaba también en las ruedas.

Sobre las cabezas de los seres vivientes había una bóveda semejante a un cristal impresionante, extendido por encima de sus cabezas.

Debajo de la bóveda, sus alas se extendían rectas, la una hacia la otra. Y cada ser tenía dos alas con que cubrían sus cuerpos.

Cuando se desplazaban, escuché el ruido de sus alas como el ruido de muchas aguas, como la voz del Todopoderoso, como el bullicio de una muchedumbre, como el bullicio de un ejército. Y cuando se detenían, bajaban sus alas.

Entonces hubo un estruendo por encima de la bóveda que estaba sobre la cabeza de ellos. (Y cuando se detenían, bajaban sus alas.)

Por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas, había la forma de un trono que parecía de piedra de zafiro. Y sobre dicha forma de trono estaba alguien semejante a un hombre.

Entonces vi algo semejante a metal que resplandecía con la apariencia del fuego que lo perfilaba alrededor. Desde su cintura hacia arriba, y desde su cintura hacia abajo, vi algo que parecía fuego y que tenía un resplandor alrededor de él.

Como el aspecto del arco iris que está en las nubes en un día de lluvia, así era el aspecto del resplandor alrededor. Este era el aspecto de la gloria de Jehovah. Y cuando la vi, caí postrado sobre mi rostro y oí la voz de uno que hablaba.

Poner en mi Poner en mi Facebookacebook


Llamamiento de Ezequiel

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > Llamamiento de Ezequiel (26:2:1 - 26:3:15)

Y me dijo: “Oh hijo de hombre, ponte en pie, y hablaré contigo.”

Mientras él me hablaba, entró en mí el Espíritu y me puso sobre mis pies, y oí al que me hablaba.

Y me dijo: “Oh hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a una nación de rebeldes que se ha rebelado contra mí. Tanto ellos como sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día.

Yo te envío a esta gente de rostro endurecido y de corazón empedernido. Y les dirás: Así ha dicho el Señor Jehovah.

Ya sea que ellos escuchen o que dejen de escuchar (porque son una casa rebelde), sabrán que ha habido un profeta entre ellos.

Pero tú, oh hijo de hombre, no temas; no temas de ellos ni de sus palabras. Aunque te halles entre zarzas y espinos, y habites entre escorpiones, no temas de sus palabras ni te atemorices ante ellos; porque son una casa rebelde.

Tú, pues, les hablarás mis palabras, ya sea que escuchen o dejen de escuchar, porque son una casa rebelde.

Pero tú, oh hijo de hombre, escucha lo que yo te hablo. No seas rebelde como esa casa rebelde; abre tu boca y come lo que yo te doy.”

Entonces miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de pergamino.

Lo extendió delante de mí, y he aquí que estaba escrito por el derecho y por el revés. En él estaban escritos lamentaciones, gemidos y ayes.

Entonces me dijo: “Oh hijo de hombre, come lo que has encontrado; come este rollo y vé, habla a la casa de Israel.”

Abrí mi boca, y me dio a comer ese rollo.

Luego me dijo: “Oh hijo de hombre, alimenta tu vientre y llena tu estómago con este rollo que yo te doy.” Lo comí, y fue en mi boca dulce como la miel.

Entonces me dijo: “Oh hijo de hombre, vé, acércate a la casa de Israel y háblales mis palabras;

porque no eres enviado a un pueblo de habla misteriosa ni de lengua difícil, sino a la casa de Israel;

no a muchos pueblos de habla misteriosa y de lengua difícil, cuyas palabras no entiendes. Si a ellos te enviara, ellos sí te escucharían.

Pero los de la casa de Israel no te querrán escuchar, porque no me quieren escuchar a mí. Pues todos los de la casa de Israel son de frente dura y tienen el corazón empedernido.

He aquí, yo hago tu rostro tan duro como el rostro de ellos, y hago tu frente tan dura como su frente.

Yo hago tu frente como el diamante, que es más duro que el pedernal. Tú no les temerás, ni te atemorizarás ante ellos, porque son una casa rebelde.”

Me dijo además: “Oh hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que te diga, y escucha con tus oídos.

Acércate a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales diciendo: Así ha dicho el Señor Jehovah, ya sea que escuchen o que dejen de escuchar.”

Entonces el Espíritu me levantó, y oí detrás de mí el ruido de un gran estruendo: “¡Bendita sea la gloria de Jehovah desde su lugar!”

Era el ruido de las alas de los seres vivientes, que se rozaban unas con otras, el ruido de las ruedas que estaban junto a ellos y el ruido de un gran estruendo.

Luego el Espíritu me levantó y me tomó. Yo iba con amargura y con mi espíritu enardecido, pero la mano de Jehovah era fuerte sobre mí.

Luego llegué a los cautivos de Tel Abib, pues ellos habitaban allí, junto al río Quebar, y permanecí allí entre ellos, atónito, durante siete días.

Poner en mi Poner en mi Facebookacebook


El atalaya de Israel

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > El atalaya de Israel (26:3:16 - 26:3:21)

Aconteció al cabo de los siete días que vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre, yo te he puesto como centinela para la casa de Israel. Oirás, pues, las palabras de mi boca y les advertirás de mi parte.

Si yo digo al impío: ¡Morirás irremisiblemente!, y tú no le adviertes ni le hablas para advertir al impío de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su pecado; pero yo demandaré su sangre de tu mano.

Pero si tú le adviertes al impío y él no se aparta de su impiedad ni de su camino impío, él morirá por su pecado, pero tú habrás librado tu vida.

Y si algún justo se aparta de su justicia y hace maldad, y yo pongo tropiezo delante de él, él morirá; porque tú no le advertiste, morirá por su pecado. Sus obras de justicia que había hecho no le serán tomadas en cuenta, y su sangre demandaré de tu mano.

Pero si tú adviertes al justo para que no peque, y no peca, ciertamente vivirá por haber aceptado la advertencia; y tú mismo te habrás librado.”

Poner en mi Poner en mi Facebookacebook


El profeta mudo

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > El profeta mudo (26:3:22 - 26:3:27)

Entonces vino allí sobre mí la mano de Jehovah y me dijo: “Levántate, vete al valle, y allí hablaré contigo.”

Me levanté y fui al valle, y he aquí que se había detenido allí la gloria de Jehovah, como la gloria que yo había visto junto al río Quebar. Y me postré sobre mi rostro.

Entonces entró en mí el Espíritu, me puso sobre mis pies y me habló diciendo: —Entra y enciérrate en tu casa.

Y en cuanto a ti, oh hijo de hombre, he aquí que sobre ti pondrán cuerdas y te atarán con ellas, y no podrás salir entre ellos.

Y haré que tu lengua se pegue a tu paladar, y quedarás mudo. Así no serás para ellos un hombre que amonesta, porque son una casa rebelde.

Pero cuando yo te haya hablado, abriré tu boca, y les dirás: “Así ha dicho el Señor Jehovah.” El que escucha, que escuche; y el que deja de escuchar, que deje de escuchar. Porque son una casa rebelde.

Poner en mi Poner en mi Facebookacebook


Predicción del sitio de Jerusalén

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > Predicción del sitio de Jerusalén (26:4:1 - 26:5:17)

Y tú, oh hijo de hombre, toma una tableta de arcilla, ponla delante de ti y graba sobre ella una ciudad: Jerusalén.

Luego pon asedio contra ella, construye contra ella un muro de asedio y levanta contra ella un terraplén. Pon contra ella campamentos y coloca arietes contra ella en derredor.

Y tú, toma una plancha de hierro y ponla como muro de hierro entre ti y la ciudad. Luego afirma tu rostro contra ella, y quedará bajo asedio. Tú la asediarás; es una señal para la casa de Israel.

Y tú, acuéstate sobre tu costado izquierdo y pon sobre él el pecado de la casa de Israel. Durante el número de días que estarás acostado así, cargarás con su pecado.

Yo te he asignado un número de días equivalente a los años del pecado de ellos: Durante 390 días cargarás con el pecado de la casa de Israel.

Y cumplidos éstos, te acostarás nuevamente sobre tu costado derecho, y cargarás con el pecado de la casa de Judá durante 40 días: Te he fijado un día por cada año.

Luego afirmarás tu rostro hacia el asedio de Jerusalén, y con tu brazo descubierto profetizarás contra ella.

He aquí, yo pongo cuerdas sobre ti, y no te podrás dar vuelta de un lado al otro, hasta que hayas cumplido los días de tu asedio.

Y tú, toma trigo, cebada, habas, lentejas, sorgo y centeno, y ponlos en una vasija. Con ellos te harás pan para el número de los días que estés acostado de lado: Durante 390 días comerás de él.

La comida que has de comer será racionada; será de 20 siclos al día. De tiempo en tiempo la comerás.

También beberás el agua por medida: la sexta parte de un hin. De tiempo en tiempo la beberás.

Comerás tortas de cebada; las cocerás sobre excremento humano, ante la vista de ellos.

Jehovah dijo además—: Así los hijos de Israel comerán su pan inmundo, entre las naciones a donde los arrojaré.

Entonces yo dije: —¡Ay, Señor Jehovah! He aquí, yo nunca me he contaminado; desde mi juventud hasta ahora nunca he comido carne de animal mortecino ni despedazado, ni nunca ha entrado a mi boca carne inmunda.

Y él me respondió: —Mira, yo te concedo usar estiércol de buey en lugar de excremento humano, sobre el cual cocerás tu pan.

—Y añadió—: Oh hijo de hombre, he aquí yo quebrantaré la provisión de pan en Jerusalén. Comerán pan racionado y con angustia, y beberán el agua por medida y con horror.

Esto para que al faltarles el pan y el agua, queden desolados unos y otros, y se pudran en su iniquidad.

Y tú, oh hijo de hombre, toma una cuchilla afilada, una navaja de barbero. Tómala y hazla pasar sobre tu cabeza y sobre tu barba. Luego toma una balanza para pesar y reparte los pelos.

Una tercera parte la quemarás con fuego en medio de la ciudad, cuando se cumplan los días del asedio. Toma otra tercera parte, y golpéala con la espada alrededor de la ciudad. Y la otra tercera parte espárcela al viento. Y yo desenvainaré la espada tras ellos.

Toma también de ellos unos pocos en número, y átalos en el extremo de tu manto.

Y de ellos toma otra vez algunos y échalos dentro del fuego, y quémalos allí. Entonces saldrá fuego de ellos hacia toda la casa de Israel.

Así ha dicho el Señor Jehovah: “Esta es Jerusalén; yo la puse en medio de las naciones y de los países de su alrededor.

Pero ella se obstinó contra mis decretos con mayor culpabilidad que las demás naciones, y contra mis estatutos, más que los países que están alrededor de ella; porque desecharon mis decretos y no anduvieron según mis estatutos.

Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah, por haberos comportado con mayor turbulencia que las naciones que están alrededor de vosotros, y porque no habéis andado según mis estatutos ni habéis cumplido mis decretos, y ni siquiera habéis actuado según los decretos de las naciones que están a vuestro alrededor;

por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah, he aquí que yo también estoy contra ti y ejecutaré actos justicieros en medio de ti, ante la vista de las naciones.

A causa de todas tus abominaciones haré en medio de ti lo que nunca he hecho, ni haré jamás cosa semejante.

Por tanto, en medio de ti los padres comerán a sus hijos, y los hijos comerán a sus padres. Ejecutaré actos justicieros contra ti, y esparciré a tus sobrevivientes hacia todos los vientos.”

Por tanto, dice el Señor Jehovah: “¡Vivo yo, que porque has profanado mi santuario con todos tus ídolos detestables y con todas tus abominaciones, también yo me apartaré; mi ojo no tendrá lástima, ni tendré compasión.

Una tercera parte de ti morirá de peste y será consumida de hambre en medio de ti. Otra tercera parte caerá a espada alrededor de ti, y la otra tercera parte esparciré a todos los vientos y tras ellos desenvainaré mi espada.

Así se consumará mi furor; haré que en ellos se asiente mi ira, y tomaré satisfacción. Y cuando haya consumado en ellos mi ira, sabrán que yo, Jehovah, he hablado en mi celo.

Además, te convertiré en ruinas y en afrenta entre las naciones que están alrededor de ti, ante los ojos de todo el que pase.

Cuando yo ejecute actos justicieros contra ti con furor, con ira y con reprensiones de mi ira, tú serás afrenta, escarnio, advertencia y objeto de horror a las naciones que están alrededor de ti. Yo, Jehovah, he hablado.

Cuando yo arroje contra vosotros las flechas malignas del hambre, que son para destrucción, las cuales enviaré para destruiros, entonces aumentaré el hambre sobre vosotros y quebrantaré vuestro sustento de pan.

Contra vosotros enviaré hambre y fieras dañinas que te privarán de hijos. Peste y sangre pasarán por en medio de ti, y traeré contra ti la espada. Yo, Jehovah, he hablado.”

Poner en mi Poner en mi Facebookacebook