Epístolas

Jesús el gran sumo sacerdote

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola a los Hebreos > Jesús el gran sumo sacerdote (58:4:14 - 58:5:10)

Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que ha traspasado los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra confesión.

Porque no tenemos un sumo sacerdote que no puede compadecerse de nuestras debilidades, pues él fue tentado en todo igual que nosotros, pero sin pecado.

Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia para que alcancemos misericordia y hallemos gracia para el oportuno socorro.

Pues todo sumo sacerdote que es tomado de entre los hombres es constituido para servicio a favor de los hombres delante de Dios, para que ofrezca ofrendas y sacrificios por los pecados.

El puede sentir compasión de los ignorantes y de los extraviados, ya que él también está rodeado de debilidad.

Y por causa de esta debilidad debe ofrecer sacrificio, tanto por sus propios pecados como por los del pueblo.

Y nadie toma esta honra para sí, sino porque ha sido llamado por Dios, como lo fue Aarón.

Así también Cristo no se glorificó a sí mismo para ser hecho sumo sacerdote, sino que le glorificó el que le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy.

Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.

Cristo, en los días de su vida física, habiendo ofrecido ruegos y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído por su temor reverente.

Aunque era Hijo, aprendió la obediencia por lo que padeció.

Y habiendo sido perfeccionado, llegó a ser Autor de eterna salvación para todos los que le obedecen,

y fue proclamado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.

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Advertencia contra la apostasía

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola a los Hebreos > Advertencia contra la apostasía (58:5:11 - 58:6:20)

De esto tenemos mucho que decir, aunque es difícil de explicar, porque habéis llegado a ser tardos para oír.

Debiendo ser ya maestros por el tiempo transcurrido, de nuevo tenéis necesidad de que alguien os instruya desde los primeros rudimentos de las palabras de Dios. Habéis llegado a tener necesidad de leche y no de alimento sólido.

Pues todo el que se alimenta de leche no es capaz de entender la palabra de la justicia, porque aún es niño.

Pero el alimento sólido es para los maduros, para los que por la práctica tienen los sentidos entrenados para discernir entre el bien y el mal.

Por tanto, dejando las doctrinas elementales de Cristo, sigamos adelante hasta la madurez, sin poner de nuevo el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios,

de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.

Y esto haremos si es que Dios lo permite.

Porque es imposible que los que fueron una vez iluminados, que gustaron del don celestial, que llegaron a ser participantes del Espíritu Santo,

que también probaron la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero,

y después recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento; puesto que crucifican de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y le exponen a vituperio.

Porque la tierra, que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella y produce hierba para el provecho de aquellos que la cultivan, recibe la bendición de Dios.

Pero la que produce espinos y abrojos es desechada, está cercana a la maldición, y su fin es ser quemada.

Pero aunque hablamos así, oh amados, en cuanto a vosotros estamos persuadidos de cosas mejores que conducen a la salvación.

Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el amor que habéis demostrado por su nombre, porque habéis atendido a los santos y lo seguís haciendo.

Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma diligencia para ir logrando plena certidumbre de la esperanza hasta el final,

a fin de que no seáis perezosos, sino imitadores de los que por la fe y la paciencia heredan las promesas.

Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, puesto que no podía jurar por otro mayor, juró por sí mismo

diciendo: De cierto te bendeciré con bendición y te multiplicaré en gran manera.

Y así Abraham, esperando con suma paciencia, alcanzó la promesa.

Porque los hombres juran por el que es mayor que ellos, y para ellos el juramento para confirmación pone fin a todas las controversias.

Por esto Dios, queriendo demostrar de modo convincente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento

para que, por dos cosas inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta por delante.

Tenemos la esperanza como ancla del alma, segura y firme, y que penetra aun dentro del velo,

donde entró Jesús por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.

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El sacerdocio de Melquisedec

Imagen El sacerdocio de Melquisedec 1
Enviado por Kevin Motta

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola a los Hebreos > El sacerdocio de Melquisedec (58:7:1 - 58:7:28)

Porque este Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de Abraham que volvía de derrotar a los reyes, y le bendijo.

Asimismo, le dio Abraham los diezmos de todo. En primer lugar, su nombre significa “rey de justicia,” y también era rey de Salem, que significa “rey de paz”.

Sin padre ni madre ni genealogía, no tiene principio de días ni fin de vida; y en esto se asemeja al Hijo de Dios, en que permanece sacerdote para siempre.

Mirad, pues, cuán grande fue aquel a quien aun el patriarca Abraham le dio los diezmos del botín.

Ciertamente, aquellos descendientes de Leví que han recibido el sacerdocio tienen, según la ley, mandamiento de recibir los diezmos del pueblo, es decir, de sus hermanos, aunque ellos también son descendientes de Abraham.

Pero aquel, cuya genealogía no es contada entre ellos, recibió los diezmos de Abraham y bendijo al que tenía las promesas.

Indiscutiblemente, el que es menor es bendecido por el mayor.

Aquí los hombres que mueren reciben los diezmos, mientras que allí los recibe aquel acerca de quien se ha dado testimonio de que vive.

Y por decirlo así, en la persona de Abraham también Leví, el que recibe los diezmos, dio el diezmo.

Imagen El sacerdocio de Melquisedec 2
Enviado por Kevin Motta

Porque él todavía estaba en el cuerpo de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.

Ahora bien, si fuera posible lograr la perfección por medio del sacerdocio levítico (porque bajo éste el pueblo ha recibido la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón?

Porque de haber cambio de sacerdocio, es necesario que también se haga cambio de ley.

Pues aquel de quien se dice esto es de otra tribu, de la cual nadie ha servido en el altar.

Porque es evidente que nuestro Señor nació de la tribu de Judá, sobre la cual Moisés no dijo nada en cuanto al sacerdocio.

Esto es aun más evidente si otro sacerdote se levanta a la semejanza de Melquisedec,

quien no ha sido constituido conforme al mandamiento de la ley acerca del linaje carnal, sino según el poder de una vida indestructible.

Pues de él se da este testimonio: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.

A la verdad, el mandamiento anterior fue abrogado por ser ineficaz e inútil,

porque la ley no perfeccionó nada. Sin embargo, se introduce una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios.

Y esto no fue hecho sin juramento.

Los otros fueron hechos sacerdotes sin juramento, mientras que éste lo fue por el juramento del que le dijo: Juró el Señor y no se arrepentirá: “Tú eres sacerdote para siempre.”

De igual manera, Jesús ha sido hecho fiador de un pacto superior.

A la verdad, muchos fueron hechos sacerdotes, porque debido a la muerte no podían permanecer.

Pero éste, porque permanece para siempre, tiene un sacerdocio perpetuo.

Por esto también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, puesto que vive para siempre para interceder por ellos.

Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, puro, apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos.

El no tiene cada día la necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

La ley constituye como sumos sacerdotes a hombres débiles; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, constituyó al Hijo, hecho perfecto para siempre.

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El mediador de un nuevo pacto

Imagen El mediador de un nuevo pacto 1
Enviado por Kevin Motta

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola a los Hebreos > El mediador de un nuevo pacto (58:8:1 - 58:9:22)

En resumen, lo que venimos diciendo es esto: Tenemos tal sumo sacerdote que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos,

ministro del lugar santísimo y del verdadero tabernáculo que levantó el Señor y no el hombre.

Porque todo sumo sacerdote es puesto para ofrecer ofrendas y sacrificios; de ahí que era necesario que él también tuviera algo que ofrecer.

Si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, porque ya hay sacerdotes que presentan ofrendas según la ley.

Ellos sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le había advertido a Moisés cuando estaba por acabar el tabernáculo, diciendo: Mira, harás todas las cosas conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte.

Pero ahora Jesús ha alcanzado un ministerio sacerdotal tanto más excelente por cuanto él es mediador de un pacto superior, que ha sido establecido sobre promesas superiores.

Porque si el primer pacto hubiera sido sin defecto, no se habría procurado lugar para un segundo.

Porque reprendiéndoles dice: “He aquí vienen días,” dice el Señor, “en que concluiré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto;

Imagen El mediador de un nuevo pacto 2
Enviado por Kevin Motta

no como el pacto que hice con sus padres en el día en que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto. Porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo dejé de preocuparme por ellos,” dice el Señor.

“Porque éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días,” dice el Señor. “Pondré mis leyes en la mente de ellos y en sus corazones las inscribiré. Y yo seré para ellos Dios, y para mí ellos serán pueblo.

Nadie enseñará a su prójimo, ni nadie a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor.

Porque seré misericordioso en cuanto a sus injusticias y jamás me acordaré de sus pecados.”

Al decir “nuevo,” ha declarado caduco al primero; y lo que se ha hecho viejo y anticuado está a punto de desaparecer.

Ahora bien, el primer pacto tenía reglamentos acerca del culto y del santuario terrenal.

El tabernáculo fue dispuesto así: En la primera parte, en lo que llaman el lugar santo, estaban las lámparas, la mesa y los panes de la Presencia.

Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo que se llama el lugar santísimo.

Allí estaba el incensario de oro y el arca del pacto enteramente cubierta con oro. En ella estaban un vaso de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció y las tablas del pacto.

Sobre ella, los querubines de la gloria cubrían el propiciatorio. De todas estas cosas no podemos hablar ahora en detalle.

Estas cosas fueron dispuestas así: En la primera parte del tabernáculo entraban siempre los sacerdotes para realizar los servicios del culto.

Pero en la segunda, una vez al año, entraba el sumo sacerdote solo, no sin sangre, la cual ofrecía por sí mismo y por los pecados que el pueblo cometía por ignorancia.

Con esto el Espíritu Santo daba a entender que todavía no había sido mostrado el camino hacia el lugar santísimo, mientras estuviese en pie la primera parte del tabernáculo.

Esto es una figura para el tiempo presente, según la cual se ofrecían ofrendas y sacrificios que no podían hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que rendía culto.

Estas son ordenanzas de la carne, que consisten sólo de comidas y bebidas y diversos lavamientos, impuestas hasta el tiempo de la renovación.

Pero estando ya presente Cristo, el sumo sacerdote de los bienes que han venido, por medio del más amplio y perfecto tabernáculo no hecho de manos, es decir, no de esta creación,

entró una vez para siempre en el lugar santísimo, logrando así eterna redención, ya no mediante sangre de machos cabríos ni de becerros, sino mediante su propia sangre.

Porque si la sangre de machos cabríos y de toros, y la ceniza de la vaquilla rociada sobre los impuros, santifican para la purificación del cuerpo,

¡cuánto más la sangre de Cristo, quien mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará nuestras conciencias de las obras muertas para servir al Dios vivo!

Por esta razón, también es mediador del nuevo pacto, para que los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna, ya que intervino muerte para redimirlos de las transgresiones bajo el primer pacto.

Porque donde hay un testamento, es necesario que se presente constancia de la muerte del testador.

El testamento es confirmado con la muerte, puesto que no tiene vigencia mientras viva el testador.

Por esto, ni aun el primer testamento fue inaugurado sin sangre.

Porque habiendo declarado Moisés todos los mandamientos según la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos junto con agua, lana escarlata e hisopo, y roció al libro mismo y también a todo el pueblo,

diciendo: Esta es la sangre del pacto, el cual Dios os ha ordenado.

Y roció también con la sangre el tabernáculo y todos los utensilios del servicio;

pues según la ley casi todo es purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón.

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El sacrificio de Cristo quita el pecado

Imagen El sacrificio de Cristo quita el pecado 1
Enviado por Kevin Motta

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Epístolas > Epístola a los Hebreos > El sacrificio de Cristo quita el pecado (58:9:23 - 58:10:24)

Era, pues, necesario purificar las figuras de las cosas celestiales con estos ritos; pero las mismas cosas celestiales, con sacrificios mejores que éstos.

Porque Cristo no entró en un lugar santísimo hecho de manos, figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora delante de Dios a nuestro favor.

Tampoco entró para ofrecerse muchas veces a sí mismo, como entra cada año el sumo sacerdote en el lugar santísimo con sangre ajena.

De otra manera, le habría sido necesario padecer muchas veces desde la fundación del mundo. Pero ahora, él se ha presentado una vez para siempre en la consumación de los siglos, para quitar el pecado mediante el sacrificio de sí mismo.

Entonces, tal como está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después el juicio,

así también Cristo fue ofrecido una sola vez para quitar los pecados de muchos. La segunda vez, ya sin relación con el pecado, aparecerá para salvación a los que le esperan.

Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros y no la forma misma de estas realidades, nunca puede, por medio de los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente de año en año, hacer perfectos a los que se acercan.

De otra manera, ¿no habrían dejado de ser ofrecidos? Porque los que ofrecen este culto, una vez purificados, ya no tendrían más conciencia de pecado.

Sin embargo, cada año se hace memoria del pecado con estos sacrificios,

porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.

Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron;

entonces dije: “¡Heme aquí para hacer, oh Dios, tu voluntad!” como en el rollo del libro está escrito de mí.

Habiendo dicho arriba: Sacrificios, ofrendas y holocaustos por el pecado no quisiste ni te agradaron (cosas que se ofrecen según la ley),

luego dijo: ¡Heme aquí para hacer tu voluntad! El quita lo primero para establecer lo segundo.

Todo sacerdote se ha presentado, día tras día, para servir en el culto y ofrecer muchas veces los mismos sacrificios que nunca pueden quitar los pecados.

Pero éste, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados, se sentó para siempre a la diestra de Dios,

esperando de allí en adelante hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.

Porque con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los santificados.

“Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días,” dice el Señor; “pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las inscribiré,”

él añade: “Nunca más me acordaré de los pecados e iniquidades de ellos.”

Pues donde hay perdón de pecados, no hay más ofrenda por el pecado.

Así que, hermanos, teniendo plena confianza para entrar al lugar santísimo por la sangre de Jesús,

y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,

acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.

Retengamos firme la confesión de la esperanza sin vacilación, porque fiel es el que lo ha prometido.

Considerémonos los unos a los otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.

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