Libros Proféticos

Obediencia de los recabitas

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Jeremías > Obediencia de los recabitas (24:35:1 - 24:35:19)

La palabra que vino a Jeremías de parte de Jehovah en los días de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, diciendo:

“Vé a la familia de los recabitas, habla con ellos, tráelos a la casa de Jehovah, a una de las cámaras, y dales de beber vino.”

Entonces tomé a Jazanías hijo de Jeremías, hijo de Habasinías, a sus hermanos, a todos sus hijos y a toda la familia de los recabitas.

Y los traje a la casa de Jehovah, a la cámara de los hijos de Hanán hijo de Igdalías, hombre de Dios, la cual estaba junto a la cámara de los magistrados, que estaba encima de la cámara de Maasías hijo de Salum, guardia de la puerta.

Y puse delante de los miembros de la familia de los recabitas tazones llenos de vino, y vasos, y les dije: —Bebed vino.

Pero ellos dijeron: —No beberemos vino, porque nuestro padre Jonadab hijo de Recab nos mandó diciendo: “No beberéis vino jamás, ni vosotros ni vuestros hijos.

No edificaréis casas, ni sembraréis semilla, ni plantaréis viñas, ni las poseeréis. Más bien, habitaréis en tiendas todos vuestros días, para que viváis muchos días sobre la faz de la tierra donde vosotros vivís.”

Y nosotros hemos obedecido la voz de nuestro padre Jonadab hijo de Recab en todas las cosas que nos mandó: de no beber vino en todos nuestros días, ni nosotros, ni nuestras mujeres, ni nuestros hijos, ni nuestras hijas;

de no edificar casas para habitar en ellas, y de no tener viñas, ni campos ni semilla.

Hemos habitado en tiendas y hemos obedecido, haciendo conforme a todo lo que nos mandó nuestro padre Jonadab.

Pero sucedió que cuando Nabucodonosor rey de Babilonia subió contra el país, dijimos: “Vayamos y entremos en Jerusalén, a causa del ejército de los caldeos y del ejército de los de Siria.” Y en Jerusalén nos hemos quedado.

Entonces vino la palabra de Jehovah a Jeremías, diciendo:

—Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: “Vé y di a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén: ¿No aceptaréis corrección para obedecer a mis palabras?, dice Jehovah.

Las palabras de Jonadab hijo de Recab, que mandó a sus hijos que no bebiesen vino, han sido cumplidas, y no lo han bebido hasta el día de hoy, porque han obedecido el mandamiento de su padre. Sin embargo, yo os he hablado a vosotros persistentemente, y no me habéis obedecido.

Os he enviado persistentemente todos mis siervos los profetas, para deciros: Apartaos, cada uno de su mal camino; enmendad vuestras obras y no vayáis tras otros dioses para servirlos, y habitaréis en la tierra que os he dado a vosotros y a vuestros padres. Pero no habéis inclinado vuestro oído, ni me habéis obedecido.

Ciertamente los hijos de Jonadab hijo de Recab han cumplido el mandamiento que les dio su padre, pero este pueblo no me ha obedecido.

Por tanto, así ha dicho Jehovah Dios de los Ejércitos, Dios de Israel: “He aquí, yo traeré sobre Judá y sobre todos los habitantes de Jerusalén todo el mal del que he hablado contra ellos. Porque les hablé, y no escucharon; los llamé, y no respondieron.”

Entonces dijo Jeremías a la familia de los recabitas: —Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: “Porque habéis obedecido el mandamiento de vuestro padre Jonadab; porque habéis guardado todos sus mandamientos y habéis hecho conforme a todas las cosas que os mandó,

por esto no faltará un hombre a Jonadab hijo de Recab que esté de pie delante de mí todos los días,” ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel.

Poner en mi Poner en mi Facebookacebook


El rey quema el rollo

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Jeremías > El rey quema el rollo (24:36:1 - 24:36:32)

Aconteció en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, que vino a Jeremías esta palabra de parte de Jehovah, diciendo:

“Toma un rollo de pergamino y escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel, contra Judá y contra todas las naciones, desde el día que comencé a hablarte, en los días de Josías, hasta el día de hoy.

Quizás la casa de Judá oiga de todo el mal que yo pienso hacerles, y se vuelva cada uno de su mal camino, para que yo perdone su maldad y su pecado.”

Entonces Jeremías llamó a Baruc hijo de Nerías, y Baruc escribió en un rollo de pergamino todas las palabras que Jehovah le había hablado, según el dictado de Jeremías.

Después Jeremías mandó a Baruc diciendo: “Yo estoy impedido; no puedo entrar en la casa de Jehovah.

Pues entra tú en la casa de Jehovah en un día de ayuno, y lee del rollo las palabras de Jehovah que te he dictado, a oídos del pueblo, y también a oídos de todos los de Judá que vienen de sus ciudades.

Quizás la súplica de ellos llegue a la presencia de Jehovah, y se vuelva cada uno de su mal camino. Porque grande es el furor y la ira que Jehovah ha expresado contra este pueblo.”

Baruc hijo de Nerías hizo conforme a todo lo que le mandó el profeta Jeremías, y leyó del libro las palabras de Jehovah, en la casa de Jehovah.

Sucedió en el mes noveno del quinto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, que proclamaron ayuno delante de Jehovah para todo el pueblo de Jerusalén y para todo el pueblo que venía a Jerusalén de las ciudades de Judá.

Y Baruc leyó del libro, a oídos de todo el pueblo, las palabras de Jeremías, en la casa de Jehovah, en la cámara de Gemarías, hijo del escriba Safán, la cual estaba en el atrio superior, a la entrada de la puerta Nueva de la casa de Jehovah.

Entonces Miqueas hijo de Gemarías, hijo de Safán, habiendo oído del libro todas las palabras de Jehovah,

descendió a la casa del rey, a la cámara del escriba. Y he aquí que todos los magistrados estaban sentados allí: el escriba Elisama, Delaías hijo de Semeías, Elnatán hijo de Acbor, Gemarías hijo de Safán, Sedequías hijo de Ananías y los demás magistrados.

Miqueas les refirió todas las palabras que había oído a Baruc leer del libro, a oídos del pueblo.

Entonces todos los magistrados enviaron a Jehudí hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Cusi, para que dijese a Baruc: —Toma en tu mano el rollo que leíste a oídos del pueblo, y ven. Baruc hijo de Nerías tomó el rollo en su mano y fue a ellos.

Entonces le dijeron: —Siéntate, y léelo a nuestros oídos. Baruc lo leyó a sus oídos.

Y sucedió que cuando oyeron todas aquellas palabras, cada uno, espantado, se volvió a su compañero. Y dijeron a Baruc: —¡Sin falta hemos de referir al rey todas estas palabras!

Luego preguntaron a Baruc diciendo: —Cuéntanos cómo escribiste de parte de él todas estas palabras.

Baruc les dijo: —El me dictaba todas estas palabras, y yo escribía con tinta en el libro.

Entonces los magistrados dijeron a Baruc: —Vé, y escondeos tú y Jeremías. Que nadie sepa dónde estáis.

Habiendo depositado el rollo en la cámara del escriba Elisama, fueron al rey, en el atrio, y refirieron todas estas cosas a oídos del rey.

Entonces el rey envió a Jehudí para que tomase el rollo. Este lo tomó de la cámara del escriba Elisama y lo leyó a oídos del rey y a oídos de todos los magistrados que estaban junto al rey.

Era el mes noveno, y el rey estaba en la casa de invierno, donde había un brasero encendido delante de él.

Y sucedió que cuando Jehudí había leído tres o cuatro columnas, el rey lo rasgó con un cortaplumas de escriba y lo echó al fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió en el fuego que había en el brasero.

Pero ni el rey ni todos sus servidores que oyeron estas palabras sintieron temor ni rasgaron sus vestiduras.

A pesar de que Elnatán, Delaías y Gemarías rogaron al rey que no quemase aquel rollo, no les quiso escuchar.

Al contrario, el rey mandó a Jerameel hijo del rey, a Seraías hijo de Azriel y a Selemías hijo de Abdeel que prendiesen al escriba Baruc y al profeta Jeremías. Pero Jehovah los escondió.

Después que el rey quemó el rollo que contenía las palabras que Baruc había escrito al dictado de Jeremías, vino la palabra de Jehovah a Jeremías, diciendo:

“Vuelve a tomar otro rollo y escribe en él todas las mismas palabras que estaban en el primer rollo, el que quemó Joacim, rey de Judá.

Y dirás a Joacim, rey de Judá, que así ha dicho Jehovah: Tú quemaste este rollo diciendo: ¿Por qué escribiste en él que ciertamente vendrá el rey de Babilonia y destruirá esta tierra y hará desaparecer de ella a los hombres y los animales?

Por tanto, así ha dicho Jehovah con respecto a Joacim, rey de Judá: No tendrá quien se siente sobre el trono de David, y su cadáver será echado al calor del día y a la helada de la noche.

Castigaré tanto a él como a sus descendientes y a sus servidores por su maldad. Traeré sobre ellos, sobre los habitantes de Jerusalén y sobre los hombres de Judá todo el mal de que les he hablado y que no quisieron escuchar.”

Entonces Jeremías tomó otro rollo y lo dio al escriba Baruc hijo de Nerías. Este escribió en él, al dictado de Jeremías, todas las cosas del libro que Joacim rey de Judá había quemado en el fuego; y además, fueron añadidas muchas otras palabras semejantes.

Poner en mi Poner en mi Facebookacebook


Encarcelamiento de Jeremías

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Jeremías > Encarcelamiento de Jeremías (24:37:1 - 24:37:21)

El rey Sedequías hijo de Josías, al cual Nabucodonosor, rey de Babilonia, había puesto como rey en la tierra de Judá, empezó a reinar en lugar de Joaquín hijo de Joacim.

Pero ni él, ni sus servidores, ni el pueblo de la tierra obedecieron las palabras que Jehovah había dicho por medio del profeta Jeremías.

El rey Sedequías envió a Jucal hijo de Selemías y al sacerdote Sofonías hijo de Maasías, para que dijesen al profeta Jeremías: “Por favor, ora por nosotros a Jehovah, nuestro Dios.”

Jeremías entraba y salía en medio del pueblo, porque todavía no lo habían puesto en la cárcel.

El ejército del faraón había salido de Egipto y cuando la noticia acerca de ellos llegó a oídos de los caldeos que tenían sitiada a Jerusalén, éstos se fueron de Jerusalén.

Entonces vino la palabra de Jehovah al profeta Jeremías, diciendo:

“Así ha dicho Jehovah Dios de Israel que digáis al rey de Judá que os envió para que me consultaseis: He aquí que el ejército del faraón que salió en vuestro auxilio va a regresar a su tierra, a Egipto.

Entonces los caldeos volverán a combatir contra esta ciudad; la tomarán y la incendiarán.

Así ha dicho Jehovah: No os engañéis a vosotros mismos, diciendo: Los caldeos se han ido definitivamente de nosotros. Porque no se irán.

Pues aun cuando derrotarais a todo el ejército de los caldeos que combaten contra vosotros, y quedasen de ellos sólo algunos hombres heridos, cada uno en su tienda, se levantarían y prenderían fuego a esta ciudad.”

Aconteció que cuando el ejército de los caldeos se fue de Jerusalén a causa del ejército del faraón,

Jeremías salía de Jerusalén para ir a la tierra de Benjamín con el fin de recibir allí su parte en medio del pueblo.

Y cuando llegó a la puerta de Benjamín, estaba allí un jefe de guardia que se llamaba Irías hijo de Selemías, hijo de Ananías, el cual tomó preso al profeta Jeremías. Y le dijo: —¡Tú vas a pasarte a los caldeos!

Pero Jeremías dijo: —¡Falso! No voy a pasarme a los caldeos. Irías no le hizo caso, sino que prendió a Jeremías y lo llevó a los magistrados.

Los magistrados se enfurecieron contra Jeremías y le azotaron. Luego lo pusieron en la prisión en casa del escriba Jonatán, porque habían convertido aquella casa en cárcel.

Entró, pues, Jeremías en el calabozo, en las celdas, y allí permaneció por muchos días.

Entonces el rey Sedequías envió a sacarlo de allí, y le consultó secretamente en su casa, diciendo: —¿Hay palabra de parte de Jehovah? Jeremías dijo: —Sí, la hay. —Y añadió—: Serás entregado en mano del rey de Babilonia.

Dijo también Jeremías al rey Sedequías: —¿En qué he pecado contra ti, contra tus servidores y contra este pueblo, para que me pongáis en la cárcel?

¿Dónde están vuestros profetas que os profetizaban diciendo: “No vendrá el rey de Babilonia contra vosotros ni contra esta tierra”?

Ahora pues, escucha, mi señor el rey. Llegue mi súplica a tu presencia; no me hagas volver a la casa del escriba Jonatán, no sea que allí me muera.

Entonces el rey Sedequías dio órdenes para que custodiaran a Jeremías en el patio de la guardia, haciendo que se le diese cada día una torta de pan de la calle de los Panaderos, hasta que todo el pan de la ciudad se agotase. Así quedó Jeremías en el patio de la guardia.

Poner en mi Poner en mi Facebookacebook


Jeremías en la cisterna

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Jeremías > Jeremías en la cisterna (24:38:1 - 24:38:13)

Sefatías hijo de Matán, Gedalías hijo de Pasjur, Jucal hijo de Selemías y Pasjur hijo de Malquías oyeron las palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo, diciendo:

—Así ha dicho Jehovah: “El que se quede en esta ciudad morirá por la espada, por el hambre o por la peste. Pero el que se rinda a los caldeos vivirá; su vida le será por botín, y vivirá.

Así ha dicho Jehovah: Ciertamente esta ciudad será entregada en mano del ejército del rey de Babilonia, y la tomará.”

Entonces los magistrados dijeron al rey: —¡Que muera este hombre! Pues de esta manera, al hablarles tales palabras, desmoraliza a los hombres de guerra que han quedado en esta ciudad, y a todo el pueblo. Porque este hombre no busca el bien de este pueblo, sino su mal.

El rey Sedequías dijo: —He allí, él está en vuestras manos. Porque nada puede el rey contra vosotros.

Entonces tomaron a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo del rey, que estaba en el patio de la guardia. Y bajaron a Jeremías con sogas. En la cisterna no había agua, sino lodo; y Jeremías se hundió en el lodo.

Ebedmelec el etíope, un funcionario que estaba en la casa del rey, se enteró de que habían metido a Jeremías en la cisterna. Y estando el rey sentado en la puerta de Benjamín,

Ebedmelec salió de la casa del rey y habló al rey diciendo:

—Oh mi señor el rey, estos hombres han actuado mal en todo lo que han hecho con el profeta Jeremías, a quien metieron en la cisterna. Allí morirá de hambre, pues no hay más pan en la ciudad.

Entonces el rey mandó al mismo Ebedmelec el etíope, diciendo: —Toma contigo treinta hombres de aquí y saca al profeta Jeremías de la cisterna antes que muera.

Entonces Ebedmelec tomó consigo a los hombres y entró en la casa del rey, al lugar que estaba debajo del depósito del tesoro, y tomó de allí trapos raídos y trapos rasgados, y los bajó con sogas a Jeremías en la cisterna.

Y Ebedmelec el etíope dijo a Jeremías: —Pon estos trapos raídos y rasgados en tus axilas, bajo tus brazos, debajo de las sogas. Así lo hizo Jeremías.

De esta manera sacaron a Jeremías con sogas, y lo subieron de la cisterna. Y Jeremías permaneció en el patio de la guardia.

Poner en mi Poner en mi Facebookacebook


Sedequías consulta secretamente a Jeremías

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Jeremías > Sedequías consulta secretamente a Jeremías (24:38:14 - 24:38:28)

Después el rey Sedequías mandó traer a su presencia al profeta Jeremías, a la tercera entrada que había en la casa de Jehovah. Y el rey dijo a Jeremías: —Yo te voy a preguntar una cosa. No me encubras nada.

Jeremías dijo a Sedequías: —Si te lo revelo, ¿no me harás morir? Y si te doy consejo, no me escucharás.

Y el rey Sedequías juró en secreto a Jeremías diciendo: —Vive Jehovah que ha hecho nuestras almas, que no te haré morir, ni te entregaré en mano de esos hombres que buscan tu vida.

Entonces Jeremías dijo a Sedequías: —Así ha dicho Jehovah Dios de los Ejércitos, Dios de Israel: “Si de hecho te rindes a los oficiales del rey de Babilonia, vivirá tu alma, y esta ciudad no será incendiada. Así vivirás, tú y tu casa.

Pero si no te rindes a los oficiales del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en mano de los caldeos, y la incendiarán, y tú no escaparás de sus manos.”

El rey Sedequías dijo a Jeremías: —Yo tengo miedo de los judíos que se han pasado a los caldeos, de que me entreguen en sus manos y se ensañen contra mí.

Jeremías le dijo: —No te entregarán. Escucha, por favor, la palabra de Jehovah que yo te hablo, y te irá bien; y tu alma vivirá.

Pero si rehúsas rendirte, ésta es la palabra que me ha revelado Jehovah:

“He aquí que todas las mujeres que han quedado en la casa del rey de Judá serán entregadas a los oficiales del rey de Babilonia. Y ellas mismas dirán: Te incitaron y prevalecieron contra ti tus hombres más íntimos. Tus pies se hundieron en el lodo, y ellos se volvieron atrás.

A todas tus mujeres y a tus hijos entregarán a los caldeos. Tú no escaparás de sus manos, sino que por mano del rey de Babilonia serás apresado, y esta ciudad será incendiada.

Entonces Sedequías dijo a Jeremías: —Nadie sepa de estas palabras, y no morirás.

Si los magistrados se enteran de que yo he hablado contigo y vienen a ti y te dicen: “Decláranos, por favor, qué hablaste con el rey, y dinos qué te dijo el rey. No nos lo encubras, y no te mataremos,”

les dirás: “He presentado al rey mi súplica para que no me haga volver a la casa de Jonatán, a morir allí.”

Vinieron, pues, a Jeremías todos los magistrados y le interrogaron. El les respondió conforme a todo lo que le había mandado el rey. Con esto dejaron de ocuparse de él, porque el asunto no había sido oído.

Y Jeremías permaneció en el patio de la guardia hasta el día en que fue tomada Jerusalén. Allí estaba él cuando Jerusalén fue tomada.

Poner en mi Poner en mi Facebookacebook